A simple vista, Arroyo Cabral es una tranquila localidad del sudeste donde el único ruido proviene de las fábricas lácteas y de las canchas de Rivadavia y Colón.
Sin embargo, quienes pasen a altas horas de la noche frente a la casa de Fabio Morisetti, escucharán un lejano rugido de violas distorsionadas que nada tiene que ver con la paz ambiente. Los amplificadores no están a todo volumen ni perturban el sueño, pero ponen una nota “rara” a las tranquilas noches pueblerinas, esas donde se escucha el pedregullo bajo las gomas de bicicletas.
Es que a esas horas, este periodista porteño (“cabralense por adopción y orgullo”, como se define), se sienta a escribir algunos capítulos imprescindibles de la historia del rock argentino con “música de fondo”. Primero fue Buscando un lugar, su libro de 2013 (Ediciones Intertextos, Buenos Aires, 250 páginas) sobre el movimiento punk y sus protagonistas. Ahora es el turno de Años metálicos, la historia del heavy criollo. ¿El factor común de ambos trabajos? Además de ser la música con la que creció el joven Fabio en la misteriosa Buenos Aires, se trata de los géneros más “undergrounds” y menos estudiados del rock, hijos dilectos de la rebeldía inglesa de los Sex Pistols y Led Zeppelin. Pero mejor que su propio autor hable sobre el origen de su segunda criatura.
Una continuación
¿Años metálicos es como una “segunda parte” de tu libro de punk?
-En cierto modo, sí. El libro abordará el movimiento en el cual crecí y que está íntimamente relacionado con el punk. En ambos hay muy poca bibliografía escrita en nuestro país.
-¿Qué tienen en común el heavy metal y el punk?
-Muchísimas cosas. Pero lo primero que te diría es que los dos nacen y se desarrollan a partir del inconformismo de una parte de la juventud, esa que no se ve reflejada en lo pasatista y comercial y empieza a buscar otras alternativas. Las letras, por ejemplo, hablan de lo que pasa en las calles y eso era inédito. Además, con el punk y el heavy cambia la figura del músico, que pasa de ser este tipo intocable del escenario al que se toma unas birras con los pibes de la esquina. Los dos géneros aportaron el sentir de la clase obrera, de los desplazados y de la gente que necesitaba una música y una estética diferentes.
-¿Cómo será la estructura de tu trabajo?
-Tendrá un formato similar al del libro anterior, priorizando los testimonios de los protagonistas. En esta oportunidad espero contar con el aporte de unos 50 músicos de la escena, estando la gran mayoría de las bandas representadas. Pero la particularidad de este libro es que no será de papel, sino de descarga gratuita. Se posteará en junio, en un link de mi Facebook y todo aquel que desee leerlo no tendrá más que descargarlo.
Sobre las entachadas huestes fundacionales
¿Cuándo empieza exactamente el heavy metal en Argentina?
-Hay quienes hablan de antecedentes en los 70, pero los 80 fueron los comienzos fundacionales con Riff. A partir de la aparición del primer grupo de Pappo, el metal comienza a trascender y a hacerse medianamente masivo, a lo que luego se sumará V8.
-Hoy cuesta encontrar esa energía primordial de Riff o V8, ¿qué le pasó al género en estos 35 años?
-Pasó que desde aquellos años el heavy se mezcló con otros géneros y se terminó aggiornando mucho. Por eso el libro intenta rescatar esa esencia que tuvieron las bandas primeras, cuando todo era cuesta arriba y ni siquiera estaban dadas las condiciones musicales ni sociales para desarrollar el género, pero estos músicos igual se las ingeniaron para inventarlo.
Será por eso que, muchos años después, Tony Scotto (Hermética), Enrique Gómez Yafal (Kamikaze), Danny Peyronel (Riff), Javier Retamozo y Sergio Berdichebsky (Rata Blanca), Walter Meza (Horcas) y Gady Pampillón (Tarzen, Riff, Alakrán, La Torre) sólo por citar algunos nombres, volverán a tomar el micrófono.
Esta vez será para hablar de aquellos viejos años perdidos; aquel tiempo en donde un grupo de muchachos vestidos con cuero y tachas fundaba uno de los movimientos artísticos más importantes para nuestro país y nuestra lengua.
Iván Wielikosielek
-Especial-