“Creo que la muerte y el nacimiento son hermanos. Que la muerte ocurre para que el nacimiento sea posible. Y que hay nacimientos para confirmar que la muerte nunca mata del todo".
Esto decía Eduardo Galeano en una entrevista realizada por la revista “Ñ” en 2008. Y vaya si la muerte no lo ha matado del todo. A él, quien ayer fuera despedido por todo el mundo literario, el periodismo, la escena cultural variopinta, los movimientos sociales, los referentes políticos y los luchadores históricos de todo el continente. A él, quien en los 70 pudo abrir las venas de una América Latina expoliada en sus recursos naturales y reprimida en sus intentos de liberación.
A él, quien escribió y cronicó en favor de los más humildes, de los explotados, de la mujer golpeada, de los “Nadies”. A él, que se declaró no un pensador, sino un “un sentipensante”, es decir, “alguien que intenta atar la emoción y la razón, volver a unir la razón y el corazón”.
A él, quien rescataba y traducía historias populares (del amor, la muerte, la religión, el trabajo, el fútbol), a microrrelatos escritos en pequeñísimas libretas con una implacable y poderosa contundencia.
Eduardo Galeano, según señalan los medios del mundo, nació el 3 de septiembre de 1940 y falleció el 13 de abril de 2015. Nació y murió en Montevideo, su entrañable ciudad natal. Si nos ciñéramos a sus propias palabras, repetiríamos: “Por muchas vueltas que le demos al asunto y por muchas palabras que le pongamos, a eso, así de simple, se reduce todo: entre dos aleteos, sin más explicación, transcurre el viaje”.
“Las venas...” en el aula
Varias generaciones de estudiantes de Comunicación Social han conocido o ahondado en los textos de Galeano gracias a la profesora María Felipe. Debido al recuerdo expresado por sus exalumnos, publicó ayer en su Facebook: “Yo lo pienso charlando con Zapata, Sandino, Mujica, el Che, Camilo, Monseñor Romero, Chávez y otros miles más que nos marcaron cuál es el camino para nuestra amada Latinoamérica”.
En diálogo con EL DIARIO, recordó que lo conoció personalmente en los albores de los años 90, en un encuentro organizado por Roberto “Tato” Iglesias, en San Luis, adonde había viajado junto a alumnos del Inescer.
“En aquella oportunidad -rememora- le pidieron un mensaje para la juventud y él aclaró: ‘Yo conozco jóvenes de 80 años y viejos de 17 años’, dando a entender un concepto distinto de la juventud, ligado a la lucha y el compromiso”.
“Galeano siempre tuvo esas respuestas. Una vez, mineros de Bolivia le preguntaron cómo era el mar y luego él relató: ‘Los mojé con palabras’”.
En realidad, Felipe “conoció” al escritor cuando tenía 16 años, al toparse con el libro que cambiaría su vida, como la de tantos otros: “Las venas abiertas de América Latina”. “Ese fue el primer libro que mi viejo quemó por miedo, en plena dictadura. Luego pude conseguir otro ejemplar que terminó firmado por el autor”.
Respecto al uso didáctico de sus textos, precisó: “En ámbitos académicos han renegado mucho de Galeano porque no provenía del círculo de historiadores y, además, era de fácil lectura. Fue uno de los que más aportó a la socialización del conocimiento. Porque no sólo es importante investigar, sino también saber cómo se comunica, no reservarla a una elite”.
En el mismo sentido, indicó que “aunque a veces el alumno tenía que leerlo por obligación, en general los chicos han quedado muy enganchados. Es sabido que si tenés un libro de él, no te vas a aburrir. Fue siempre un encantador, un disparador que te abría puertas”.
Vida y obra
Nació bajo el nombre de Eduardo Germán María Hughes Galeano, en 1940, en Montevideo. En los 60 fue editor del semanario Marcha y director del diario Epoca. En 1973, exiliado en Buenos Aires, fundó y dirigió la revista Crisis.
Sus obras más destacadas son: “Las venas abiertas de América Latina” (1971) y la trilogía “Memoria del fuego” (de 1982 a 1986), ambas traducidas a 20 idiomas. También se cuentan “El libro de los abrazos” (1989), “Patas arriba. La escuela del mundo al revés” (1998), “Espejos” (2008) y su última obra, “Los hijos de los días” (2012).
Por su obra fue galardonado con el Premio Casa de las Américas (1975 y 1978) y American Book Award (1989), entre otros. Además, recibió el Doctorado Honoris Causa en siete universidades de América (en 2008, en la Universidad Nacional de Córdoba).
Palabras mayores
* “La utopía está en el horizonte (...). Entonces, ¿para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.
* “Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales (...). Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear y quien se acerca, se enciende”.
* “No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta”.
* “En realidad, todos escribimos un solo libro, que va cambiando y se va multiplicando a medida que la vida vive y el escritor escribe”.
HONORIS CAUSA EN LA UNC
El 15 de octubre de 2008 Eduardo Galeano visitó la ciudad de Córdoba para recibir el título de Doctor Honoris Causa en la UNC. El premio le fue otorgado por su obra documental y narrativa. Además, recibió un facsímil del Manifiesto Liminar de la Reforma del 18 y fue nombrado socio de Belgrano.