María Teresa Andruetto, Premio Andersen 2012 (el “Nobel” de literatura infantil) pasó por Villa María. Habló con los alumnos de la carrera de Letras de la Universidad Nacional de Villa María sobre “la cocina” de sus creaciones, compartió un concierto con el músico Horacio Sosa, en el Rectorado, y presentó “Los manchados” y “La lectura, otra revolución”, en la Medioteca, donde propuso el desafío de autoconocerse a través de los libros
Si un escritor total es aquel que, además de cultivar en profundidad varios géneros (sobre todo el poético y el narrativo), se dedica a promover la lectura y reivindicar a los autores de un país injustamente olvidados, y si, encima, el escritor en cuestión trasciende su labor literaria para dedicarse a la docencia dando charlas y conferencias gratuitas en congresos y ferias, pero -y sobre todo- en modestas escuelas, universidades y bibliotecas; entonces estamos hablando no sólo de un escritor total, sino de un intelectual absoluto, de un ser humano imprescindible para la cultura de un país y del mundo.
Y bien, desde este humilde puesto de periodista, no vacilo un segundo en afirmar que María Teresa Andruetto pertenece a esa raza de humanistas. Se trata de artistas que trascienden el arte para inscribirse en la sociedad, de escritores que son mucho más que sus libros y logran instalar sus temas en la “conversación” de un pueblo, de intelectuales que están mucho más allá del pensamiento y por eso cavan hasta el sentimiento, ya que su gravitación final tiene lugar en el espíritu humano, ese único sitio desde donde pueden empezar a mejorarse las personas. Por eso tampoco vacilo en afirmar que una tarea intelectual y comprometida como la llevada a cabo por Andruetto a lo largo de los últimos 30 años es un modo de filantropía.
Por todo lo dicho, resulta muy fácil o muy difícil entrevistar a María Teresa Andruetto. Muy fácil porque se la puede abordar desde muchos ángulos; desde la literatura hasta la pedagogía, desde el universo infantil hasta el adulto, desde la formación de lectores hasta la formación de escritores (dictó talleres en ambas disciplinas) o desde las políticas del libro hasta la realidad editorial de un país (lo que equivale a su realidad política y social). Pero si a la vez es muy difícil entrevistarla se debe a que, si se quiere un cierto nivel de profundidad, se hace necesario elegir el tema.
Y bien, aprovechando que la escritora nacida en Arroyo Cabral acaba de presentar su ensayo “La lectura, otra revolución” y que estamos en la librería de Editorial Universitaria de Villa María (Eduvim), opto por centrar mi entrevista en esa fabulosa actividad intelectual y ociosa, madre tanto del placer como del conocimiento.
-Sándor Márai decía que en Hungría los escritores, “además de escribir”, tenían la “obligación moral” de traducir para su pequeña comunidad lingüística. ¿Creés que los escritores argentinos tienen, además de “escribir”, la tarea irrenunciable de formar lectores?
-En cierta forma, sí. Pero creo que a esa obligación que decís vos la teníamos mucho más en los 80 y en los 90, ya que en los últimos años se está trabajando muy bien al respecto.
-Eso coincide con el tiempo en que vos comenzás con tus talleres, en el año 84.
-Sí, porque nuestro país, de una tremenda tradición en lectura y escritura, sufrió los terribles efectos de la dictadura. Y a partir del 76 hay algo que se corta. A tal punto que recién ahora estamos alcanzando el nivel de ediciones que teníamos en el año 73. En los 80, con la recuperación de la democracia, surgen muchos centros de investigación que se empiezan a preocupar por el maridaje literatura y escuela como un espacio en la formación de las personas. Y es en ese contexto que con un grupo de colegas armamos el Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil (CEDILIJ). También hubo mucha siembra, como un plan nacional en tiempos de Alfonsín que dirigió Eve Clementi y que permitió un renacer de la lectura en muchos lugares del interior. Fue un trabajo arduo el de recuperar el terreno perdido en la lectura.
-¿No basta con saber leer para convertirse en lector?
-Para algunos, la lectura es una actividad que no necesita de un tercero; sea porque naciste entre libros, porque tus padres te lo transmitieron o porque te agarró un hermoso raye y te enamoraste de una biblioteca. Pero esos son los casos aislados. La pregunta es qué pasa con el común de la gente. Pasa que si no recibe ese incentivo en la escuela, no lo recibe en ningún lado.
-¿Cómo definirías a la escuela en la cadena de la lectura?
-La escuela es la que hace la gran diferencia, ya que es el lugar por donde pasamos todos. Y, en ese sentido, debo reconocer que la escuela ha crecido en los últimos tiempos, aunque todavía le falte mucho. Hoy en día, un maestro tiene dos años más de formación, hay más espacio para la literatura y el grueso de las escuelas tienen ya incorporada la importancia de un espacio de lectura, amén de un montón de buenos libros que llegan comprados por el Estado. Pero, por otro lado, les delegamos a los maestros toda la problemática social. Y ellos se tienen que encargar de todo.
-¿Qué creés que se debería hacer para optimizar la formación de lectores en el primario?
-Yo sugeriría que, además de las horas de clases, un maestro tenga incluidas en su salario tres o cuatro horas semanales de lectura para que pueda seguir creciendo como lector. Muchas veces ocurre que una maestra es jefa de hogar, tiene chicos, dos turnos que atender, y cuando llega a su casa debe resolver mil cosas. ¿Y en qué momento continúa con su formación? La idea es que poder crecer en la lectura no sea un lujo, sino parte de la cotidianeidad, que alguien no se congele en su lugar de docencia y tenga un corpus de libros para enseñar cada vez más amplio.
Hacia una revolución sin adjetivos
-¿Cuál es esa “otra revolución” que produce la lectura que planteás en tu libro?
-Básicamente una revolución en torno a uno mismo; la posibilidad de tomar conciencia acerca de nuestra propia subjetividad y el intento de comprender a un otro posible. No hay ningún cambio que se pueda producir afuera que no se produzca primero adentro de cada uno. Y al mismo tiempo, los cambios internos modifican inevitablemente el exterior. En este sentido, la lectura y la escritura son caminos de autoconocimiento, pero también de conocimiento del otro.
-¿Cómo nace tu libro en torno a la lectura?
-Es un conjunto de conferencias que di desde el año 2000 a la actualidad. “La lectura, otra revolución” es una continuidad de un ensayo mío anterior titulado “Hacia una literatura sin adjetivos”, que también estaba hecho de conferencias. Aquel libro mío fue muy citado porque en él decía cosas que por ese entonces se callaban.
-¿Cómo cuáles?
-Por ejemplo, yo estaba muy enojada por la comercialización que se estaba haciendo con la literatura infantil en los 90, por el mercantilismo en que habían entrado muchos escritores y el funcionamiento editorial avalado desde el Gobierno, que tenía a la escuela como comprador cautivo, vendiéndole mucha porquería. Digamos que tomé un posicionamiento político y denuncié la falta de un espacio crítico, que hacía que no hubiese un filtro de calidad.
-¿Cambió la realidad del libro infantil desde aquel entonces?
-Cambió y mucho. La crisis de 2001 quebró esa lógica definitivamente. Empezaron a surgir pequeñas editoriales con tiradas muy chiquitas, pero publicando libros de grandísima calidad, junto al nacimiento de muchas voces críticas. Y, sobre todo, pasa algo muy importante: mucha gente que viene de la formación académica empieza a mirar con interés el mundo de los libros para chicos. Eso llevó a que hoy haya mucha compra estatal de libros de calidad bien elegidos para la escuela pública. Muchos de esos libros han sido premiados internacionalmente y eso ha puesto un techo de exigencia más grande, cosa que no pasaba en los 90.
Narradoras olvidadas
-Tu trabajo de incentivo a la lectura va estrechamente ligado al rescate que venís haciendo de mujeres narradoras olvidadas.
-Ese fue un proyecto de notas que le propuse a La Voz del interior y que lo aceptó. Allí, una vez por mes salía una nota mía donde rescataba escritoras que, por alguna razón o sin razón, ya no formaban parte del canon y yo advertía sobre su calidad. Por cierto que a esas narradoras las enseñaba en mis talleres.
-Ese proyecto tuyo fue creciendo hasta traerte a Villa María.
-Sí, porque mientras salían esas notas, empezaron a comunicarse conmigo familiares, amigos o conocidos de esas mujeres. Unos me decían “yo tengo algunas cartas”, otros me traían un texto inédito o una novela. Y en eso estamos trabajando con Eduvim. Yo dirijo la colección de mujeres olvidadas y trabajo junto a mi hija Juana y mi amiga Carolina. Y así, entre las tres, transcribimos los textos, buscamos gente importante que sabemos que también rescataron a esas autoras y les pedimos un prólogo, todo con la idea de actualizar esas poéticas. En tres años llevamos siete libros publicados. Vamos tranquilos porque estos no son libros fáciles de digerir o de vender. Es lo que en literatura se llama “edición slow”.
Entonces, cuando ya llevamos una hora de conversación, la profesora Beatriz Vottero (directora de la Licenciatura en Lengua y Literatura de la UNVM) viene a buscar a María Teresa para ir a comer. Me fijo en el reloj: pronto serán las 15 y esta “mujer en cuestión” viene de dar tres reportajes, una charla y un recital. Y ahora la espera la presentación de su libro.
Le hubiese querido preguntar (pero la cuestión me queda bajo la lengua como una pastilla de mudez) qué hubiese pasado si ella no hubiese ganado el Premio Andersen, si hoy no fuese reconocida, si se hubiese puesto vieja con los mismos títulos que hoy tiene publicados y qué hubiera pensado si una escritora que dirige una colección la llama por teléfono para decirle que su obra vale la pena, que será publicada, que todo lo que dio y escribió fue injustamente olvidado. Pero me tengo que contentar con el abrazo rápido de Tere en una esquina y una respuesta que debo inventarme. Y me digo que acaso una vieja y olvidada Tere en uno de sus “posibles futuros” habría agradecido enormemente ese gesto humano y editorial, ese gesto cuasi filantrópico. Y le habría dicho a su nueva editora “que el llamado no la sorprende”, que acá están “Tama”, “La mujer en cuestión”, “Lengua Madre” y “Los Manchados”, que “siempre supe que este momento iba a llegar”, porque, aunque parezca increíble, “en uno de mis posibles pasados yo también hubiera hecho todo esto”.
Iván Wielikosielek
Arte poética para escritores y principiantes
Acerca de la creación de los personajes
“El juego de la ficción consiste en vaciarse de sí para mirar desde otro. Pocos lo han dicho mejor que Darsie Riveiro: escribo para intentar ver el mundo desde los ojos de los demás.
En ese salirse de sí se intenta comprender al otro; por qué no puede amar o no puede perdonar. Siempre hay una razón o miles de razones para que una conciencia o una subjetividad haga lo que hace. La ficción siempre intenta entrar en ese otro y por eso me parece que es un campo muy grande de aprendizaje de la condición humana”.
El arte como instancia superadora
“Toda forma de arte es como un paso de lo crudo a lo cocido. El mismo paso que ha hecho el hombre en su desarrollo cultural. Desde sus pasiones en bruto hasta el trabajo de condensación, depuración, exaltación o demás; lo que transforma lo catártico en algo posible de compartir con otro. A tal punto que es la forma estética la que permite tolerar ciertos horrores en la lectura que de otro modo nadie resistiría”.
La corrección como búsqueda de la Verdad
“Cuando uno corrige, en cierto modo está cambiando la experiencia primera de la escritura; la va mudando. Y esa materia va entrando en combustión e incorporando otras cosas.
O sea, en un sentido literal uno se aleja de la experiencia primera, pero en un sentido metaforizado, alcanza un grado de fidelidad mayor. Y esa es la fidelidad que importa”.
Poesía y narrativa
“En la narrativa, el distanciamiento del ‘yo’ es mayor que en la poesía, ya que muchas veces en los cuentos y novelas uno cede ese lugar a un narrador de quien puede estar muy lejos.
En mi cuento ‘La muerte y las aves’, por ejemplo, el narrador es un tipo encargado de matar gallinas en un gallinero y eso está muy lejos de la ‘Tere persona’ que lo escribió.
En cambio, en la poesía hay una fusión mayor entre el ‘yo’ lírico y el ‘yo’ de la experiencia, de la ‘Tere persona’ que ahora habla con vos.