Escribe Lic. Iván Marcos Antón - UNVM y Plan Fénix Córdoba
El sistema impositivo cordobés ha profundizado su regresividad desde que Unión por Córdoba tomó el poder allá por 1999. En aquel momento, la composición de los recursos provinciales estaba liderada por Ingresos Brutos con el 54%, seguido por el Impuesto Inmobiliario con el 33%. El resto de la recaudación se repartía entre el Impuesto a los Sellos con el 9% y el Impuesto Automotor con apenas el 4%.
Al finalizar 2011, luego de dos mandatos de José Manuel de la Sota y uno de Juan Schiaretti, Ingresos Brutos representaba cerca del 81% de los recursos provinciales, mientras que el Impuesto Inmobiliario había caído estrepitosamente al 7%. De los impuestos restantes, Sellos y Automotor se mantuvieron en niveles similares a 1999.
Esto nos sugiere que, en tan sólo 12 años, Ingresos Brutos aumentó su participación en 26 puntos porcentuales en detrimento del Impuesto Inmobiliario, acentuando la inequidad del sistema. Esto nos habla de un sistema impositivo que ha avanzado sistemáticamente en términos regresivos, descansando su recaudación cada vez más en impuestos indirectos por sobre los directos.
La misma lógica se repite si observamos que el Impuesto a los Sellos sigue recaudando poco más del doble que el Impuesto a la Propiedad Automotor y que dicha relación, como se mencionó más arriba, se mantuvo prácticamente invariable en dicho período.
Ahora, la pregunta que cabe hacernos es cómo evolucionó la composición de los ingresos provinciales en los últimos tres años del actual mandado del gobernador De la Sota (y cuarto consecutivo de Unión por Córdoba).
La respuesta es que la composición de los tributos mantuvo sus características de años anteriores, aunque esa relación siguió empeorando lentamente. Ingresos Brutos representó el 81,1% en 2014, mientras que en 2011 representaba el 80,8% y Sellos pasó del 8,7% al 8,9% en 2014. En cambio, el Impuesto Inmobiliario mantuvo en 2014 el 6,6% que había mostrado en 2011 y automotor siguió perdiendo su peso relativo, pasando del 4% en 2011 al 3,3% en 2014. Para 2015 se espera que este proceso siga en la misma dirección.
Ahora bien, es importante destacar que más allá de la regresividad, la inequidad y la elevada presión tributaria que definen al sistema impositivo cordobés, existe un problema mayor vinculado a la sustentabilidad de finanzas provinciales. Tanto Ingresos Brutos como Sellos son tributos procíclicos y, por lo tanto, su recaudación está ligada al nivel de actividad económica. Entre ambos representan el 90% de la recaudación provincial.
Entonces, en momentos donde la economía flaquea la provincia sufre la disminución en la recaudación de estos tributos. Precisamente cuando más los necesita como amortiguador del descenso de actividad económica (para realizar políticas contracíclicas), poniendo a Córdoba en una situación de extrema vulnerabilidad al ciclo económico, dejando virtualmente en jaque las finanzas provinciales, sobre todo en el mediano plazo.
El mito del déficit
La palabra déficit proviene del latín deficĕre, faltar. Cuando estamos hablando de las finanzas de Córdoba significa que año tras año, a la hora de rendir las cuentas, hay algo que falta. Esto contrasta con las insistentes declaraciones del perenne ministro de Finanzas de la provincia, Angel Elettore, haciendo referencia al persistente superávit que presentan las cuentas públicas, con las ejecuciones presupuestarias en la mano.
Pero a la hora de analizarlas, pareciera que faltara algo. El déficit de las cuentas provinciales se mantiene, a pesar de que se duplicó la presión fiscal en la última década (medida en relación al PBG), acentuando el perfil regresivo del sistema impositivo y apelando a la creación de nuevas tasas o ingresos no tributarios que no se coparticipan y son distribuidos de manera discrecional. El caso más paradigmático quizá sea la Tasa Vial, vigente desde de septiembre de 2012 y que actualmente recauda más que el Impuesto a la Propiedad Automotor.
También es evidente que se le pierden algunos números a la hora de calcular la deuda flotante y otros tantos al calcular la deuda real de la provincia. Una provincia que se puede dar el lujo de incrementar su stock de deuda en tan sólo 11 meses (de enero a noviembre de 2014) equivalente al 82% de la deuda total santafesina.
El secreto de las “cuentas mágicas superavitarias” tiene un capítulo reservado al caso singular de la deuda flotante. La misma es un pasivo de carácter transitorio que se genera por un desfasaje temporal entre los gastos y los ingresos propios de la ejecución del presupuesto dentro un año. Es una deuda de corto plazo, que suele saldarse al cierre del ejercicio anual. Básicamente, se trata del retardo en los pagos a proveedores, contratistas y empleados del Gobierno provincial, gastos necesarios para su normal funcionamiento.
El comportamiento de la deuda flotante en las últimas dos gestiones ha mostrado un incremento preocupante, pasando del 4,1% del gasto total en 2007 al 13% a fines de 2013, alcanzando un pico de 14,6% en 2010. El hecho de que no baje del 10% y se haya consolidado en ese nivel significa que un 10% del presupuesto se está subejecutando sistemáticamente con el paso de los años. Ese es exactamente el déficit que viene acarreando la provincia de Córdoba y una de las razones por las cuales esa deuda no disminuye, sino al contrario, sigue creciendo como una bola de nieve.
Esta es una de las “soluciones mágicas” que el ministro de Finanzas provincial no menciona a la hora de afirmar incansablemente que la provincia mantiene superávits primarios y financieros, para concluir luego que las finanzas provinciales gozan de buena salud. Ese es “el mito del superávit”.
“El mito del superávit” le permite hablar al ministro de algo que sobra, ignorando que por otro lado algo falta (y sigue creciendo). La práctica de estos comportamientos elusivos (la “contabilidad creativa” y el incremento de la deuda flotante) es la que permite a la gestión provincial hacer frente a otros gastos urgentes. Dentro de ellos se encuentran el déficit de la Caja de Jubilaciones, la deuda con el Estado nacional, deudas de órganos descentralizados, la deuda de EPEC y por qué no otros gastos derivados del sueño electoral de unos pocos, para desgracia de muchos.