“Ayer (por el jueves) nunca amaneció en Junín de los Andes. Recién se empezó a aclarar el cielo a las dos de la tarde”, relató a EL DIARIO la villamariense Carolina Beccaría, quien reside desde hace diez años en la pequeña localidad neuquina de aproximadamente 20 mil habitantes.
Situada al sudoeste de la provincia patagónica y a 380 kilómetros de la capital, Junín ha sido de una de las zonas más afectadas por la erupción del volcán chileno Calbuco, registrada el pasado miércoles por la tarde.
“En realidad, no me enteré que había erupcionado el volcán hasta bien entrada la noche”, rememoró. “Doy clases de Educación Física en una escuela secundaria hasta las 21 y ningún alumno me comentó nada. Cuando llegué a casa mi marido (que también es profesor de la misma especialidad), sólo me dijo que parecía que iban a llover cenizas. Más tarde, empezamos a escuchar como truenos y temblores, hasta que se movió el piso de nuestra casa. En ese instante nos dimos cuenta lo que realmente estamos pasando”.
Al otro día Carolina se entera que había llegado un e-mail a la dirección de la escuela explicando la situación y decretando la suspensión de clases. El jueves se “prolongó” la noche como un denso manto de oscuridad que elevaba un fino polvo de cenizas; “como talco”, graficó Beccaría.
Cuenta la docente que una de sus nenas (tiene una de 2 y otra de 4 años), al no entender bien lo que sucedía, exclamó como una ocurrencia: "Al final me quedé toda la noche despierta".
“Nosotros pensamos que a lo sumo iba a pasar como años atrás cuando erupcionó el volcán Puyehue (en 2011), por el cual nos llegaron cenizas pero no tantas como ahora. Tengo como 20 cm de alto acumulado en el patio”, indicó Carolina, cuya morada se encuentra al pie de una montaña.
“Esto fue una sorpresa para todos, hasta por los propios chilenos que tienen una cultura volcánica mucho más preparada. Nadie se lo veía venir porque el Calbuco -que se encuentra a 180 kilómetros de Junín de los Andes- hacía 50 años que no registraba actividad”, acotó.
La vida cotidiana “alterada”
“Hasta el momento no sabemos el tiempo que va a demorar volver a la normalidad”, remarca Carolina, recluida en su casa junto a su familia. “No hay clases, la administración pública no trabaja aunque sí está abierto el banco y la guardia del hospital. Hay comercios y despensas que están abiertos pero la gente sólo sale si hace falta. Imaginate que si circulás con el auto levantás un polvillo que no te deja ver casi nada”, añadió.
Respecto a la acumulación de cenizas, Carolina espera que el municipio pase a recolectarlas con una máquina retroexcavadora. “Menos mal que en estos días no hubo ni una sola gota de viento, y eso que es una zona ventosa, si no con todo este polvo no sé qué haríamos”, se preocupó.
Por último contó que el área más perjudicada es la zona rural, dado que “se vive de los animales y se ha descubierto que tienen muchos problemas en la vista”.
Barbijos. Consultada sobre la polémica que se había generado por el supuesto aumento de precios de barbijos en la zona, Beccaría señaló que “aquí eso no pasó, sino todo lo contrario. Algunos negocios hasta los regalaron y mucha gente se puso a coser para donarlos solidariamente”.