Todos los días se generan situaciones enojosas promovidas por quienes no respetan los derechos de los demás, especialmente de los discapacitados (por inmovilidad, ciegos, etcétera), que, además, son consentidas por quienes tienen la obligación de hacerlos cumplir.
Usuarios que a diario tienen que operar en el ascenso y descenso de familiares impedidos de la comodidad que los demás disfrutan tienen que renegar al llevar y retirar a los mismos del Instituto Rivadavia, con sendas rampas pintadas de azul en calle Tucumán y Antonio Sobral y el cartel que indica que es “exclusivo para discapacitados”.
“Numerosas veces lo comunicaron a Tránsito y responden que nunca tienen gente ni camionetas ni nada para corregir el reiterado problema. Una vez dijeron que la única camioneta estaba en el Aeropuerto, en la custodia de Daniel Scioli...”, dijo un vecino.
Mientras tanto, que los discapacitados se joroben, que revienten. Y los usuarios se preguntan: ¿con la instrucción que reciben no les alcanza para aprender el significado de los carteles y el respeto al prójimo? No hay derecho.