Guillermo Cavagnero finaliza su mandato con una fortaleza inimaginable años atrás: tranquilidad institucional, opositores debilitados y sondeos de opinión que aparentemente le sonríen conforman un mapa que lo lleva a confesar a propios y extraños su satisfacción en el tránsito de su última etapa de gestión.

Dice que ha cumplido con gran parte de lo que prometió y tiene previsto que sus últimos meses en el poder estén marcados por la inauguración de obras caras a los sentires de los villanovenses. 

Tras la inauguración de la demorada sala de partos y de un quirófano en un remodelado Hospital, pretende cortar la cinta de 50 viviendas en el barrio El Vallecito, habilitar nuevas cuadras de pavimento y sectores con gas y abrir las puertas del primer centro Integrador Comunitario erigido en un sector populoso como es Los Olmos.

De aciertos propios y tropezones ajenos está construido el sólido final del jefe comunal, que aparentemente se retirará de su segundo mandato con un porcentaje de aplausos que hubiese parecido un cuento en los oxidados primeros años de gestión, cuando se sucedían mes a mes los paros de los empleados municipales (con el consiguiente impacto en la comunidad), las finanzas estaban al rojo vivo, se lo veía sin iniciativa propia y varios dirigentes opositores lo sacrificaban amparados por las carencias de su administración.

Parece mentira que en la vereda de enfrente nadie logre erosionar su capital actual. El Frente Cívico está desmantelado, con su único representante en el Legislativo, Jorge Heredia, convertido en el voto necesario del oficialismo en cada asunto. Manuel Argüello se alejó hace tiempo enojado por el acuerdo provincial con el PRO y desilusionado de “su” concejal. El radicalismo, por su lado, se fagocita con sus internas, las que encima hacen públicas constantemente a través de las redes sociales.

Si en el primer mandato Cavagnero sufrió a una enloquecedora Sandra Bailone, en su segunda gestión (en una decisión reprochable desde lo ético) no titubeó en mover el tablero y al ver perder la mayoría, mandó a su delfín Graglia a mantener la hegemonía oficial en el Legislativo. En ese Poder no hay nadie que haya construido una alternativa a lo existente, ni en sus huestes ni en las ajenas. Los radicales rechazaron distintas situaciones casi siempre con argumentos -Javier Pérez fue, por lejos, el legislador con mayor capacidad de debate entre los siete-, pero estuvieron muy flojos en propuestas, lo que le hubiera dado mayor empuje al partido.

Paradójicamente tampoco surgió en el Ejecutivo alguien que le hiciera sombra al jefe. También allí Cavagnero anuló opositores: mientras los primeros cuatro años una díscola delegada gremial como Mónica Gramaglia no le dejó pasar una, en su segundo tramo en el poder logró sumarla a su grupo brindándole la Dirección para la Inclusión de las Personas con Discapacidad. 

El Centro Comercial es otro de los casos que grafican el salto en el poder del “amo y señor”. Selló buenas migas con la entidad que agrupa a los comerciantes, de la mano de Gustavo Piccolini (hermano del secretario de Gobierno, Carlos), sepultando un pasado reciente de pase de facturas por el nunca concretado Parque Industrial.

El ayer, muy distante del hoy.

Así las cosas, el futuro político parece encaminarse hacia la polarización entre los protagonistas de una era: por un lado, Cavagnero presentando a Natalio Graglia como la "garantía de que se seguirá progresando" y, por otra parte, el exintendente Marcelo Frossasco, que quiere volver al lugar que mantuvo por ocho años. Ambos se dan ganadores. Frossasco y su gente dicen que están en primer lugar en intención de voto. "Si no fuera así, no me lanzo en ésta", confió el también exlegislador provincial. 

Frossasco se mostró sorprendido por el panorama que le aseguraron: aparecía la presidenta Cristina Fernández, el intendente Cavagnero y el candidato a gobernador K, Eduardo Accastello, con alta adhesión entre los villanovenses, pero a la hora de apostar a lo local, buena parte de los encuestados (aparentemente) se inclinaría por el hombre de Unión por Córdoba. 

El jefe comunal también tiene un sondeo que ubica a su apuesta como triunfadora, con Frossasco en este caso segundo, varios puntos abajo.

Desde las filas cavagneristas dicen, incluso, que la gestión tiene una imagen positiva superior al 80%, algo que el mismo Frossasco admite.

El radicalismo no tiene encuestas propias y mira con preocupación, pero también con desconfianza a los porcentajes que dicen tener las dos líneas del peronismo. De ser ciertas las cifras que se ventilan, el "boina blanca" que por lejos mayor respaldo cuenta entre los ciudadanos es el docente Germán Bicego, pese a no estar en carrera.

Cavagnero le dará a la ciudadanía sólo el primero de los cuatro módulos de viviendas prometidos en su primera gestión, las de El Vallecito. Una vergüenza en una sociedad con alto déficit habitacional. También adeuda compromiso con la cultura y la identidad villanovense, tan arraigada en su pueblo. En varios cordones urbanos la pobreza y la falta de oportunidades es evidente. Como contracara, dejará un lifting de muchos barrios, habiendo pavimentado en ocho años una cantidad mayor a todas las cuadras asfaltadas en toda la historia de la Villa hasta su asunción.

El pavimento no es sinónimo de progreso, pero parece ser un elemento de peso en la balanza. A esto se le añade la ausencia de crisis financiera en la comuna, el incremento del parque automotor municipal, un frente de obras que abarca lugares emblemáticos, como el Parque Yrigoyen, la plaza Capitán de los Andes y la avenida Carranza; gas en diversas barriadas y mejora en la provisión de servicios en una localidad en la que no se tienen estadísticas sobre desocupación y niveles de pobreza.

Avances que, aunque con inocultables deudas sociales y crecimiento en los delitos, parecen ser el soporte de su evidente fortaleza en el final.