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3 de Junio de 2015
Caso Espósito - Pasaron cinco testigos y hoy comparecerán otros cuatro
“El esposo estaba tirado arriba y ella se puso a tocar el piano”
La frase pertenece al cabo primero Diego Ledesma, el primer policía en llegar al lugar del hecho, quien brindó un testimonio que sorprendió a todos. En tanto, el comisario Maximiliano Funes, a cargo de la investigación, aportó datos interesantes
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Un joven funcionario policial aseguró ayer que a poco de arribar a la casa de Enrique José Espósito (52), la madrugada en la que fue hallado sin vida, su concubina empezó a tocar el piano cuando aún no se habían establecido las causas del deceso.
Sorprendido por lo que estaba presenciando, el cabo primero Diego Oscar Ledesma le preguntó: “¿Su marido está descompuesto arriba y usted tocando el piano?”, a lo que Nora Lilián Abelleira (57) le contestó… “¡Ay, qué tonta que soy!”.
En rigor de verdad, Ledesma acababa de ser anoticiado por una médica del Servicio de Emergencia 107 que Espósito había fallecido, aunque en ese momento se desconocía si se trataba de una muerte natural, un accidente, un suicidio o un asesinato.
Aquel breve diálogo entre el primer policía que llegó a la escena del crimen y la mujer acusada de haber contratado a un sicario para dar muerte a su pareja se produjo en la planta baja de la vivienda que la pareja ocupaba en Villa Gesell 170, en barrio Costa de Oro de Villa Nueva.
 
Testimonio revelador
 
Ledesma fue uno de los cinco testigos que declararon ayer en la Cámara del Crimen local, en el marco de la séptima audiencia del juicio oral y público que se les sigue a Abelleira y a José Alberto Deheza (50) por el homicidio de “Kike Espósito, perpetrado la noche del viernes 17 de diciembre de 2011.
En un principio, esa parte del relato del cabo primero pasó casi inadvertida, pero momentos después, ante una repregunta del abogado de la Querella, José Luis Bertoldi, el testigo ratificó el contenido de la sucinta conversación al señalar con cierto grado de indignación que “el esposo estaba tirado arriba (en el primer piso de la vivienda) y ella se puso a tocar el piano”.
Durante su extensa declaración, Ledesma señaló también que Abelleira “por momentos lloraba y luego se calmaba”, pero que no la notó muy acongojada, aunque reconoció que esos cambios en su estado de ánimo podrían haber sido producto de una crisis de nervios.
“¡Qué le pasó a Kike, qué le pasó!”, exclamó la mujer entre sollozos cuando el uniformado bajó las escaleras, pero dijo que en un primer momento prefirió no decirle que Espósito estaba muerto para no alterarla más.
Al hacer un repaso de su actividad funcional apenas llegó a la casa, Ledesma recordó que aquella noche él y su compañero estaban realizando patrullajes de rutina por esa zona de Villa Nueva cuando por la radio del móvil les avisaron que fueran hasta el lugar por un presunto caso de muerte natural.
Cuando llegaron, Ledesma entrevistó al vigilador Carlos Alberto González (ya fallecido), quien habitualmente transitaba las calles del barrio en su bicicleta para acompañar a los vecinos cuando llegaban a sus domicilios para prevenir que fueran víctimas de hechos delictivos. 
El cabo primero dijo que ya estaba en el lugar una ambulancia y que el portón principal estaba abierto. Ingresó y habló con la médica del 107, quien le dijo que Espósito estaba muerto, aunque desconocía en qué circunstancias.
Ya dentro de la casa, Ledesma le dijo a su compañero que se quedara con Abelleira en el comedor, que no dejara subir a nadie y acompañó a la médica hasta el primer piso. Allí, en una habitación que era de las nietas de la mujer, Espósito yacía boca abajo entre dos camas. Examinó a la víctima y vio que había sangre y masa encefálica en el suelo. “No era una muerte natural… estaba claro que se trataba de una muerte violenta”, dijo el testigo.
En principio pensó que podría haber recibido un palazo en la cabeza porque tenía los ojos muy hinchados y los párpados negros. “Estaban cerrados, pero como salidos hacia fuera por el hematoma”, refirió.
Cuando estaba allí, imprevistamente subió el abogado Juan Antonio Rusconi (actual defensor de Abelleira en el juicio), quien se presentó como un “amigo de la familia”.
“Cuando bajamos, la señora estaba llorando. Ella me dijo que cuando llegó había subido con el vigilador del barrio y que encontró a su marido tirado en el piso”, agregó el testigo. Asimismo, dijo que la mujer le contó que más temprano había ido a pasear por el híper Libertad con una amiga y que luego fueron a cenar al centro.
“Me dijo que también iba a ir con su marido, pero que él se sintió mal porque le dolía el pecho y que por eso prefirió no salir”, añadió Ledesma, tras lo cual recordó que ante esos dichos de la mujer, él le recriminó su proceder, diciéndole… “¡mucho no lo quiere usted! Me dice que estaba mal, que le dolía el pecho y lo dejó solo. Podría haber tenido un problema en el corazón”. Sin embargo, Abelleira le dijo que cuando estaba con su amiga “lo llamó por teléfono (a Espósito) y que él le dijo que estaba bien”.
Cuando la interrogó, la mujer le contó que en diciembre habían sufrido un asalto y que no podía encontrar la billetera de “Kike”, en la que solía llevar mucho dinero.
Momentos después Abelleira halló la billetera, que se encontraba sobre el piano, y segundos después se puso a tocar dicho instrumento. Fue allí cuando se produjo aquel diálogo entre Ledesma y la dueña de casa.
El policía recordó que aquella madrugada también entrevistó a un vecino, quien le dijo que más temprano había escuchado que aceleraban el motor del camión que tenía Espósito para el reparto de quesos que hacía su empleado Franco Irigoita, aunque era habitual que dicho rodado anduviera por allí.
 
Investigó el caso
 
Otro testimonio relevante fue el del comisario Maximiliano Daniel Funes, quien junto a su par Lucas Dagatti (va a declarar hoy) fueron comisionados esa misma noche por la superioridad policial para investigar el crimen de Espósito.
El funcionario, jefe de la División Investigaciones de la Unidad Departamental, llegó horas después que Ledesma e inició una serie de averiguaciones para tratar de dilucidar qué había ocurrido.
Con el correr de los meses, Funes se enteró por el policía José Manuel Roldán que Franco Irigoita le había contado que sabía quién estaba detrás del crimen de Espósito. Así, el denominado “testigo clave” le dijo que Abelleira le confesó que había “armado todo” para matar a su marido y, de ese modo, disponer libremente de la fortuna del comerciante, extraoficialmente estimada en una suma cercana a los tres millones de dólares.
Con los datos aportados por Irigoita, Funes centró la investigación en Abelleira y Deheza, se realizaron cruces de llamados telefónicos entre ambos y se obtuvieron elementos probatorios que llevaron al fiscal Gustavo Atienza a detenerlos el 18 de diciembre de 2012, es decir un año y medio después del crimen.
Con respecto a las comunicaciones que habrían mantenido los sospechosos, el funcionario policial refirió que entre los primeros días de mayo de 2011, cuando Deheza salió de la cárcel tras purgar una condena por otro delito, hasta la noche del asesinato de Espósito, se registraron numerosas llamadas entre el teléfono de Abelleira y el del presunto sicario.
Al referirse puntualmente a Deheza, Funes dijo que de la investigación surgió que, pese a no tener trabajo, el acusado había cambiado un viejo Renault 18 por un VW Polo y poco tiempo después compró una Suran 0 kilómetro. Además, él y su esposa adquirieron un quiosco que estaba ubicado frente al colegio Rivadavia.
 
Una guardiacárcel
 
También declaró ayer la agente penitenciaria Yanina Andrea Larghi, quien desde hace nueve años trabaja en la cárcel villamariense.
A poco de iniciado su comparendo, el abogado Bertoldi le preguntó por qué se había encontrado un recibo de sueldo suyo en la casa de Deheza cuando fue allanada al momento de ser detenido.
Larghi dijo que la madre de Deheza, una parapsicóloga conocida como “Marita” (ya fallecida) le pidió que le saliera de garantía para alquilar el local donde su hijo y su nuera, Rosa Estela Almarante, montaron el quiosco.
La testigo refirió que por un grave problema de salud de su hijo había consultado reiteradamente a “Marita” (le cobraba 50 pesos cada “consulta”) y que como ella la había “ayudado mucho” con aquel padecimiento, accedió a firmarle la garantía.
Lo curioso del caso es que el contrato de alquiler del local no estaba a nombre de la madre de Deheza, sino de Almarante. Y cuando le preguntaron si había leído el contrato antes de firmarlo, dijo que no.
En tanto, el fiscal Atienza pudo determinar que el 13 de marzo de 2011 (o sea, tres meses antes del crimen), Abelleira ingresó a la cárcel en una visita bastante irregular, ya que quedó registrado su número de documento, pero no su nombre. La acusada acompañó entonces a Claudia Farinone, esposa de Irigoita, quien fue a visitar a su hermano Arlando “Pinky” Farinone.
Se especula que la viuda de Espósito podría haber hablado en esa oportunidad con Deheza para contratar sus “servicios” una vez que fuera liberado, lo que se produjo el 4 de mayo de ese mismo año.
Pese a las sospechas de la parte acusadora, Larghi dijo que recién conoció a Abelleira después que fue detenida (diciembre de 2012) y no antes, pese a que admitió que intervino en la requisa de visitas de aquel 13 de marzo, según figura en los registros carcelarios.
 
Dos compradores
 
También declararon ayer dos testigos convocados por la Querella: Damián Oscar Ledesma (no tiene ninguna relación de parentesco con el cabo primero, pese a tener idéntico segundo nombre y apellido) y Juan Pablo Vega, quienes adquirieron terrenos que Espósito tenía para la venta en Arroyo Algodón.
El primero dijo que pagó “un terreno y medio” de los dos que le había comprado al comerciante asesinado, aunque jamás obtuvo la posesión de los mismos, mientras que Vega pagó 12 cuotas y tampoco accedió al espacio donde iba a construir su casa ni le devolvieron el dinero.
Ambos coincidieron en que varios de los recibos fueron firmados por Abelleira, incluso después del fallecimiento de su pareja, y que poco después los hermanos de Espósito les dijeron que no le pagaran más a ella hasta que se aclarara el panorama, pero que ellos les darían una solución.
Finalmente, cabe señalar que Abelleira vendió dos campos que eran propiedad de la familia Espósito, pero que estaban a su nombre: uno de 112 hectáreas, por el que un productor de Marcos Juárez le pagó 970 mil dólares, y otro de 136 hectáreas, que fue adquirido en alrededor de 1.200.000 dólares.
 
Redujeron la extensa lista de testigos
Apenas iniciada la audiencia de la víspera, el fiscal Francisco Márquez informó al tribunal que, de común acuerdo con el querellante y los defensores, habían decidido incorporar por lectura las declaraciones de 33 testigos, con lo cual la nómina original (de 75 personas) se reducirá considerablemente. En tanto, para hoy está previsto que comparezcan dos funcionarios policiales, un abogado y el intendente de Arroyo Algodón, mientras que mañana se realizará una inspección judicial en la casa donde se produjo el crimen. Como el viernes no habrá audiencia, el juicio continuará el lunes y estaría finalizando entre el martes y el jueves.
 
Imágenes:
F1: Diego Ledesma fue el primer policía que llegó a la escena del crimen y ayer contó detalles sorprendentes.
F2: Juan Pablo Vega, uno de los vecinos de Algodón que le compraron terrenos a Espósito.
F3: El abogado Rodríguez interroga a un testigo mientras Deheza lo escucha atentamente.
F4: El comisario Funes fue uno de los policías comisionados por la superioridad para investigar el asesinato.
F5: Yanina Larghi, la agente penitenciaria que declaró ayer por la tarde.
F6: Abelleira se puso a tocar el piano cuando los policías todavía no habían establecido en qué circunstancias había muerto “Kike” Espósito.

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