1 - Bohemia: 

Primero fueron las granjas comunales, allá, en el amanecer de los 70´. La idea era enterrar el estrés y dejar que entrara el sol y a partir de allí El Bolsón fue construyendo esa identidad que hoy resulta inconfundible. Un signo, el del primer “pueblo hippie” del país, que a pesar de los pesares se mantiene con vida. Se aprecia en el deambular despreocupado de jóvenes y no tan jóvenes la bohemia, la música, el mirar el día sin mirar el reloj, la ropa vieja y colorida, los bares con estilo “no importa si se tarda el mozo”. 

Sobre todo en la bonita plaza Pagano (con su lago artificial, médula de la ciudad y punto de encuentro de 20 mil habitantes) y en la lindante feria de artesanos, grande ella, que aquí todo el mundo tiene alguna obra de arte para mostrar. El resto del cuadro es callecitas de tierra, varios gauchos (los oriundos del pago, poniendo el toque rural característico) y aroma a sahumerio.   

 

2 - Piltriquitrón: 

Buen ejemplo del talento creador de la localidad es el Bosque Tallado, que a 12 kilómetros del centro exhibe las más delirantes esculturas talladas sobre troncos (hay que caminar media hora en subida desde el estacionamiento, adonde llegan los autos particulares y los taxis). El mismo sirve también como posta en el ascenso al majestuoso Cerro Piltriquitrón. 

Un coloso de casi 2.300 metros de altura que es emblema del suroeste rionegrino y que hace de lienzo indispensable en cada postal del municipio. Subirlo desde el Bosque Tallado demanda dos horas de caminata a cielo bien abierto y una última parte de empinadísima trepada por la arenisca. Una vez en la cima, queda aprovechar las vistas totales y sencillamente extraordinarias de valle, cordillera, ríos, lagos y bosques.   

 

3 - Circuitos: 

Al otro lado de El Bolsón, en el oeste, los perfumes de la cordillera menos corpulenta convidan los cerros viejos (el Lindo, el Roca del Tiempo) y un universo de ríos cristalinos (el Azul es el capitán), arroyos y cascadas que bien expresan lo generoso en agua que andan estos parajes. 

Allí, varios refugios de montaña señalan los inicios de distintos senderos, como el Cajón del Azul, el Natación y el que lleva al Glaciar Hielo Azul. Propuestas ideales  para el viajero deseoso de contactarse con la naturaleza. La coyuntura es de mucho verde, el que brindan las coníferas, lengas, ñires… los bosques andino patagónico, en fin, luz del sur argentino.  

 

4 - Lagos: 

Capítulo aparte merecen los lagos. Magia y frescura que bendicen a los alrededores de la ciudad y que invitan a apreciar las montañas nuevamente, en una combinación patagónica al cien por cien.  Los estelares son dos: el Puelo y el Epuyen, ambos situados en Chubut (el límite interprovincial descansa a pocos kilómetros de la plaza de El Bolsón). El primero es el epicentro del Parque Nacional Homónimo (pegado al vecino pueblo de Lago Puelo), que cobija escuetos paseos entre el follaje, playas anchas, turquesas en la superficie y cumbres nevadas al fondo. 

El Epuyen, en tanto, pinta acuarelas parecidas, aunque todavía más solitarias. La cascada Cinco Saltos es testigo. Otros espejos de agua famosos son la Laguna Espejo (al sureste) y el Lago Escondido (al noroeste),  mucho más escasos en cintura que el Puelo o el Epuyen.   

 

5 - Birra: 

Icono de la zona es también la cerveza artesanal. Una no muy antigua tradición impulsada por unos pocos parroquianos venidos desde Alemania y que está corporizada en más de 30 empresas y pymes que cada día elaboran las más exquisitas cervezas de la Patagonia. Rubia, negra, de trigo, con miel, de frambuesa, de cereza y hasta la famosa “picante”, son algunas de las variedades que tientan el paladar del viajero. 

El fenómeno  encuentra su ápice durante el verano, con la celebración de la Fiesta Nacional del Lúpulo. Una planta que se produce a gran escala en el área y que de acuerdo al decir de la paisanada es la mejor del país.  

 

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