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6 de Abril de 2009
Cartas - Opiniones - Debates
Los lectores también escriben
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El ex presidente, en su disertación en Aerca, en 1992

@ Alfonsín

Ni prócer ni estadista, Alfonsín fue sólo un hombre comprometido con su destino y sus convicciones hasta su muerte que es mucho más que ser dudoso prócer.
Se reiría Alfonsín de los adjetivos grandilocuentes, llenos de citas comunes, con que los oradores, comentaristas y opinólogos han tratado de explicarlo o de entenderlo ¿recién ahora?
Desde su departamento de dos ambientes, que nunca abandonó, pensaría que no hablan de él o así querría pensarlo.
Atrás han quedado la interminable cantidad de paros generales, que debió afrontar y que los toleró de su, al final amigo, Ubaldini, quienes mantuvieron célebres diálogos públicos que iban desde "mantequita" a "mentiroso". Casualmente los dos volvieron al final de su mandato a vivir en la casa desde donde habían salido.
Allí se empezaba a dar el ejemplo de cómo construir parte de la democracia, en el disenso, en este caso vehemente, que antecede inexorablemente al consenso.
Atrás han quedado los tres intentos de "golpe de Estado" de los carapintadas, que algunos analistas lo interpretaron como "descontento" en la Fuerzas Armadas, en los años que estas fuerzas defendían un pacto de silencio a ultranza, seguían siendo poderosas y eran apoyadas por las mismas fuerzas y dirigentes políticos que no tienen llegada por el voto y sí por los golpes de Estado y que aún agazapadas resisten en algunos reductos antidemocráticos.
Atrás ha quedado el primer día de la recuperación de la democracia, en la cual salieron a tomar posiciones todas las organizaciones civiles, gremiales y políticas en una estampida desenfrenada después de años de mordaza.
Atrás ha quedado aquellos argentinos que creyeron que la democracia era un cartel de neón anunciando: "Ahora haga lo que quiera".
Había que ser un gallego terco y estar muy convencido de que la única salida era a través del consenso, de la revalorización de la política, de la calidad institucional, de la defensa de los tan vapuleados y mal usados derechos humanos, para ser un país grande y para todos, para resistir el desborde de la nueva democracia y tener la voluntad y el coraje de encauzar todas esas fuerzas que se habían desatado.
Alfonsín sabía de los intereses que se iban quedando afuera del proceso democrático. Por su condición antidemocrática tratarían de volver instigando un enfrentamiento entre argentinos donde la sangre corra, y así retrotraer el proceso de aprendizaje de la democracia al punto cero, y tuvo que hacer concesiones; a veces se gana perdiendo.
Sorteó todas las provocaciones desestabilizadoras de izquierda y de derecha, porque tenía un sueño, y quien tiene un sueño camina descalzo sobre el fuego.
Se fue antes, cuando tuvo que elegir entre cuidar a la incipiente democracia, o acordar con los inmorales capitales que le tendieron la trampa de la hiperinflación.
Muchos se desilusionaron, no entendieron que atrás de estos renunciamientos, se protegía la matriz democrática que se estaba forjando.
Siempre estuve persuadido como el que "con la democracia se cura, se come y se educa" quizás lo que le faltó agregar es, "a largo plazo y con el esfuerzo de todos, ésos son los frutos del árbol de la democracia".
Alfonsín igual que Perón, son los únicos políticos de los últimos sesenta años, que siguen y seguirán haciendo política después de muertos.
He visto llorar ante su muerte, he llorado yo, me acordé de los abrazos que me daba cuando nos encontrábamos, parecía que en mí abrazaba a toda Villa María. Sólo me consuela el saber, que en algún lugar del Universo han llegado ya todos los radicales que ayudaron a construir nuestro país, y sé, lo podría jurar que ya hay internas.

Ernesto "Chueco" Fernández Núñez


@ El sueño de la unidad nacional


Nuestra entidad manifiesta su pesar por la muerte del ex presidente Raúl Ricardo Alfonsín, con quien se recuperó la democracia en nuestro país, y que como bien dijo en alguno de sus tantos discursos, “...vamos por 100 años de democracia…”.
Al cumplirse un cuarto de siglo de aquella afirmación, una multitud reconoció en su sepelio y entierro al líder que sostuvo y nos dejó el legado de la institucionalidad democrática en el país, cuyo sueño fue lograr “la unidad nacional”.
AERCA desea expresar su sentimiento de dolor por este gran hombre cívico y recordar su paso por la institución, en agosto de 1992, en oportunidad de la realización de un calendario de conferencias con personalidades del ambiente político, económico, sindical y gubernamental.

AERCA

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