"La naturaleza y los animales son poca cosa para el hombre cuando el hombre es poca cosa", sostuvo el español Fermín Salvochea, llamado “El santo de la anarquía” por ser propagador de ese pensamiento.
Cuentan que, sostenido por estas ideas, un simio observó a la multitud de humanos y, frente al desconocimiento y desprecio que ha conducido al hombre a cometer crímenes contra la naturaleza y los animales, desgranó uno a uno los artículos de la Declaración Universal de los Derechos de los Animales aprobado por las Naciones Unidas.
“Todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos a la existencia”, recordó y agregó que “todo animal tiene derecho al respeto” y “el hombre, como especie animal, no puede atribuirse el derecho de exterminar a los otros animales o de explotarlos”; es más, “tiene la obligación de poner sus conocimientos al servicio de los animales”.
El chimpancé puso el acento en que “ningún animal será sometido a malos tratos ni a actos crueles”, al tiempo que apuntó que, “si es necesaria la muerte de un animal, ésta debe ser instantánea, indolora y no generadora de angustia”.
A medida que continuó el recitado de los artículos, el mono se percató de la expresión de incomodidad de los humanos y preguntó: “¿Qué les pasa humanos… están nerviosos?”. Como nadie contestó, prosiguió recordando los derechos de los animales para que el hombre entienda de una buena vez que su razón en la vida y en la historia es precisamente no ser poca cosa.