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8 de Junio de 2015
Cartas - Opiniones - Debates
Los lectores también escriben
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Ni una ni uno ni ninguna ni ninguno menos, nunca más…
 
Son pocas las oportunidades que hemos tenido de participar y observar tamaña manifestación contra la violencia, en este caso, contra los femicidios que vienen cubriendo portadas y titulares.
Coincidíamos, muchos, en que nos causaba sorpresa y buena impresión el nivel de aceptación a esta manifestación, que más que manifestación se ha constituido en una denuncia pública respecto a violaciones.
Hubo un poco de todo, nadie puede negarlo. Quienes vienen haciendo un culto a las diferentes formas de violencia hipócritamente se han manifestado a favor de la convocatoria. No vale recurrir a nombres, ya sabemos quiénes son.
Entre todo lo que hubo, al menos en la provincia de Córdoba, no faltaron los desubicados que pretendieron utilizar la marcha para hacer proselitismo, y del más barato. Se había desplegado una bandera multicolor con la frase “Scioli 2015”. Tuvieron que bajarla inmediatamente ante los reclamos por tamaña violencia política. No podemos dejar de considerar que pretender imponer un emblema o consigna por fuera de la que convoca es una forma de violencia.
Asimismo, tuvimos la desagradable sorpresa -¿sorpresa?- de ver una pintada con la leyenda “muerte a los machos”. Creemos que hubo algunos, algunas, que no comprendieron de qué se trataba la marcha...
El tema de la violencia de género es resistido por muchos sectores que no pueden tolerar la pérdida de un supuesto control sobre un sector de la sociedad. Las instituciones en las que hemos sido formados, patriarcales y machistas por excelencia, se han demorado en hacer acuse de recibo. Pero esto recién comienza, por lo que persistirán resabios de intolerancia y autismo social.
Cuando fuimos niños, al menos quienes sobrepasamos los 50, tuvimos como enseñanza o costumbre varias acciones que nos diferenciaban a hombres de mujeres: ceder el paso, el asiento, ayudar a poner un abrigo, a acomodar una silla, etcétera. Y, seguramente, alguno recordará cómo, replicando ese tipo de acciones, nos decían: “Qué bueno, ¡ya casi no quedan caballeros!”, y entendíamos, aceptábamos que los hombres debíamos tener “consideraciones” para con las mujeres. Eso del “cuidado”, de la “atención”, “detalles” que distinguían entre quienes supuestamente valoraban a las mujeres y quienes no.
Ello traía oculto eso de la indefensión femenina. Una indefensión inventada, convenientemente inventada e impuesta para someter en todas las formas posibles. Detrás de la amabilidad del gesto, se hallaba la miserabilidad de la dominación y el control.
¿Alguno, alguna, recuerda eso de que había vinos para mujeres y vinos para hombres? Al igual que con los cigarrillos o los licores. Los colores: “¡Ese es un color de macho! ¡¡¡Esos son colores de mariquita!!!
Intentaban imponer  que se trataba de una componenda entre hombres y mujeres. De hecho, lo habían logrado, en parte.
 Ni hablar por aquellos tiempos en relación a la diversidad sexual en todo su espectro. Sólo dos; el resto o bien eran “desviaciones” o “enfermedades”...  Aún hay quienes sostienen tan retrógradas interpretaciones.
Establecer barreras, fronteras, divisiones como mecanismo de dominación y control, no sólo era tema referido a lo geográfico o político, en lo social es una vieja práctica que en mucho tienen que ver las “santas” imposiciones dogmáticas.
Una frase consigna que: “...Todas y todos somos responsables de construir una sociedad justa e igualitaria…”. Pero ya éramos responsables antes. Algo no andaba bien...
Ilka Oliva Corado expresa que “...La violencia de género es responsabilidad de todos. Unos, por estereotipar; otros, por hacer; unos, por callar y solapar. Y no, no sólo en la Argentina...”. 
Aníbal Fernández, jefe de Gabinete, manifestó entre otros conceptos: “...Esto sucede porque muchos les asignan valor cero a las situaciones de presión, de violencia, no solamente física, sino de violencia psicológica, de violencia sexual, de violencia económica, de todos los grados de violencia que se sostiene contra la mujer...” .
Tal como más o menos intentamos expresar, no hay una sola forma de violencia, como tampoco existe un solo sector de la sociedad que la ejerza. Hay violencia en muchas variantes que deberían interpretarse como lo que es, una grave enfermedad social que es urgente sanar.
Dice Alina Martoglio que “...la lucha no es en contra de los hombres, es a favor de la vida, del derecho de elegir cada uno cómo quiere escribir la suya, de no dejarse manipular por nadie. De entender que ningún ser humano debe levantarle la mano a ningún otro...”.
No hay una vida que pese más que otra, como una muerte a causa de violencia que sea más trágica que otra.
Que hacen falta aún más leyes que procuren la protección en toda circunstancia para las mujeres, de eso no caben dudas, ninguna. Habrá que sortear sólidos espacios de poder que prefieren el statu quo para no desvirtuarse a sí mismos. El tema del aborto “causalmente” fue abortado y, según las infundadas versiones de pasillos, fue imposición clerical.
También hay un importante rasgo o caudal de hipocresía en la sociedad: “...Vamos, nos exhibimos, nos mostramos, cantamos consignas y nos creemos que estamos haciendo la revolución...”.
No obstante, esta primera marcha por el “Ni Una Menos” ha permitido desempolvar mucho dolor escondido, oculto en el temor, en alguna supuesta vergüenza. Las denuncias que se han registrado 24 horas después de la marcha han superado todas las estimaciones.
Ello habla a las claras de que no solamente algo no funciona bien, sino que ya sobran discursos y declaraciones; hacen falta acciones concretas contra todo tipo de violencia, sea contra quien sea.
Se ha dado un primer y rotundo paso en busca de justicia; el primero con el que se están cayendo varias máscaras que desnudan hipocresía, pero también se está posicionando gran parte de nuestro pueblo para detener y evitar mayores crímenes.
Falta mucho aún por recorrer, por construir en solidaridad, en colectivo, hacia una total defensa de la vida, de todas las vidas, derrumbando fronteras, barreras y sectarismos, edificando en todas y todos mayor conciencia y compromiso para con todas las manifestaciones de la existencia.
Que así sea.
Norberto Ganci,
“El club de la pluma”

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