Atilio Ghezzi recuerda el día en que conoció a Los Beatles con el mismo temblor sagrado conque se recuerdan las iluminaciones; es decir, reviviéndolas. Y pienso que si alguno de los chicos a los que se les presentó alguna vez la Virgen pudiera contar su experiencia, no sería menos emotiva ni menos estremecedora. Y así, en el comienzo de esta nota y por una fabulosa alquimia del espacio-tiempo (patrimonio sensible de quien viaja al reino perdido de la niñez en el vagón de la melancolía) este hombre vuelve a tener 10 años.
“Fue en el ´68. Había una chica que vivía en la cuadra y yo era muy amigo de su hermano. Un día voy a la casa de ellos y cuando mi amigo me hace pasar, veo colgado en la pieza de esta chica un afiche. Eran cuatro melenudos tocando. Esa foto me llamó poderosamente la atención porque nunca había visto nada igual. Cuando le pregunté a la chica quiénes eran, por primera vez escuché el nombre de Los Beatles…”
Y (lo puedo jurar) un estremecimiento recorre la voz de este hombre nacido en el ´57, “en el mismo año en que John, Paul y George empezaron a presentarse como The Silver Beatles” (el lector podrá comprobar a lo largo de esta nota que cada año en la vida de Ghezzi tiene un correlato con el cuarteto inglés). Sin embargo, la iluminación absoluta llegaría poco tiempo después; un tiempo difícil de precisar pero absolutamente necesario para que las almas se preparen a recibir su bautismo de fuego.
“Le conté a un primo mío que había visto ese afiche y que me había dejado pensando. Y él me dijo: esa foto es la tapa de un disco y yo lo tengo. Vení que te lo hago escuchar. Y así, en un combinado de los de antes y en una casa de la calle San Martín, mi primo puso “Hey Jude”. Cuando terminó la canción, dije “¡Por Dios!”… Aquella música me había impactado tanto, que ya no sabía ni lo que decía… Después escuché “Revolución”, que estaba del otro lado de aquel single y casi me muero… Cuando salí de esa casa ya no era más el mismo; me había enamorado con locura de Los Beatles y sabía que ese amor sería para siempre. Desde ese día empecé a buscar discos, notas, recortes… Al poco tiempo había empapelado toda la pieza…”
Aquel día agitado del 68 nunca anocheció. Y aunque ya no son exactamente recortes o afiches los que Atilio busca (ahora son libros, CD, sitios de Internet o personas), el hombre continúa con en el mismo viaje interior; el de aquel “tranvía ovárico” rumbo al embrión primordial de las canciones como hacia el fondo de la niñez que no tiene fin.
Encuentros cercanos alrededor de un submarino amarillo
-Tu vida estuvo marcada por Los Beatles no sólo en el plano de la imaginación, sino que también tuviste algunos “encuentros reales”. ¿Es cierto que tomaste un café con Pete Best en L´’Spoir?
-¡Ojalá! No, no llegué a tomar un café pero lo vi sentado y cambiamos dos palabras. Era el año ´92 ó ´93 y Richard Kamienski lo había traído a tocar al Salón de los Deportes. Pero el recital se suspendió porque no se había vendido ni una entrada.
-¿Cómo un productor se puede “clavar” trayendo un Beatle?
-Tendrías que preguntárselo a Richard, pero creo que casi no hubo tiempo de hacer la difusión. Por ese entonces, Best tenía una banda, estaba de gira y había ido a tocar a Córdoba. Y si no me equivoco, seguía para Buenos Aires.
-Y entonces ¿charlás con él en el café?
-Sí. Yo sabía que el recital se había suspendido y que él andaría por el centro. Y como yo tenía una biografía de Los Beatles, salí con el libro en la mano. Era la de Philip Norman y se la había comprado a Bertino cuando todavía tenía la librería en la calle Corrientes. Aún lo conservo al libro, está impecable y con el sello de “Ubaldo Bertino”. Y entonces lo vi a Pete con los otros tomando en la vereda. Yo no me animaba a saludarlo porque no sabía inglés, hasta que mi mujer me dice “andá porque si no te vas a arrepentir toda la vida”. Y fui.
-¿Y qué le dijiste?
-Le dije “speak spanish?” Pero los cuatro me dijeron “No español”. Entonces abrí el libro y le mostré a Best una foto de Los Beatles en la que estaba él con los otros y se puso recontento. Imaginate, estar a 30 mil kilómetros de tu patria y encontrarte con el único tarado que tiene una foto tuya…
-También tenés una anécdota con la mucama de Lennon…
-Sí. Fue en los ´90 y yo estaba en Madrid, cuando leí que la mucama que había estado con Lennon durante cuatro años en Nueva York y que era española, había publicado un libro. Lo compré, y al leerlo le escribí. Le dije que el libro me había parecido muy enriquecedor y entrañable, pero no sabía adónde mandar la carta. Hasta que vi en el libro una tarjeta que Lennon le había mandado a ella, a otro departamento del edificio Dakota donde Rosaura López Lorenzo también trabajaba. Y la envié ahí.
-¿Y te contestó?
-Pasaron dos meses y yo me olvidé por completo. Hasta que un día, tomando mate con mi hermano, suena el teléfono. Atiendo y era el hijo de esta señora, Richard López. Me dijo que habían recibido la carta y que la atesoraba como una joya porque yo la había escrito con el alma, pero que lamentablemente la mamá no la había podido leer nunca porque cuando la carta llegó, hacía un mes que había muerto de un paro cardíaco en un colectivo.
Desde Villa María con “Frecuencia Liverpool”
-Contame cuándo empieza tu romance con la radio…
-Fue hace 36 años. Todo empezó con mi hermano “Rolo”, que fue el primer locutor de LV28 en el ´73. Así que siguiendo su ejemplo, empecé a practicar en el living de mi casa. Leía los avisos comerciales del diario para darme cuenta si me animaba o no. Apenas terminé el secundario, empecé a buscar trabajo y fui a LV28, pero no me tomaron.
-¿Y qué hiciste?
-Me fui a Bell Ville y conseguí gracias a Osvaldo Estrat, que era de Villa María. Entré como informativista en el ´79 y ahí trabajé hasta el ´85. Ese año me volví y en el ´88 me sumé al proyecto de FM Río en Villa Nueva. Hasta que en el ´90 me llama Miguel Angel Juan y me dice: “¿Por qué no te venís con nosotros a LV28?”. Le dije que “porque hace unos años no me dieron bola”. Y Juan me dice: “Pero ahora no es así, venite que Kafuri escuchó lo tuyo y le encantó”.
-Por ese entonces vos tenías un programa de música ¿no?
-Sí, se llamaba “Quadrophenia”, en homenaje a The Who, y lo tenía de operador a “Tito” Guzmán. También hacía un “magasin” a la tarde que se llamaba “Móvildomingo” con el “Colorado” Gianolla. Así que en enero del ´90 entré en LV28 y en marzo empecé con “El Discotecario de la noche”, en dúplex por AM y FM.
-¿Por qué “El Discotecario de la noche”?
-Porque empezaba un ciclo nuevo y quise cambiarle el nombre al programa. Y pensé en el locutor Percy Llanos, un peruano que estaba en Radio Universidad de Córdoba y del que yo eran fan. El conducía “El Discotecario”, que se pasó del ´69 al ´81. Si bien Llanos tenía gustos musicales muy distintos a los míos, aprendí mucho de su modo de presentar los temas. A él le gustaba la música romántica pero no le daba importancia al pop internacional. Yo le hablé a Percy para pedirle el nombre del programa y me dijo que sí, que no había problema, que era un halago. Actualmente Percy vive en Caracas y hablamos siempre por teléfono. Es un ser humano excepcional.
-¿Cómo definirías la propuesta de tu programa?
-Cuando duraba dos horas y media, ponía toda música internacional; pero desde que tengo cuatro horas me pude involucrar más con el pop en español. Todos los sábados de 16 a 20 podés escuchar desde Los Beatles y Creedence hasta Tito Puente, Roberto Carlos, Serrat o Ciro y los Persas. Pongo música de los ´60 a los ´90 pero por ahí me zarpo con cosas nuevas, como The Cranberries, Amy Winehouse, Oasis o Franz Ferdinand. A este programa no lo podría hacer sin dos colaboradores excepcionales: Mario Rinaldi y Carlos Gurruchaga.
-¿Cuál es la franja etárea de tu público?
-Con seguridad de 40 a 70 años, pero conozco gente de 75 que también me escucha. El otro día fui a buscar anuncios a una ferretería de barrio Beletti y cuando le dije mi nombre, el dueño me dice “¿usted es el que pone música linda los sábados? ¡Hace años que lo escucho!”. Si te ponés a pensar, hoy Elvis tendría 80 años; es la edad de la generación que empezó con el rock and roll…
-¿Por qué los pibes ya no escuchan música con la pasión de tu generación?
-Creo que tiene que ver con la época. La música que me llegó de #lleno a mí fue a principios del ´70, cuando yo tenía 12 años y apenas se separaban Los Beatles. Por algo a los ´70 le dicen la “Década Dorada”, cosa que comparto. Creo que a nosotros nos involucraba muchísimo la calidad de la música y el rock era, además, parte de una revolución social que movilizaba al mundo. Ahora los chicos, por una cuestión generacional están pegados a la cumbia o el reguetón, escuchan música cuando van al boliche y no la toman como una llave a otros mundos…
-¿Cómo es tu modo de pasar música?
-Antes de largar un tema me gusta presentar la historia del músico. Y eso es lo que gusta del programa. Hace poco, traje una curiosidad que ni yo sabía. Conté que a la canción “My sweet Lord”, George Harrison se la había dedicado a Billy Preston, el tecladista que acompañó a Los Beatles en el álbum “Let it be”. A Preston le decían como a Best, “el quinto Beatle”. Y Harrison decía que le había hecho ese tema porque era una bellísima persona, un ser puramente espiritual. Y “Hey Jude”, ¿sabés a quién estuvo dedicada?
-No, nunca supe…
-El tema es de Paul, y mucho tiempo después confesó que se lo había hecho para Julian Lennon, el hijo de John. Se lo hizo porque cuando Lennon se separó de Cyntia Powell, este pibe de cinco años se súper deprimió. Al principio, la canción decía “Hey Juls”, diminutivo de “Julian”; pero al final por una cuestión fonética quedó “Jude”. En la canción, Paul trata de darle ánimos al nene, de explicarle que la vida no se termina con la separación de los padres. Cuando Julian se enteró de grande, se emocionó muchísimo.
Y cuando Atilio Ghezzi me cuenta, al final de esta nota, “la cocina” de aquel hit de todos los tiempos, pienso que acaso sin saberlo Paul McCartney también le había dedicado esa canción a él, a ese pibe de 10 años de una perdida ciudad argentina que, tras escucharlo ya nunca más sería el mismo; para decirle desde aquel afiche de la niñez que con toda esa música entrando en su alma el mundo era un lugar maravilloso, y la vida, un fabuloso viaje que recién empieza.
Iván Wielikosielek