Dirigida desde su creación por el maestro Alberto Bacci, la Orquesta Municipal de Música Ciudadana cumple quince años. Con una fabulosa mezcla de adultos que son leyenda y jóvenes que garantizan el futuro del género, esta formación sigue poniendo a Villa María en lo más alto del “dos por cuatro”
provincial
El maestro Bacci toma el micrófono y, como un viejo crooner, se mueve despacio entre sus músicos. Parece cansado y feliz y no es para menos: a los 82 años acaba de salir de una operación y ya está dirigiendo de nuevo. Es la suave noche de un lunes de mayo y en la sala del Museo Bonfiglioli donde la orquesta ensaya, se respira un clima espiritual de recital concluido; ese momento mágico en que la banda pareciera tocar sólo para sí, por simple hermandad de sus integrantes y por amor incondicional al tango. Y entonces, con voz temblorosa, el “crooner Pocho” les anuncia a todos que “ahora vamos a repasar algunos temas y luego le daremos libertad al periodista de hacer algunas preguntas”. Hecha esta introducción, Bacci cuenta tres y la “ciudadana” arranca con una versión peleadora de “Re Fa Si”, de Enrique Delfino. Luego viene “Como dos extraños” (Láurenz-Contursi) en la dulce y potente voz de Cecilia Briggs, “Romance de barrio” (Troilo-Manzi) con Briggs y Carlos García a dúo, y al final el climax de la noche: “¿Me da un cigarrillo?”, un hit compuesto por el propio Bacci a los 18 años con letra de un villanovense de apellido Puente. “Porque fumando la vida pasa/ como una sombra que nadie ve/ y con el humo se va borrando/ aquella imagen que ayer amé”, concluye con voz demoledora “Charly” García, con un eco del primer Rubén Juárez.
“A este tango lo grabó Héctor Varela”, me sopla Tomás Rolando. El “primer bandoneón” se la pasó alentando a los otros durante el ensayo (“¡Con fuerza!” “¡Con toda!”) pero también haciendo chistes; por lo que no sé si el dato que me acaba de pasar es cierto. Pero Bacci aclara todo. “No sé si lo grabó pero sé que se lo di a Varela y le gustó”. “¿Y a usted, Bacci?”. “A mí ya no me gusta. Tan es así que después de ese no compuse ningún tango más”. Y “Pocho” se ríe con una mezcla de acidez y humildad, maridaje con el que tiñe todas sus observaciones y ocurrencias. “En cuanto a Rolando -prosigue Pocho- hace poco que lo nombré subdirector de la orquesta y director general de la Sección Gerontológica”. Y Bacci se ríe con sus dientes manchados de tabaco de pipa. “¡Callate, viejo, que me llevás como dos años! -le grita Rolando- Además, el bandoneonista ‘más viejo’ de acá es el Chino”. Y entonces Eduardo “Chino” Castillo hace una reverencia respetuosa como si se presentara. Si hubiera tenido un sombrero, se lo habría sacado a modo de saludo. Aquel certificado de “senectud” con el que lo embroma Rolando, para él no es otra cosa que orgullo; como las cicatrices de un guerrero. Pero lo que Rolando quiso decir es que “Chino” es el integrante más antiguo (y no el más longevo) de la formación. Lo cierto es que ante las “chicanas” de los señores de las ocho décadas, los demás se ríen. Y (se entiende) los demás son jóvenes. La inmensa mayoría incluso podrían ser nietos de la tríada Bacci-Castillo-Rolando. Y por si esto fuera poco, no vienen del tango. Sin embargo, en todo este tiempo han trabajado duro. Se nota por la fabulosa amalgama sonora que han logrado conseguir junto a estos próceres. ¿Qué los trajo a la Orquesta? ¿Cómo fue que decidieron un día pasarse al dos por cuatro? ¿Fue difícil el cambio? Son algunas de las preguntas que tiro sobre el tapete, casi como un precario fraseo para que ellos improvisen a partir de su propia visión.
Sonata “rea” para violín y piano
Empieza Cecilia Castelli, quien con nueve años de antigüedad y una formación de conservatorio es el primer violín. “Sí, para mí fue muy difícil porque nosotros estamos acostumbrados a que en una obra está todo escrito. Pero en el tango no. Hay ritmos que cambian y técnicas específicas del violín que no se escriben; como la chicharra, la guitarrita y el pitzicatto de arco. Aprendí imitando a otros violinistas y también con José Medina, que es el único violinista tanguero ciento por ciento de la ciudad”. Y todos coinciden en la calidad del maestro José asintiendo con la cabeza. Por su parte, Rafael Rivera, violoncelista con cuatro años de antigüedad, se dice “autodidacta”; aunque luego confiesa que “algo aprendí en el ensamble de cuerdas de la universidad y la Ceci me ha ayudado muchísimo con técnicas de violín para aplicarlas al chelo”. La otra violinista es Alejandra Longo, ausente con aviso.
Eduardo Brandi, flautista, es oriundo de Bell Ville y hace ocho años que está en la formación. Respecto a su instrumento, dice que “se usaba más en el tango de los años ´30, por eso trato de meterle una impronta nueva. Originalmente soy guitarrista pero agarré la flauta en la universidad”.
Cuando llega el turno del piano, Bacci le gana de mano a todos. “Como el año pasado decidí dejarlo porque no me daba más el cuero, busqué dos instrumentistas que están progresando una barbaridad”. Se trata de los cordobeses Francisco Bean y Luciano Ponzano. “Yo también vengo de la música clásica -dice Francisco- y empecé el año pasado viendo al pianista anterior, Lucas Leguizamón, que era muy tanguero. Traté de sacar los yeites e incorporarlos pero es difícil. El tango es un camino de ida en el que nunca terminás de aprender”. Luciano, por su parte, viene del jazz y coincide en las dificultades que señala su colega. El contrabajista Elías Miles es sanjuanino y uno de los pocos músicos que toca ese instrumento en la ciudad. “Lo estudié en mi ciudad donde hay muy buen nivel clásico. Al tango lo estoy aprendiendo en este Café de los Maestros”. Y Bacci agrega “donde no hay café ni maestros”. Y todos se ríen. José Santillán es el bajista eléctrico pero hoy no ha enchufado su “Fender”.
Bandoneón y después
Cuando miro la formación de los fueyes, Tomás Rolando se me adelanta a cualquier pregunta. “El tango se toca con este -dice, pegándose con la palma derecha en su pecho izquierdo - Este es el que lleva todo y es más importante que los dedos. Al tango hay que tocarlo con corazón y humildad, y entonces vas a llegar lejos”. Rolando empezó con el bandoneón a los 12 años y tiene -según su propia cuenta- unos 1.700 bailes en su haber. “Eran épocas en que se ganaba bien y que se hacían 14 ó 15 bailes mensuales. El Chino te lo puede decir. Hemos tocado juntos en la orquesta de Deolindo Piñero”. Les pregunto cómo era aquel mundo tanguero de los 50 en la ciudad. “Para que te des una idea -me dice Rolando- nuestras orquestas eran las más importantes de la provincia. Ni Córdoba arrimaba. Pero ellos tenían LV2 y LV3 donde promocionaban a su gente. Nos ganaban con la radio, no con la típica”.
¿Y el bandoneón? ¿A dónde se aprende? ¿Cuánto lleva ser un buen instrumentista? Chino y Rolando cuentan que estudiaron con Deolindo Piñero y que antes tomaron clases con “El Chala”. “Pero Piñero fue el mejor músico y bandoneonista que conocí en mi vida junto con el Gordo Rubén Vanzetti” dice Rolando. Y el Chino asiente al oír mentar aquellos “monstruos”. Por su parte, Joaquín Aguilar es el músico más joven de la sección, es santiagueño y su realidad pedagógica es muy distinta a la de sus colegas. “Yo aprendí a tocar solo, viendo videos. Y desde que entré a la orquesta aprendo con estos maestros. Hoy es muy difícil tomar clases de bandoneón por ahí”.
Eduardo “Chino” Castillo es el músico más antiguo de la orquesta con 14 años, pero quien lo sigue no es un músico sino el locutor, Edgar Méndez. “El maestro Bacci me llamó en 2003 para recitar La Cumparsita y desde entonces quedé. Me dijo, ahora también quiero que presentés la orquesta”. Méndez tiene asistencia perfecta a los ensayos y viene del tango como los antiguos bandoneonistas y el maestro Pocho. Son aquellos mismos muchachos que caminaron por una Villa muy distinta a la actual, donde el tango salía de las radios y del silbido de los que se iban a trabajar temprano.
Los cantantes quedan para el final y quien empieza es Carlos García, que a pesar de su juventud confiesa que “el tango fue lo primero que escuché en mi vida. Como vocalista no tuve formación académica sino que empecé por mi familia, que se juntaban los domingos a comer asados y en vez de folclore cantaban temas de Gardel. De ahí me vino ese gusto”. Carlos cuenta que de chico hizo dúo con el bandoneonista Osvaldo Scaglia, quien lo llevó a tocar por las escuelas, iglesias y el programa de Canal 2 “Rincón de tangos”. Y asume que “quienes me ayudan a pulirme son el maestro Bacci y mi compañera en voz, Cecilia Briggs”. Y es la propia Cecilia quien cierra la sección. “Yo empecé en bandas de rock de San Juan y al tango lo agarré recién acá. Entré por Luciano Soria, que ya no está en la orquesta pero me dijo un día que buscaban cantante femenina. Grabé unas cosas con él y a Bacci le gustaron, así que entré. El tango tiene otro fraseo y un estilo completamente diferente al rock y al folclore. Quise hacer la experiencia tanguera pero al final me quedé. Ahora hago el profesorado en el Conservatorio y me dedico a ser madre”. Y Cecilia me dice, a modo de carta urgente: “Una cosa más quiero pedirte ¡Por favor, poné que no nos cancelen más fechas; porque eso han venido haciendo con nosotros en el último año! ¡Nos preparamos como locos y después nos avisan dos días antes que no tocamos!”. Y la inmensa mayoría de los músicos se hace eco de las palabras de Cecilia y suscriben.
El cierre de la nota queda a manos de Bacci, a quien le pido unas palabras a modo de balance. Helas aquí: “La continuidad de la orquesta ha sido muy brava. Creo que si he tenido una virtud no ha sido la musical sino la tosudez de luchar contra los que pretendían que la formación se disolviera. Pero no lo han conseguido. Somos un grupo humano muy unido y hemos mantenido contra viento y marea esta propuesta que alguna vez inauguró el intendente Eduardo Accastello. Además del apoyo de la Secretaría de Cultura, también está nuestra contadora Aylén Aimale. Ella es quien nos organiza, nos paga y hace de madre y también de abuela de los más viejos. Hay una gran camaradería y amistad entre todos nosotros y creo que ese es el gran secreto para que sigamos tocando. No es la orquesta, es ese gran secreto el que por estos días cumple quince años”.
Iván Wielikosielek