Existe una sentencia que señala que a la historia la escriben aquellos que ganan, a lo que podría agregársele que en cada presente la siguen escribiendo quienes salen beneficiados por las relaciones de poder vigentes, cuestión que desemboca en la certeza de la existencia de voces silenciadas. De ser así, es claro que existen maneras de estudiar el pasado, sea en lo macro o en lo micro, que atentan contra el surgimiento de esas verdades acalladas.
Las escrituras de la historia
La sentencia relacionada con la historia no sólo hace referencia a que el historiador es integrante del sector triunfador, sino que puede pertenecer a otro y estar al servicio de quienes más poder tienen.
La escritura del pasado desde esa visión tiene una larga trayectoria, llegando a desarrollar escuelas. Por ejemplo, allí están los relatos del pasado argentino acerca de la construcción del país y la conquista de las tierras narrados sin mencionar la tortura, la muerte y el despojo que tuvo lugar para que los “civilizados” dieran rienda suelta a sus ansias de propiedad. Ese es un claro ejemplo de la escritura del pasado según vencedores.
Pero, quizás, la verdad de los postergados no pueda taparse para siempre y en algún momento surge su voz para contar sus verdades. Existen innumerables ejemplos de esto, todos sirven para entender que nunca la historia está escrita para siempre, por lo que resulta terreno de disputa entre sectores sociales que pugnan por decir lo suyo.
Maneras de contar el pasado
Cuando se realiza una lectura del pasado, incluso si se lo hace mediante metodologías científicas, se ponen en juego concepciones que tienen que ver con una visión de lo social. Esto se refleja tanto en la elección de los temas a desarrollar, la metodología para investigar, como también en la manera de poner en circulación el conocimiento generado. Claro que dentro de la ciencia histórica existen diversas corrientes, cada una pone en juego concepciones diferenciadas acerca del tratamiento del pasado.
Así, por ejemplo, en lo relacionado a las historias puntuales de localidades, regiones o individuos, se encuentra lo conocido como la antigua corriente de la historia local, que suele estar más emparentada con una visión de los hechos como si los mismos estuvieran dirigidos por una especie de director de orquesta e incluso se inclina por lo literario, despreocupándose por la verificación de la información.
Estos trabajos emparentados con las corrientes tradicionales de la historia suelen participar de la idea de una historia universal que narra la vida de los pueblos, quedando para las regiones pequeñas variantes.
También suele observarse la construcción de héroes pertenecientes a los sectores dominantes. Cuando se aborda lo regional, ese ideario suele traducirse en el rescate del papel de los representantes de los sectores acomodados en el desarrollo de la ciudad.
El perfil positivista de esa visión de la historia hace que de manera permanente se intente soslayar todo lo que resulte conflictivo; cuando se cuela algún acontecimiento de ese tipo, sólo se recoge la voz de los centros de poder. Suele primar la visión del pasado a partir del “constante progreso” de la sociedad.
Por ejemplo, si se habla de la llegada del ferrocarril, sólo se describirá lo positivo, sin abordar la conflictividad en cuanto al desmoronamiento de las economías regionales que existían hasta ese momento. Incluso, suele emularse el progreso de la comunidad con el acceso a adelantos tecnológicos por parte de algunos vecinos del lugar. Por otra parte, difícilmente se aborde la conflictividad surgida a partir de las diferencias de intereses entre la patronal y los trabajadores.
Otra cuestión que no suele tenerse en cuenta es la necesidad de la búsqueda de los rastros de las voces de los silenciados en el pasado y sólo se reproduce, a veces acríticamente, la de los sectores que produjeron “documentos”.
Historia local y microhistoria
En el caso de nuestra ciudad y región, que han desarrollado una gran producción de trabajos historiográficos que abordan acontecimientos del pasado, posee ejemplos de diferentes concepciones de la construcción del discurso histórico.
Desde 1932 hacia aquí, se han producido innumerables trabajos, tanto en la ciudad como en centros educativos o de investigación histórica. Así tenemos investigaciones de la Universidad Nacional de Córdoba, del Instituto Mariano Moreno de Bell Ville, la carrera de Historia que se dicta en Villa María, la Junta Municipal de Historia, etcétera.
Claro que también se realizaron trabajos desde medios de prensa y por el esfuerzo personal de algunos entusiastas que, sin formación académica, lograron aportar lo suyo. Todos han sido aportes de importancia y que contribuyen al rescate del pasado de nuestra sociedad. Algunos de esos trabajos podrían ser enmarcados dentro de la metodología de la microhistoria, una opción relativa a la investigación en el campo de la historia que busca otra dimensión en la indagación en el pasado en general.
La microhistoria es una corriente dentro de la historia social que ha innovado al instrumentar la “reducción de la escala”, instrumento que también es conocido como “el examen con lupa del pasado”, cuestión que modifica el horizonte interpretativo.
La microhistoria pretende atender la necesidad de una historia más cercana a lo cotidiano; sin ánimo de remplazar la tradicional visión de lo macro, su aspiración es aportar la riqueza de lo habitual.
De esa manera, no sólo se tiene el estudio de los grandes acontecimientos o el desarrollo de procesos a nivel macro, sino que puede advertirse cómo se han producido los avances y retrocesos a nivel individual de los sujetos. Claro que con estudios que encuadran y relacionan esas microhistorias en el contexto de la época en que se desarrollan.
No se trata de una corriente homogénea, sino que existen diferentes tradiciones dentro de los que trabajan en la microhistoria, pero quizás una frase de Norbert Elías sirva para justificar la reducción de la escala en el estudio científico del pasado: “No hay razones, excepto las de una tradición filosófica nunca revisada, para suponer que menos generalidad es lo mismo que menos valor epistemológico o científico”.
El poder
Sin agotar el repaso de las corrientes dentro del quehacer histórico en el marco de la ciencia, podemos señalar que más allá del enfoque metodológico elegido, está desde qué lugar se genera el conocimiento del pasado.
A la hora de ejemplificar, podemos plantear situaciones. No es lo mismo rescatar como fundador de un pueblo o barrio a quien siendo propietario de las tierras ejerció su derecho a la venta de las mismas, que entender que es el trabajo diario de quienes vivieron en el lugar, los que realmente convirtieron un campo en zona urbana. También puede plantearse la diferencia entre aceptar el título de expediente que dice “donación de terrenos”, cuando en realidad la documentación habla de cambio de tierra por impuestos adeudados.
Otra situación es reducir la historia política de un pueblo a la de los dirigentes que ocuparon el puesto de jefe de la administración municipal. Como tampoco es inocente escribir la historia de las administraciones a partir de las obras logradas, dejando de lado los conflictos y los proyectos que no pudieron concretarse.
Son innumerables los ejemplos que podríamos presentar, pero los señalados quizás basten para pensar que más allá del enfoque metodológico con el cual se estudie el pasado siempre que se produzca conocimiento acerca del mismo, se lo hace desde un lugar determinado en lo social, político y cultural.