Uno de los casos sin resolver en la historia judicial de Villa María es el de la misteriosa desaparición de Sara Mundín, la joven que un día salió de su casa para encontrarse con su pareja, pero nunca más regresó. Al tiempo, la Justicia le informó a la familia que habían encontrado el cuerpo de la joven. Por pedido de la madre, lograron que se hicieran exámenes a los restos óseos y el presentimiento de la mujer se confirmó: ese cuerpo no era el de Sarita.
El hecho, hoy en el olvido, fue rescatado por la escritora entrerriana Selva Almada, autora del libro “Chicas muertas”, publicado hace un año.
“Empecé con la idea por uno de los casos, el de Entre Ríos, que es el que conozco desde que sucedió, porque vivía allá en el momento del crimen que conmovió a la región”, dijo la autora a EL DIARIO, al referirse a una de las tres historias que investigó para la publicación.
La víctima, una adolescente de un pequeño pueblo de su provincia, apareció muerta de una certera puñalada asestada en su cama.
“El hecho tiene ribetes misteriosos, ocurrió mientras dormía, cuando llovía, con sus padres en la habitación del lado. Esto hizo más difícil la investigación, más allá de la torpeza de la Policía. Y como fue un caso irresuelto, quedó un halo de secta, de magia negra o de ritual”, recordó, mencionando que los padres de la víctima fueron los sospechosos, aunque nunca comprobaron nada.
Esa historia, que escuchó en la radio de su pueblo cuando la autora era preadolescente, quedó presente hasta que otros casos similares le dieron forma al libro.
El segundo hecho fue el que tuvo como víctima a una humilde joven chaqueña. “Como mi marido es de esa provincia, un día, estando allá, veo un recuadro en el diario El Norte, en el que recordaban el asesinato ocurrido en 1983. Recordé la primera historia y pensé en las características similares: los dos habían sido en los 80, los dos tenían como víctimas a adolescentes, los dos fueron casos que impactaron en los pueblos donde ocurrieron y que no trascendieron a todo el país porque las comunicaciones en esa época no eran como ahora”, dijo.
Con esas dos historias, salió en busca de la tercera para empezar al libro. “Escribí a todos los diarios del interior buscando casos con esas características y nadie me contestó. Hasta que un periodista tucumano, que publicó en La Gaceta un artículo sobre un cuento mío, me contactó con Sergio Vaudagnotto (EL DIARIO) y él a su vez me conectó con Mary Amaya y Mónica Fornero, de la Asociación Verdad Real y Justicia para Todos, que empezaron a contarme la historia de Sarita”, dijo.
Con esos datos y una beca del Fondo de las Artes, pudo hacer una investigación que llevó dos años de charlas con familiares, vecinos y contactos con expedientes.
“Es difícil cuando pasa tanto tiempo, porque ya no estaban los mismos jueces y muchos de los testigos ya murieron. Por otra parte, los que están, van reconstruyendo el hecho en su memoria que no siempre coincide con los hechos, por lo que es indispensable cotejarlo con expedientes y con los diarios de la época”, señaló.
En el caso de Villa María, la entidad que lidera Mary Amaya le facilitó el expediente y pudo además contactarse con la madre y la hermana de Sara Mundín.
“En el caso de Andrea (la joven asesinada en Entre Ríos) un juez me ayudó a rescatar el expediente de un camión que los trasportaba para ser destruidos”, recordó.
Sobre Sarita
Tras entrevistarse con la madre y hermana de Sara Mundín, Selva Almada dijo que le impresionó “mucho la fortaleza de la mamá” y “el deseo intacto después de tantos años de averiguar qué pasó con su hija”.
La mujer está convencida de que su hija “no está muerta y presume que la tiene secuestrada una red de trata”. La hermana, en cambio, “cree que si estuviera viva, se las hubiera arreglado para comunicarse de alguna forma”.
“El caso de Villa María, queda como una pregunta abierta. Una pregunta por Sarita y por el cuerpo que encontraron que no era el de ella y que nunca fue reclamado”, señaló.
Enigmas
El libro no es una investigación periodística, sino que parte de los datos recabados para conformar un relato literario.
Como recurso, aparece la autora en primera persona, dejando plasmada sus impresiones y también, una tarotista que consultó realmente en 2012, una vez concluida la investigación de los tres casos.
“Más allá de que la consulta fue real, ella opera como un elemento literario que unifica las historias y también, porque como los hechos ocurrieron en pueblos chicos, del interior, donde conviven el médico y la curandera, la Iglesia y el vidente, hay un componente mágico que quise incluir”, dijo. Por otra parte, en los hechos ocurridos en Chaco y Entre Ríos, los familiares también consultaron a videntes buscando respuestas.
La mirada de género atraviesa todas las historias. “No me gusta la literatura que adoctrina o que pretende dejar un mensaje, pero uno no se puede despegar totalmente de su ideología, de su postura política, aunque escribas ficción”, explica la autora.
Desde la literatura, Selva Almada rescató del olvido tres crímenes no resueltos. Y, aunque no pretenda aleccionar, nos ayuda a activar nuestra memoria colectiva.
Patricia Gatti