En su casa de calle San Juan hay una suerte de “mirador”, el resabio arquitectónico de un entrepiso al que se accede por una escalera de servicio. Es el reino encantado de Héctor Zanettini, uno de los coleccionistas e historiadores más prestigiosos de la ciudad.
Socio fundador del Centro Filatélico, estudioso de la numismática nacional y coleccionista del “billete criollo”, Zanettini ha optado en los últimos años por desprenderse de su material más valioso. Como si este hombre de 89 años estuviese repartiendo su testamento entre los seres que más quiere en este mundo. De otro modo no me explico que, lo primero que me muestre en todo su “estudio”, sean las “encomiendas post mórtem” que prepara para sus tres nietos. “Al varón, además, le dejo esta carpeta con nuestro árbol genealógico y el estudio de nuestra familia que hice tras muchos años de investigación”. Y entre los folios de plástico me enseña un mapa de Italia donde, por ese azar del destino, la aldea de los Zanettini en el Piamonte es vecina de Savigliano, la ciudad-hermana de Villa María. En esos paquetes que prepara como contéiners de pura memoria para que atraviesen el espacio-tiempo, el coleccionista ha incluido medallas de la ciudad, monedas, billetes, sellos postales y fotocopias. Sin embargo, desprendido de todas las colecciones formales, el hombre no ha podido vivir sin su pasión. Y en los últimos años se lo ha visto recuperando viejos documentos de la ciudad (muchos de ellos destinados a la papelera del olvido), libretas de ahorro, partidas de nacimiento y diversos “carnés” (de clubes, de obras sociales, de círculos profesionales, de bibliotecas) que forman un conjunto de rara belleza. Pero sin duda lo que el hombre ha priorizado ha sido “la imaginería de la Villa”. De este modo, Zanettini ha llegado a coleccionar más de 700 postales de Villa María de todas las épocas junto a otras imágenes que tiene prolijamente pegadas en carpetas temáticas. “En esta tengo todo sobre la Catedral; en esta los colegios Rivadavia y el Mariano Moreno; en esta otra la obra del arquitecto Salamone de quien soy ferviente admirador (plaza Centenario, Asistencia Pública y Matadero), en esta otra el puente Alberdi, el Anfiteatro y personajes de la ciudad (Antonio Sobral, Salomón Deiver, Amadeo Sabattini…)”.
Y así, con una aplicación digna de un filólogo, la pasión de un poeta y el rigor exhaustivo de un historiador, las carpetas de don Héctor parecen un fabuloso “aleph”, un mirador donde asomarse por ventanas de “tamaño carta” a viejos paisajes de la ciudad, esos que se ha encargado de recuperar como una cruzada contra el olvido.
“Nunca fui tímido para pedir; así que muchas veces he golpeado la puerta a los vecinos o les he dicho a mis conocidos que me facilitaran fotos viejas para copiarlas. Si me las daban eran bienvenidas; pero si no, yo las fotocopiaba y las devolvía al otro día. Así fue que con el paso de los años armé esta colección, con material prestado o donado por gente que lo estaba por tirar”.
Miro entre sus viejas fotos y veo la nevada de 1913 y en la página siguiente la de 2007 (en una de las imágenes el filatelista abraza a su mujer bajo los árboles chorreados de algodón helado). Hay fotos de la inundación de 1904 y de la última crecida tomadas por el propio Zanettini. Hay fotos del ciclón de 1928, de la plaza de la Independencia en una fabulosa toma aérea de 1936 y las primeras postales villamarienses pensadas para enviar a modo de “recuerdo”: la Asociación Española, la plaza Centenario apenas inaugurada, el Palace Hotel (todas de los 30) o la Catedral impresa en una tarjeta “moderna” de los 90. Nos lleva casi una hora mirar “a las apuradas” todo el material; adivinando que se podría estar horas sobre apenas un par de ejemplares.