Gualberto Veizaga es un obrero de la construcción oriundo de Chapare, una región tropical de Bolivia famosa por sus plantaciones de coca y por haber sido hogar del actual presidente del vecino país, Evo Morales. Las diferencias culturales con Villa María, y el tema de la discriminación fueron dos de los tópicos abordados con el trabajador.  
-¿Cómo fue que llegaste a Villa María, Gualberto?
-Por amigos de mi tierra, el pueblo de Chimoré, en la región del Chapare, allá en Bolivia. Ellos habían venido antes y me contaron de su experiencia, y que podía trabajar en la construcción, ya que siempre se necesitan obreros. Así que alrededor de 2006 me vine nomás.
-¿Era muy mala la situación allá, en el corazón de Bolivia?
-No, la verdad es que en términos económicos yo vivía igual que acá. En mi pueblo era asistente técnico en las plantaciones de banana, y se vivía normal. Eran más que nada las ganas de conocer cosas diferentes. En mi país, emigrar es algo muy normal y más aún si se toma como destino la Argentina.
-El Chapare es una zona tropical, de mucha selva y ríos ¿qué recuerdos tenés de tus pagos?
-Tengo los mejores recuerdos. Es una zona muy bonita y donde el contacto con la naturaleza es directo y maravilloso. Allá tenemos ríos que traen mucha agua y están repletos de peces. Con los amigos íbamos a sacar surubíes y dorados. También cazábamos jabalíes, venados y tapires, entre otras especies.
-Menudos festines se daban. ¿Invitaban a los vecinos a comer?
-Claro, eso siempre. Y si los demás cazaban, nos convidaban a mi familia y mis amigos. Allá, en las comunas,  es tradición compartir entre todos, hay mucha solidaridad. Lo mismo en los días de lluvia, cuando no se podía trabajar en las plantaciones, nos juntábamos todos a conversar en la casa de alguien, a jugar a las cartas, a tomar algo. La unión entre nosotros está muy marcada.
-¿En el trabajo también se ve esa unión o ahí cada uno se ocupa de lo suyo?
-No, para nada, nos ayudamos. En Bolivia en general está bastante extendido el concepto de cooperativa. En los alrededores de mi pueblo todos los dueños de quintas y pequeñas plantaciones de bananas están asociados, hay más de 200. Eso nos beneficia a la hora de vender y defender nuestros derechos, y también para realizar capacitaciones y cursos.
-¿Se extraña todo eso?
Y un poco sí. Villa María es como en todas las ciudades. En la ciudad a uno si lo asaltan, por ejemplo, nadie se va a meter, cada uno se las arregla solo. Allá entre los vecinos mismos salíamos a defendernos entre nosotros si había algún maleante.
-¿Cómo es, entonces, vivir en un lugar tan alejado de todo eso, de esa concepción de la vida y de ese contacto con la naturaleza?
-Bueno, uno se acostumbra. El tema de la naturaleza es más complicado. Igual acá hay monte en los alrededores, y está el río. No será lo mismo, pero es mucho mejor que en una ciudad grande, donde sólo ves cemento. En cuanto a la gente, aquí también se puede compartir. Hay muy buenas personas en Villa María.  
-¿Has sufrido algún tipo de discriminación por tu condición de extranjero?
-Sí. No te lo dicen en la cara, pero sí a tus espaldas. Yo vivo en el barrio Las Playas, donde hay otros inmigrantes, y a veces los más jóvenes son los que te pueden decir algo. Lo peor es cuando se lo dicen a algunos de mis hijos, en la escuela. Para ellos es duro, y por ahí vienen muy tristes, y me piden que nos volvamos a Bolivia para no sufrir eso.
-¿Qué te genera esta situación?
-Rabia. Somos todos iguales, por dentro todos tenemos sangre roja ¿no?, y hemos sido creados de un solo Dios. Yo me lo tomo con tranquilidad.  
-Volvamos a tu tierra: en el Chapare vivió Evo Morales, y allí desarrolló su carrera sindical hasta poco antes de ser presidente. ¿Qué se siente que una figura de relevancia mundial como él se haya formado en una aldea cercana y parecida a la de uno?
-Un gran orgullo. A Evo lo queremos mucho, y no sólo en el Chapare, sino en toda Bolivia.
-¿Por qué?
-Porque transformó el país. El ha sido el único que se puso a gobernar para la gente. Todos los políticos que pasaron antes jamás se preocuparon por nosotros, nos tenían olvidados. Ni agua teníamos. El apoyo es muy grande ahora, hay ayudas a los campesinos para producir y vender, créditos, escuelas, salud, carreteras. Por algo la gente lo vota tanto.
-Evo trabajó, al igual que muchos de tu paisanos, en las múltiples y polémicas plantaciones de coca del Chapare. Hay gente que piensa que, en la lucha contra el narcotráfico, es necesario erradicarlas, ¿qué opinas al respecto?
-Que hay que separar lo que es la cocaína de la hoja de coca para mascar, una cuestión cultural en Bolivia, y de la que vive mucha gente. La hoja no es la droga. Para mí se tiene que seguir plantando, pero controlando el narcotráfico.