Fue suspendida en las últimas horas la presentación del cómico cordobés Mario Devalis.
El imitador iba a dar una función en el Teatro Verdi de su espectáculo “Las mil y una noches de humor” este sábado a las 22.
El escaso interés del público pudo ser una de las causas de la suspensión. En cambio, las ventas para la obra que traerá el porteño Julio Chávez el 24 alentaron a los responsables de la sala local a pedir una segunda función. Las plateas para las 21 horas están a punto de cubrirse, cuando aún faltan 17 días para “Red”, la obra escrita por John Logan.
“Red” está dirigida por Daniel Barone y cuenta con las actuaciones de Julio Chávez y Gerardo Otero (foto).
Como en esas grandes aventuras que arriban a un melancólico final, relatos de viajes, luchas y conquistas, donde el héroe, ya envejecido y debilitado es asistido por una mano amiga para transitar sus últimos momentos, queriendo quedarse pero yéndose irremediablemente, en Red, el inmenso Mark Rothko (Julio Chávez), recibe a un joven ayudante (Gerardo Otero) para asistirlo en la confección de un encargo faraónico y muy bien redituado. El trabajo y la nueva compañía han llegado en un momento crucial, aquel de la transición entre el arte moderno y el nacimiento del contemporáneo.
Para el hombre de carácter contundente, representante y bandera del expresionismo abstracto, asomarse al abismo de su propio final no puede resultar sencillo, y el público asiste al desarrollo de un texto que oscila entre lo mono y lo dialógico, donde el pintor expone y protesta hasta aceptar su inalterable destino. En este sentido, su interlocutor resulta ser poco más que una excusa, ya que lo único que el hiper-consciente y lúcido artista necesita -y logra finalmente- es aceptar lo que ya ha intuido.
Al proponer que el cambio interior del protagonista sea producto del resorte del soliloquio (en lugar del democrático y clásico duelo del diálogo argumentativo), la obra deja expuesta la pregunta de si es más grato no alcanzar nunca el cielo estrellado del éxito y el reconocimiento, y proseguir la eterna búsqueda de la expresión personal, desde los márgenes, puesto que parece querer decir que todo tótem será a su tiempo derrumbado. En el parlamento de Rothko vuelven los nombres de Dalí, Picasso, Monet y otros, como postas del imaginario del occidente iluminista. Nombres-firma de autores como punto de llegada y de nueva partida. ¡Qué distinto aquel mundo cultural del nuestro! ¡Cuán sencillo parece a la distancia ese instante previo al estallido de los “multi” y de los “pos”!