Hasta las primeras horas de la noche de ayer, ni el esposo ni la madre de María Alejandra “Laly” Ulehla habían podido establecer contacto con la montañista varada en el Everest, por lo que la espera se hace cada vez más tensa, en virtud de la incertidumbre.
Existía gran expectativa respecto de la posibilidad de tener novedades ya en la víspera, pero según confió el esposo de la montañista a un periodista rionegrino, no había podido conectarse con el teléfono satelital que “Laly” llevaba consigo en la expedición.
En la edición de ayer dábamos cuenta de que las esperanzas estaban cifradas en que se pudiera restablecer el contacto -pues la mujer no se había comunicado- y se creía que “la incomunicación podía deberse a que ya hubiese sido rescatada, a que las inclemencias del tiempo jugaran en contra de poder hablar con ella, o a una decisión del Gobierno chino que controla los enlaces”.
Pero el silencio de las horas de la víspera no hizo más que aumentar la ansiedad y prolongar el compás de espera.
Claro que, en una zona devastada por el sismo que ya causó 7.500 muertes, en su inmensa mayoría acaecidas en Nepal, pero también en China e India, lograr con éxito las comunicaciones es una verdadera proeza.
Cabe recordar que un escalador galés, Iestyn Richards-Rees, había apuntado en una entrevista que le realizaron desde su país que “estamos en la zona del Tíbet controlada por China” donde las comunicaciones “están restringidas”, al punto que, según reveló, “a veces nos han dejado aislados”.
Esperanza intacta
Sin embargo, la esperanza permanece intacta.
La madre de la montañista, en tanto, confía en que “Laly” esté descendiendo hacia Katmandú, ya que uno de sus compañeros de travesía es residente de esa ciudad india. Pero es sólo una suposición.
Por lo tanto, debemos decir, como en nuestra entrega de ayer, que no se ha podido confirmar, pero tampoco descartar la concreción del rescate de “Laly” Ulehla.
Hasta el pasado martes la montañista villamariense, de 44 años, se encontraba sana y salva en el campamento base situado a 5.400 metros de altura, sobre la ladera norte del monte Everest.
La imposibilidad de establecer comunicación con la deportista, desde hace varios años radicada en la localidad rionegrina de General Roca, abre entonces un compás de espera que continúa prolongándose.