En los últimos meses fueron varios los casos de celebridades del mundo del espectáculo que han hecho públicos sus problemas de salud relacionados al cáncer de mama, ya sea porque están atravesando dicha patología o porque afecta a un familiar cercano.
La reciente revelación de la actriz Rita Wilson, esposa de Tom Hanks, sobre su doble mastectomía; el anuncio de la cantante pop Taylor Swift sobre el cáncer de mama detectado a su madre y, en nuestro país, el libro de Marina Borensztein, en el que relata su vivencia desde el momento del diagnóstico hasta su recuperación; contribuyen al denominado efecto Angelina Jolie, que se origina luego de la doble mastectomía preventiva a la que la actriz se sometió a mediados de 2013.
El anuncio de Angelina Jolie produjo un fenómeno global de incrementación de las consultas y tuvo a los medios de comunicación de todo el mundo hablando sobre una enfermedad un tanto tabú aún en los tiempos que corren, como es el cáncer de mama. De hecho, en la Argentina se observó un aumento del 50% en las consultas por el test genético.
El pasado mes, Jolie volvió a despertar interés sobre la prevención de la patología al revelar que se había sometido a la extirpación bilateral de los ovarios y las trompas de Falopio.
Todos estos anuncios impactaron en la agenda mediática, generando un ámbito propicio para que se hable sobre el cáncer de mama. Sin embargo, en ningún caso los tratamientos específicos que ésta u otra de las pacientes famosas han decidido realizarse -siguiendo las recomendaciones de sus médicos- pueden generalizarse.
Cada paciente es distinta y, gracias a los avances científicos, tanto las estrategias de prevención como los tratamientos se personalizan, es decir, se adecuan a las particulares de cada caso.
Los antecedentes familiares y los resultados de las pruebas genéticas a las que se sometió Angelina Jolie para detectar mutaciones en los genes BRCA1 y BRCA2 llevaron a que la actriz optara, aconsejada por un equipo de profesionales interdisciplinario, a someterse a las dos intervenciones quirúrgicas. Pero, vale aclarar, sólo un 5% a 7% de las pacientes portadoras de un cáncer de mama tienen una base genética en su origen, por lo tanto, la mayoría de la población no es comparable a este caso.
En lugar de despertar pánico, la difusión de estas noticias contribuyó a que la sociedad reciba información fehaciente sobre una patología que afecta a una de cada ocho mujeres, transformándose en un llamado de atención para que todas, y muy especialmente aquellas que podrían pertenecer a grupos de alto riesgo, se acerquen a un mastólogo a realizar su consulta anual.
Dr. Jorge Vicente Martín
MN 38.540