Opositor sin ser antiperonista
Antonio Sobral fue víctima del accionar gubernamental en tiempo del peronismo de 1952, cuando intervinieron la Biblioteca Bernardino Rivadavia, pero entendió el momento histórico y diferenció con quién mantenía diferencias fundamentales. Es así que no vaciló en defender a los proscriptos luego del golpe de Estado de 1955. Meik resalta eso de Sobral y a la vez señala que “ese era su rasgo humanista. Como miembro constituyente en 1949, por la minoría, junto a Lebenshon, asumió una postura en la línea del constitucionalismo social y democrático inspirado en una tradición fijada por las constituciones de Méjico en 1917, la de Weimar -Alemania- en 1919 y la de la República Española en 1931”.
La de Sobral no fue una oposición conservadora al peronismo de 1949, por el contrario, supo diferenciarse desde esa vertiente de pensamiento que incorpora los derechos sociales o derechos humanos en clave social.
Esto explica por qué después de 1955 enfrentó a la llamada “Revolución Libertadora” producto de un golpe conservador contra el peronismo.
Actitud esperable de un político que dirigió una escuela en la que, dice Meik, “no había discriminación ideológica. Era una siembra de pluralismo democrático y laico, gratuito. Libertad de enseñanza; un principio liminar. La experiencia educativa modelo de su escuela se valoraba internacionalmente, como en Unesco, donde años después trabajaría como funcionario directivo Angel Diego Márquez”.
Le preguntamos a Meik acerca de la época con Sobral en el diario cordobés. Dice: “Allí conocí al Sobral que no olvidaré. Todos los periodistas jóvenes valoramos su coraje, su entrega apasionada y profunda a la democracia. Mis amigos de la Universidad se sorprendían de su actuación y me reconocían que no había exagerado al decirles que se iba a vivir una experiencia muy favorable. Sobral no era un político tradicional domesticado por el sistema. Era abierto y comprometido naturalmente con los sectores vulnerables. Abierto como lo había sido como educador, querido por estudiantes de filiación peronista. En esa escuela, los libros se proveían a todos sin excepción en préstamo año tras año. El Sobral educador y el periodista reconocían una coherencia sin fisuras”.
Por otra parte, dice que en Orientación aprendió los primeros palotes del periodismo que, años después, le permitieron “vivir experiencias enriquecedoras en Buenos Aires, trabajando en redacciones de revistas como El Popular, junto a Jauretche, Ismael Viñas, Alicia Eguren (esposa de John William Cooke), Strasser, Ortega Peña, entre otros. Sin Bixio ni Terzaga y lo vivido en Orientación, de Sobral, nada de eso hubiera sido posible”.
Termina describiendo a Sobral como “un humanista tierno, aunque no lo evidenciara con esa intensidad. Había que tratarlo para ver su caudal. Amaba a los jóvenes, los estimulaba. No le asustaban los cambios progresistas porque no tenía compromisos con el poder económico. Como director de la editorial Raigal publicó libros valiosos como “Historia económica de la Argentina”, de Ricardo Ortiz.
Su ideología era latinoamericanista, universal y partidaria de los cambios en democracia, no violentos, pero sí unidireccionalmente tuitivos de los sectores más necesitados.
Con un elevado desarrollo de la conciencia nacional en escala latinoamericana. Sabía que así como el Yrigoyenismo integró a la clase media, el justicialismo reconoció como sujeto social al mundo del trabajo.
Por eso, desde 1955 no vaciló en su defensa de los perseguidos, a pesar de haber sido maltratado en 1952”.