“A quién elegimos cuando votamos”
En cada acto eleccionario, los ciudadanos, renovamos la esperanza por un cambio, por conformar proyectos políticos que se relacionen con nuestros pensamientos.
La democracia nos da esa oportunidad única, de transparencia y justicia, que debemos en forma indeclinable cumplir (artículo 77 Constitución Nacional) hasta que el mandato del ganador se cumpla y luego volvemos a soñar en otro acto eleccionario con renovaciones y nuevos proyectos que satisfagan las expectativas de vida en la democrática, hasta aquí lo que sería la transparencia, pero veo que después de cada elección la misma se empaña con engaños por parte de quienes fueron elegidos, ejemplos sobran en mi ciudad que detallo:
El entonces concejal Javier Sosa fue el primero que escindió su banca en el Concejo Deliberante, lo siguió Karina Bruno cuando se pasó al Partido PAIS, Gustavo Magrín en su momento se pasó al FPV, Carlos Andrada escindió su banca pasando a conformar en forma oscura las filas del accastellismo y lo peor está sucediendo, el Partido Villamariense ya no existe como gobierno opositor, Raúl Costa resultó ser ganador por la minoría, sus concejales Ricardo Pereyra antes de asumir dividió su banca, lo siguieron Georgina Etchegaray y por último Darío Capitani, que llevó al PRO como gobierno cuando en realidad ni participó en el acto eleccionario. Se burlaron de los ciudadanos que apostaron a un cambio, la Ley 23.298 habla de manera clara cómo deben constituirse los partidos políticos para poder participar en los distintos actos eleccionarios, su conformación y los integrantes de los mismos son parte, no habla de escindidos, habla de los propósitos que se tienen, de las aspiraciones y de propuestas hacia un gobierno por el lapso que dura el mandato popular.
Las bancas, ¿a quiénes pertenecen entonces? Los elegidos dentro de una lista sábana pueden representarse a sí mismo con ideas propias? Pueden de manera arbitraria hacer gastos con nuevos secretarios, espacios, etcétera, etcétera? Pueden presentar proyectos de manera unipersonal, sin la avenencia de su jefe político?
Las pruebas están a la vista y los ejemplos sobran, cuando Carlos Andrada fue a una elección a intendente, por lo que consideraba votos propios, quedó muy lejos y por consiguiente al descubierto su delito de robo.
Para qué existen candidatos titulares y suplentes si luego se hace lo que se quiere, porque entonces tenemos la obligación si no tenemos el derecho a exigirles que devuelvan lo que no les pertenece.
El cumplimiento de la Constitución, las normas y las leyes que se dicten son de pleno cumplimiento, quien no lo haga estará delinquiendo.
Por ello cabe preguntarse a quién elegimos cuando votamos, dónde radica la responsabilidad que el pueblo le confiere cuando el artículo 22 de la CN dice: “El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución”.
La voluntad del pueblo es soberana y debemos exigir que se cumplan sus mandatos, ¿quienes se escinden tienen la suficiente autoridad de volver a ser elegido?
Le agradezco la deferencia de permitirme expresar lo que muchos pensamos y que pocos tienen la oportunidad de hacerlo por distintos motivos.
Le saludo muy atentamente quedando a su entera disposición.
Sergio Daniel Calderón
DNI 14.665.898
Ex-soldado Conscripto
Combatiente en Malvinas
Más que su legado
Cursábamos la carrera de Comunicación Social en el Inescer y debíamos realizar un documental para las materias Historia Latinoamericana, Antropología, Cultura contemporánea y Práctica comunicacional 3. Entonces con mis amigos y compañeros Wily Hintermeister, Pablo Paredes y Matías Azcona empezamos a pensar temas sobre de lo que se podría tratar el documental, hasta que se nos ocurrió tocar la problemática de la Amazonía como trabajo final.
Entonces empezamos la búsqueda de gente que nos podría aportar aspectos sustanciales sobre esta problemática. Hasta que en diciembre de ese año 2011 en el encuentro de Animación Social Cultural en el Inescer, a Tato Iglesias (que disertó ese año en ese encuentro) nos da el e-mail de Eduardo Galeano, para poder contactarnos y ver si le podíamos realizar una entrevista y además nos recomienda que hablemos con Raúl Zibechi, que era un hombre que sabía y estaba muy informado sobre el tema de la Amazonía. Lo bueno que los dos eran de Montevideo.
Lamentablemente Galeano no contestaba los e-mails que le enviamos a su casilla, pero Zibechi sí, así que en diciembre de ese año Wily (que también es uruguayo y vuelve seguido hacia su país de origen) empezó la búsqueda de los futuros entrevistados y llegó al mítico Bar Brasilero instalado en “ciudad vieja” de la capital charrúa y donde Eduardo frecuentaba. Nuestro compañero no lo encuentra pero entabla una buena relación con el chico que atendía al bar que le confirma que Galeano asistía normalmente a tomar un café y leer un largo rato. Nosotros entusiasmados nos vamos en febrero de 2012 a Montevideo con esperanza de poder conocer a Eduardo Galeano y por qué no, hacerle una entrevista a una de las personas que más nos influyó en la recorrida de nuestra carrera, después de leer “Las venas abiertas de América Latina”. Después de eso uno ve el mundo con otros ojos.
Llegamos un martes a Montevideo y el miércoles nos fuimos al mediodía a almorzar y de paso a conocer ese bar, que ya para nosotros tenía algo especial, sentarse ahí, ver los portarretratos donde se encontraba Eduardo tomando y leyendo en ese lugar. Hablamos con el chico que nos atendía y le preguntamos ¿y cuándo podemos encontrar a Eduardo? Y nos responde: “Y chicos no lo sé, pero pasen mañana a la tarde, a lo mejor…” Al otro día volvimos ya con pocas expectativas de encontrarlo. Recuerdo que fui el primero en entrar de los tres y lo veo sentado en una mesa en el fondo. En verdad, no lo podíamos creer. Era una mezcla de sensaciones: alegría, emoción que se mezclaba con nuestra timidez para ir a hablarle. “¿Y qué hacemos?, ¿lo cortamos?, está charlando con otra persona”. Hasta que Wily nos dice “y vamos, no creo que se enoje”. Así fue, le cortamos dos segundos su charla y el muy amable, se levantó y nos dio la mano a cada uno de nosotros. La verdad no nos salía ni una palabra hasta que le comentamos lo que estábamos haciendo en Uruguay y si le podíamos hacer la entrevista. La verdad, no podía porque estaba terminando su último libro. Pero en realidad ya estábamos felices de haberlo conocido, de haberlo tratado aunque sea un rato. Nos firmó unos autógrafos de una forma particular, porque en cada autógrafo hizo un dibujo, para que sepan que es un autógrafo exactamente de él y por último le pedimos una foto, a la que accedió sin problemas. En sí, nos quedamos con la satisfacción de haber conocido a uno de los mejores autores que pudo dar nuestra Latinoamérica y por lo tanto, cuando me enteré de la triste noticia de su fallecimiento, me causó mucha tristeza, pero también me quedo con una frase que parece repetida cada vez que se va alguien como Eduardo. El se fue pero lo que queda son sus obras y su legado.
Martín Giachello