La noche de revancha de la tercera edición del Festival de las Instituciones tuvo el gran final, sin lluvia, y con el riojano chayero más hitero del momento, con fiesta bailable donde no faltó la harina y… “espuma loca”.
Apenas 20 minutos después de la medianoche subió al escenario el Chaqueño Palavecino para arremeter con una seguidilla de chacareras y zambas, algún chamamé y recibir la respuesta enaltecedora del público: todas las sillas dispuestas como plateas se convirtieron en patios de la abuela. Hasta hubo parejas que se las arreglaron para bailar entre las butacas. A partir allí el faltazo de Los Manseros Santiagueños pasó a ser sólo la bronca de los organizadores y representantes de artistas (ver recuadro). El público no paró de agitar pañuelos y ensayar zapateos, saltar en un pogo enharinado y mechar pasitos cuarteteros-cumbieros.
La noche comenzó antes de las 21 con la villamariense Claudia Mazzini, quien fue despedida con un buen número de asistentes ya por esa hora. Le siguieron los locales de Tres Sentidos, que son responsables de mantener ese espacio, ya que es la tercera oportunidad en la que suben a ese escenario.
Con el clima peñero logrado, el animador Miguel Borsatto sacudió a los presentes con el “Buenas noches, Tío Pujio”, y tras llamaradas y pirotecnia fría, más una suelta de globos desde distintos puntos del predio (no hubo fuegos artificiales), el armonicista villamariense Fabricio Rodríguez comenzó un espectáculo que paseó por diversos géneros, pero que inició con “La telesita” y finalizó con al ritmo cuartetero de La Mona Jiménez.
El humor un tanto costumbrista y atrevido, pero siempre ligado a los abuelos gringos y haciendo eje en los pueblos, lo aportó el fabuloso Gato Peters. El hombre de Las Flores (provincia de Buenos Aires) expuso sus pergaminos de temporada desplegando su trabajo Dichos y hechos, con mucho más, por casi una hora.
Tras breve pausa llegó el salteño Palavecino, casi sin presentación ni preámbulos convirtió guitarra en mano el predio en patio de chacareras y desafió a los bailarines poniendo a prueba su resistencia. El Chaqueño optó por un repertorio amplio para cantarles a su pago, a la tierra, al amor y al desamor, a su gente y a la guitarra, siempre con un estilo pasional. A la 1.40 de la madrugada bajó dejando una estela de éxito para la organización, cubriendo la ausencia santiagueña.
Pero (de esos peros que siempre hay), al bajar Palavecino se produjo un corte de energía general, en todo el pueblo. Con el predio a oscuras, el suministro buscó restablecerse y ante las dudas, los integrantes de la cooperativa local pusieron en marcha los dos generadores dispuestos (uno propio y otro de EPEC) para asegurar la continuidad de la fiesta. A los 20 minutos todo volvió a la normalidad y pocos advirtieron el problema, menos su solución.
Para coronar la velada, Sergio Galleguillo arremetió desde las 2.20 con su repertorio chayero y la harina comenzó a ganar en nubes, cuando la noche cada vez hacía sentir más el fresco viento. También los entusiastas sumaron los pomos de “espuma loca” y avasallaron algunos perímetros para armar una especie de pogo frente al cantante riojano. “La chaya es agua, agua que te lava la cara. Y la harina es caricia, caricia de un hombre a una mujer. El agua y la harina nos pone a todos iguales, hace a la igualdad. Ese es el mensaje de la chaya. Igualdad para que no haya violencia de género”, dijo antes de dedicar “Niña Chay”. Luego subió con “Anoche soñé con vos”, bajó un poco con “Zamba para olvidar” y aplicó su hit “El camión de Germán”, para marcar apenas la mitad de su presentación. Baile va, salto y carnaval viene, el hombre avanzó en diálogo con la gente y cerró una fiesta repitiendo entre bises “El camión...”, pero dejando la marca de éxito a la fiesta donde no pudo estar la edición pasada, pero que ahora sabe, no le puede fallar.
Franco Gazzoli
