Escribe Iván Wielikosielek - ESPECIAL UNVM
El pasado 17 de abril, la Colección Jesuítica de la Universidad Nacional de Córdoba fue incorporada por Unesco a la Memoria del Mundo para América Latina y el Caribe. El evento, llevado a cabo en la "Manzana de las Luces", tuvo entre sus disertantes al doctor Alfredo Fraschini, director del Centro Filológico de la UNVM.
No habían pasado ni cuatro años de la expulsión de los jesuitas cuando en Córdoba, en 1771, ya se efectuaba la primera denuncia sobre el robo de sus libros. Sin embargo, un año después, la “Junta de Temporalidades” entrega la biblioteca del Colegio Máximo a la incipiente Universidad de Córdoba, suspende toda averiguación acerca de los libros faltantes y ordena la venta de muchos ejemplares. Empezaba el saqueo que se extendería hasta ya entrado el Siglo XX. Y así, de los más de 3.900 volúmenes catalogados por los propios jesuitas (hasta los 8.000 que el historiador Guillermo Furlong Cardiff asegura reposaban en los anaqueles de la Orden) se llegó, en el año 2000, a la exigua cifra aproximada de 1.500. ¿Dónde había ido a parar el resto? El doctor Fraschini lo explica sin vueltas: “A otras bibliotecas estatales y a distintos coleccionistas en negociaciones privadas, a tal punto que hoy se hace muy difícil recuperarlos y rastrearlos. Sin embargo, durante las presidencias de Carlos Menem y Fernando la Rúa hubo decretos para devolver los libros que estaban en otras instituciones. Gracias a esto, en los últimos 15 años se recuperaron unos 500 libros más; por eso hoy la biblioteca cuenta con 2.500 tomos. No hay que olvidar que ambos presidentes habían egresado de la UNC y sabían de la importancia de esas pérdidas”.
Sin embargo, sería injusto decir que el intento de recuperación de aquel tesoro comenzó a partir de los años 90. Fraschini explica que “de hecho, el penúltimo catálogo fue hecho en 1970 y el último en 2000”. Precisamente fue el propio doctor porteño afincado en la UNVM quien, junto a un grupo de filólogos, trabajó en la edición crítica del Index Librorum, esto es, el catálogo de la biblioteca jesuítica de 1757 con los agregados de 1767. Al respecto, Fraschini recuerda que “fue trabajo arduo que comprendió varias etapas; la transcripción de 400 folios a partir del manuscrito, el seguimiento de las obras mediante el cotejo con otros documentos y la identificación de los autores mencionados mediante los ficheros de la Biblioteca Nacional de España, la de París y la del British Museum. Así fue como en 2005, la UNC publicó la obra en dos tomos.
Así, el pasado 17 de abril, el rector de la UNC, Francisco Tamarit, y la directora de la biblioteca, Gabriela Cuozzo, recibieron de manos del secretario del Comité Regional de América Latina y el Caribe de la Unesco, Guillherme Canela Godoi, la certificación que incorpora a la Biblioteca Jesuítica de la UNC al programa Memoria del Mundo. ¿Cuál es la importancia que encierra este acto? “Es el reconocimiento a la fuente de la cual bebieron las generaciones que consolidaron la cultura latinoamericana -comenta Fraschini-. Y esto, desde el tiempo de las colonias hasta el de las repúblicas independientes. Por suerte y amén de los saqueos, la biblioteca conserva verdaderas joyas, como la Biblia Polyglota, donde cada página está en ocho idiomas, o la Historia naturalis, de Ulises Aldrovandi, un tratado de biología donde el sabio italiano emplea un sistema de clasificación propio. También hay fabulosos métodos para aprender quechua, araucano y guaraní; y un montón de diccionarios antiguos. Como diría Borges, “la Biblioteca Grande era una pequeña Babel”.
-Cuénteme acerca de su ponencia, en la que también participaron el exrector Juri, el rector actual Tamarit y el titular de Unesco.
-Hablé precisamente sobre el concepto de “librería grande”, que para mí encierra tres matices. El primero hace referencia al tamaño físico, o sea, a la cantidad de libros que contenía. El segundo a la variedad temática de las obras que iban desde religión hasta Ciencias Naturales, Física y Literatura. Y el tercero, sin dudas, remite a su grandeza intelectual.
-¿Se refiere a la tarea de la biblioteca como formadora de universitarios?
-Exactamente. Por eso es que subrayé este punto, señalando que las bibliotecas han sido, desde siempre, la columna vertebral de las universidades. Basta pensar en la de Alejandría, la de Bolonia, la de Oxford o la de Salamanca.
-¿El centro filológico de la UNVM tiene pensado trabajar con textos de la Biblioteca Mayor?
-A partir de la actual digitalización de las obras, es probable que abordemos la edición bilingüe de algunas. Lo que sí hemos hecho ha sido trabajar sobre otros documentos de la vida intelectual de Córdoba en el Siglo XVIII, que se encontraban en repositorios europeos.