Hoy se cumple el primer aniversario de la desaparición física de Miguel Angel Veglia. Creo oportuno, desde esta columna, rendir homenaje a un político de raza. Su impronta y visión de estadista municipal quedaron plasmadas en su último discurso público, en el mes de diciembre de 2013, al cumplirse treinta años de vida democrática y catorce años después de no estar más en cargos públicos, aunque nunca dejó de hablar y participar de las cuestiones políticas locales y nacionales.
Inició su mensaje refiriéndose a sus seres queridos, los más íntimos, diciendo: “Recibo con gran satisfacción y orgullo este reconocimiento que, en toda su dimensión, se lo traslado íntegramente a mi familia, por haberme acompañado, con hidalguía y coraje, en toda mi actividad militante de la causa democrática y republicana”. También hizo mención a los vecinos que a diario lo consultaban en la calle sobre la vida institucional: “¿Qué hacemos Miguel?”. Su respuesta, por lo general, era: “El mayor tiempo posible se lo dedico a mis nietos y a las bochas”, situación que no había sucedido con sus hijos, lo dijo como una autocrítica, por haber estado entregado de lleno a la función pública cuando ellos eran niños.
Sin embargo, vibraba en su interior el fuego sagrado del hacedor por y para la gente, dejando un mensaje, con rica experiencia histórica, pensando siempre en el futuro: “¡Ya pasaron 30 años desde aquel diciembre de 1983!, ni los más optimistas podíamos imaginar que estaríamos viviendo este momento”. Por eso, continuó: “…Estamos aquí y ahora. Resulta casi imposible poder revivir todos y cada uno de aquellos acontecimientos. Me parece oportuno rescatar dos o tres ideas-fuerzas, que son importantes para esta circunstancia, que me permito compartir con todos ustedes, con total sencillez y humildad:
-Hay que planificar los proyectos políticos y dar previsibilidad a los actos de gobierno.
-Es tiempo de superar las sucesivas emergencias.
-Disfrutar de la estabilidad y reglas de juego a largo alcance.
-Capacitarse previamente para la función pública”.
Y de inmediato puso sobre la mesa un aspecto crucial, en la carrera política de cualquier persona, la alternancia en el poder, por la cual “pagué un alto precio personal” y de ostracismo, a lo que llamó “duelo político” y afirmó, con mucho énfasis, “la alternancia es saludable si el gobierno siguiente respeta y si sigue desarrollando aquellos proyectos que responden al bien común que quedaron inconclusos”.
Continuaron con su ideario
Vivía con alegría, porque Villa María transitó por esos caminos a posteriori del año 1999, cuando entregó el Gobierno a referentes de un signo político diferente. Consolidación del Plan Estratégico del año 1992, la costanera, la sistematización del predio del ferrocarril, Villa María “Ciudad Turística”, techado del Anfiteatro, Aeropuerto, consolidación definitiva de la Universidad Nacional de Villa María y programas como la Escuela Granja, creación y desarrollo de cooperativas de servicios públicos, recuperación social de personas privadas de la libertad, edificio propio de la Biblioteca Mariano Moreno, Museo de Bellas Artes Fernando Bonfiglioli, presupuesto por programas y contabilidad basada en el principio de la partida doble, entre otros.
Pero también se hizo eco de los reclamos de los ciudadanos argentinos y sus vecinos: la falta de seguridad y justicia, inflación, lucha contra la droga, violencia de género, transparencia en los actos de gobierno y en cuanto a lo local, solicitó mayor profundización y respeto por las instituciones.
Respeto a la Carta Orgánica
La Carta Orgánica Municipal dictada, aprobada y puesta en vigencia durante su gestión legisla sobre los tres poderes de la administración local: Departamento Ejecutivo, Concejo Deliberante y Tribunal de Cuentas. Desde el llano, observaba que no se estaban cumpliendo con los preceptos establecidos en la misma. Advirtió, en esa oportunidad, que la acumulación de poder, la falta de tolerancia y crispación social, atentaban contra la vida de comunión ciudadana. Pidió seguir construyendo los consensos, escuchando los disensos, para llegar a una mejor síntesis.
Por eso sus palabras finales se elevaron esa noche, como arenga y plegaria simultánea, recordando la frase: “Nunca más”.
Si un pueblo, hace 30 años, le dijo no más a los golpes de Estado, a la lucha armada entre hermanos, tan nefasta para los argentinos, hoy es el momento de decir “con la misma intensidad, actualizando y ampliando conceptos, traduciéndolos a los tiempos que vivimos, esa frase a la que todos adherimos en 1983, dando otro grito republicano: ¡nunca más!”.
Basta de corrupción, miedos, injusticias, negociados con fondos públicos, enriquecimiento indebido. Si las bayonetas y cañones no pudieron vencer a un pueblo, ¿por qué algunos políticos quieren ahora, con fundamentalismo, con ocultamiento, con datos estadísticos disfrazados, con relatos falsos, con fuegos artificiales que dañan vidas, con excesos de subsidios, con entes sin controles, doblegar a su gente que nació bajo la bandera de la fe, el esfuerzo y el trabajo?
Y agregó: “Si queremos ser protagonistas de la Patria, porque amamos a nuestro país, todos, de una forma u otra, con fuerza, con coraje, exclamemos en nuestras casas, nuestros barrios, nuestros clubes, nuestras escuelas, nuestros gremios, nuestros partidos políticos, ¡nunca más! a todo aquello que hace “desaparecer sueños, historias personales, derechos humanos y sociales”. El mensaje de Miguel fue, es y será un legado para los tiempos...
R. Alberto Yáñez