Lilian Santacruz es oriunda de Ciudad del Este, en la vecina República de Paraguay y esta hermosa joven de 35 años de edad resalta las muchas bondades de su tierra, tan rica en tradiciones y gente noble. El amor por nuestra ciudad desde su misma llegada y la vida en la Triple Frontera fueron las permanentes cuestiones del diálogo.
-Lilian, vos naciste en Ciudad del Este, que está al lado de Puerto Iguazú, Argentina, y de Foz de Iguazú, Brasil ¿cómo es la vida en esa llamada Triple Frontera?
-Lo mejor es el contacto con los países vecinos, que te permite cruzar a bailar a Brasil y juntarte con amigos en Argentina, por ejemplo. Y la naturaleza que hay es impresionante. Tenes el río Paraná, selva por todos lados, y un montón de animales, convivís con ellos. Uno de niño salía al patio de la casa y se encontraba con monos, tucanes, gansos… por eso a mi mamá cuando viene a visitarme no le gusta, Villa María le parece demasiado ciudad, demasiado cemento. Otra cosa a la que ella no se acostumbra es a los horarios, porque allá la gente a las 3 ó 4 de la mañana ya está levantada.
-¿A las 3 de la mañana se levantan decís?
-Sí, los horarios de mi región son muy distintos. La gente empieza a trabajar muy temprano y después del mediodía ya cierra todo, porque los calores no se aguantan, son sofocantes.
Lo curioso es que a esa hora, cuando se levantan, ya comen fuerte, mucho más que un desayuno: empanadas, sandwich de milanesa, chipá (pan hecho con mandioca), sopa paraguaya (que en realidad es como un bizcochuelo salado con queso), borí borí (un guiso hecho con carne y bolitas de harina de maíz)… un montón.
-Y después todo el día tereré
-Absolutamente todo el día tereré. Pero diferente que en Argentina. Ustedes lo toman con jugo de limón, y allá es agua sola. Yo acá sigo tomando de la forma tradicional. Incluso a veces se le agrega lo que nosotros llamamos remedios yuyos, que son hierbas medicinales, como el burrito o el cedrón. Cuando estábamos enfermos nuestras abuelas nos curaban con los yuyos. Lo de las pastillas y jarabes es algo nuevo para nosotros. Y eso no hace tanto tiempo tampoco, yo tengo 35 años.
-Todo muy tradicional digamos. ¿Qué otras costumbres tienen en Paraguay que a un villamariense pueda llamarle la atención?
-El tema del respeto a las personas mayores. Yo a mi mamá, por ejemplo, le digo señora mamá aunque ustedes no lo crean, y si salgo a algún lado o me voy a dormir, le pido que me de su bendición, juntando mis manos. Eso es muy normal en mi tierra, hasta el día de hoy se hace. Y a los abuelitos también se los respeta muchísimo. Acá de repente es distinto.
-¿Cómo es la gente en Ciudad del Este y en Paraguay en general?
-Por lo general son personas de muy buen corazón. Son gente humilde y muy sincera. Cualquiera que vaya a Paraguay se puede dar cuenta de eso. Tienen un corazón gigante, te dan hasta lo que no tienen, y sin envidia. Yo a veces en Argentina noto la diferencia, sobre todo con las mujeres. Acá entre las chicas hay mucha rivalidad, se pelean mucho, yo no sé por qué.
También hay que decir que nos gusta mucho la fiesta (risas) ¡Es verdad! Los paraguayos trabajan duro, pero también saben festejar. Se baila, se canta, con la polka sobre todo, que es la música tradicional. En general todas las tradiciones se conservan muy bien allá. Para mí son los tesoros más grandes con los que cuenta la tierra paraguaya.
-¿Y lo malo?
La pobreza que hay, y el tema de los robos, que ha crecido muchísimo, y que me parece es consecuencia de lo primero, eso es lamentable. En Ciudad del Este sobre todo, que hay drogas y tráfico. Con decirte que desde hace unos años aparecieron motochorros también.
-¿Vos te viniste a Villa María por esta situación que contás?
-No, me vine porque me enamoré de un hombre de la localidad de Ordóñez, que era transportista. De esto hace ya 13 años. Nos conocimos en mi ciudad y me ofreció venir acá. Hoy estoy separada, tengo dos hijos y estoy contenta, porque soy dueña de un almacén y vivo con dignidad en este país.
-¿Te gusta la ciudad?
-Yo amo a Villa María. El tema de la tranquilidad y sobre todo de la seguridad. Y el apoyo que uno tiene aquí. En Argentina vos vas al hospital y no pagás un peso, eso es muy importante para la gente. Sentís que el Estado está presente, con sus defectos y sus virtudes. En Paraguay lamentablemente eso no existe, la gente queda librada a su suerte.
-Si te despedimos en guaraní ¿podrías responder?
-¡Obvio! Yo hablo el guaraní desde chica. En Paraguay todo el mundo habla el idioma, más hoy que te lo dan en el colegio. Yo no lo sé escribir y me cuesta leerlo, porque en mi época de estudiante no se enseñaba, lo aprendías en la casa. Pero con mi familia, mis vecinos, mis amigos, oralmente lo usamos más que al castellano. Incluso acá, con las dos amigas paraguayas que tengo, nos comunicamos casi exclusivamente en guaraní. Es una lengua hermosa, yo nunca voy a dejar de hablarla.
Pepo Garay