Ubicado en la plenitud de las sierras, a apenas dos kilómetros del Dique San Roque, sobre ruta E 55 (la que une a la capital provincial con La Calera y, luego del lago, con Bialet Massé), la Usina Molet soporta estoica los avatares del tiempo. Aunque la central que ayer proveía energía a Córdoba se las vio negras cuando quedó cerrada a principios de la década del 60, tras más de medio siglo de funcionamiento. Fue recién a partir de 2005, con la inauguración del museo que lleva su nombre (propiedad de EPEC), que cambió abandono por el rostro lozano y contador de anécdotas que luce actualmente.
Se trata de un lugar que, aunque poco conocido, bien podría ser catalogado de joya histórica. Inaugurado en 1902 como empresa de carburo de calcio, desde 1910 comienza a producir energía eléctrica, valiéndose de las aguas del río Suquía que le rugen al lado y que van a dormir al dique. Hoy, rodeada de naturaleza e impronta antigua, invita al viajero a descubrirle sus interesantes vericuetos.
Los distintos sectores
El recorrido comienza en la Sala de Ingreso. Allí, los guías dan la bienvenida al visitante y su curiosidad, en un entorno que explica la línea de vida de Molet y de las otras usinas vecinas: Casa Bamba (que también dejó de funcionar en los 60), La Calera y San Roque. Fotos, dibujos, paneles explicativos, elementos antiguos y maquetas ayudan a sumergirse en la historia del emprendimiento (ideado a fines del Siglo XIX por Alfredo Molet y Juan Bialet Massé). Asimismo, este sector aloja exposiciones artísticas transitorias (pinturas, esculturas, fotografías) y un local de venta de recuerdos.
Después, el segundo piso convida con la Sala de Piedra. Las paredes de ladrillo visto y mística de principios de Siglo XX envuelven de estilo los tesoros que con vistas a las sierras reposan. Antaño, el área servía para medir la producción eléctrica de las instalaciones, gracias a una serie de extraños aparatos que parecieran salidos de una novela de Julio Verne. Haciendo juego, los transformadores y las vitrinas con elementos originales de siete, ocho y nueve décadas atrás, potencian la sensación de viaje en el tiempo. Lo mismo ocurre con el antiguo taller, dueño de herramientas y otros dispositivos de la época. El espacio todo, funciona además como salón para actos conmemorativos y proyección de videos explicativos para el público en general.
El tercer piso, en tanto, se corporiza como el corazón del complejo. La razón de ello hay que buscarla en las sendas turbinas que supieron sacar bravura del Suquía, y llevar electricidad a miles y miles de cordobeses. Todavía comunican carácter las ancianas maquinas, fabricadas en Alemania y en Suiza, muy dispuestas a seguir contando primaveras desde las alturas de Molet.
Finalmente, el paseo se complementa con la visita a los patios de la usina. Momento entonces de contemplar la escultura Alabes de Liz (una especie de flor de casi cinco metros de altura y vanguardista figura), y las bondades de las Sierras Chicas. Allí el agua, naturalmente, también es protagonista.