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14 de Junio de 2015
El arte de revelar ciudades invisibles
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Carlos Puente -Inundación de diciembre 1891. Depósito de azúcar del Molino Piattini en Villa Nueva, entre calles Córdoba y San Martín-Esquina de San Martín y Corrientes de Villa María

Desde el Instituto de Extensión de la UNVM, Carlos Puente coordina un proyecto demasiado importante para la memoria colectiva: “El rescate del patrimonio audiovisual de Villa María y Villa Nueva”. En sólo dos años, el investigador villanovense ha restaurado un millar de fotografías procedentes de diversos archivos locales y extranjeros, restituyendo al acervo del Ctalamochita imágenes de personas y acontecimientos que se creían perdidos para siempre, como la terrible inundación de 1891

Las ciudades se construyen sobre sus ruinas, como las civilizaciones. Pero muchas veces, tras el paso del tiempo, resulta que se ha perdido una buena parte del pasado -a veces años, a veces siglos enteros- y no hay registros urbanos ni humanos en el trazado ni en la memoria.

Es el momento en que los habitantes del presente tienen la sensación de haberse desarrollado sobre vestigios de una ciudad fantasma, del mismo modo que las iglesias de la antigüedad, que se levantaban sobre ruinas de templos anteriores. ¿Cómo eran las dos Villas a orillas del Ctalamochita en el Siglo XIX y principios del XX sobre las que se levantaron las del Siglo XXI? Si bien una parte de ambas “urbes del ayer” nos fueron vedadas por falta de documentación, no todo está perdido.
Y así, con el objetivo de recuperar esas “ciudades fantasmas” y traerlas al reino del presente (como robarle tarjetas postales a la papelera del olvido), el investigador y fotógrafo Carlos Puente ha hecho de este proyecto una cuestión personal, una cruzada para traer a nuestros días el fabuloso “Grial de la Memoria”.
 
Rompecabezas en blanco y negro
 
Estamos en la oficina de Carlos, en el edificio de Extensión de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM), en calle Santiago del Estero 1365, entre coros lejanos y rumores de música (es la hora de los talleres para adultos mayores). Y bajo esa música de fondo, comienza esta entrevista que se extenderá hasta la medianoche.
-¿Cómo y cuándo empezás con la recuperación de las fotos?
-Fue en 2013 y todo empezó con la restauración de los tres documentales filmados en Villa María por la Cinematografía Valle. Como sólo había algunas copias en VHS de mala calidad, hubo que arreglarlas. Estaban “Las bodas de oro de la parroquia”, de 1924, y la “La visita de Monseñor Laffitte” junto con “Villa María industrial y comercial”, de 1929. Hicimos la limpieza del material y luego la restauración digital. Las películas se exhibieron en el Rectorado y fue el primer paso para que el proyecto se extendiera a las fotografías.
-En ese aspecto, fueron de un valor incalculable las que tomó tu abuelo, Joaquín Puente, en la Villa Nueva de los años ´20, ´30 y ´40…
-Sí, del estudio de mi abuelo conservé más de 200 fotos. Es el uno por ciento de lo que hicieron él y mi tía; lamentablemente las otras se perdieron. Heredé ese archivo cuya gran virtud, además de la calidad fotográfica, es que contiene muchas escenas de la vida popular villanovense, en contraposición a las fotos antiguas de Villa María, donde prima lo institucional. 
-¿Y cómo conseguiste las fotos antiguas de Villa María?
-La primera persona que se acercó a traernos material fue el doctor Roberto Sayago, que aportó muchísimas imágenes de eventos y lugares. También el arquitecto Carlos Pajón, a quien tanto le deben Villa María y Villa Nueva. Había fotos del Archivo Histórico que pedí para escanear y por último vino Ligri Suárez, la viuda del historiador Bernardino Calvo, que fue y sigue siendo una colaboradora incondicional. Cuando el doctor Sayago falleció, propuse continuar con el proyecto. Y la responsable del Instituto de Extensión, la licenciada Adriana Rochetti, lo aceptó. 
-¿Cuesta conseguir imágenes del Siglo XIX?
-Cuesta muchísimo y es casi como armar un rompecabezas. A veces estás buscando fotos de algún personaje histórico, como uno de los primeros intendentes; les pedís fotos a los descendientes y no tienen. Pero ellos te dan fotos de otras personas o de otros eventos que también estabas buscando. Una vez necesitaba fotos de la familia Villasuso y el arquitecto Pajón, que no lo sabía, me trajo un álbum. Eran retratos tomados entre 1875 y 1890 y pudimos identificar a varios integrantes de esa y de otras familias tradicionales.
-¿Cómo era ese álbum?
-Era un libro de “cartas de visita”. Resulta que en la Villa María y la Villa Nueva del Siglo XIX existía la costumbre de sacarse una foto de 10 por 6 centímetros que se entregaba por amistad a otra persona. La foto, generalmente, estaba dedicada y fechada al dorso y era muy barata de hacer. Y el arquitecto Pajón conservaba ese libro heredado de sus abuelos. 
-También investigaste hasta conseguir fotos desconocidas, como de la inundación de 1891.
-Sí, ese fue un caso muy emocionante porque no quedaban testimonios gráficos de esa inundación, aunque mi padre me dijo haber visto unas fotos cierta vez. Ese dato me hizo estar atento. Hasta que un día, en un restobar de acá, vi una foto antigua de Villa Nueva enmarcada. Era el Almacén Piattini, que funcionó hasta 1910. Les pedí permiso a los dueños para escanearla y cuando extraje la foto, leí al dorso “fotocopia de lámina encontrada en el taller de un enmarcador en Suiza”. 
-¿Y qué pensaste?
-Que no entendía nada. Yo sabía que don Piattini era un suizo-italiano que se había establecido en el Siglo XIX en Villa Nueva, pero nada más. Por suerte, la gente del bar me contactó con los Piattini de Córdoba y estos con unos parientes suizos. Y así fue que un día, tras escribirnos algunos e-mails con un descendiente, me llegaron dos fotos inéditas de la inundación de Villa Nueva provenientes de Suiza. ¡Fue un milagro!
Y Carlos me muestra las imágenes en su pantalla. En una se puede observar la torre de ladrillos del molino, los sacos de azúcar salvados del agua y dos obreros hasta las rodillas en el río. En la otra, en el patio de una casa villanovense con arcadas y madreselvas, la familia Piattini toma el té de las 5 con el agua a los tobillos.
“Lo bueno es que el hombre que me mandó las fotos también me escaneó una carta de Francisco Piattini a su padre, escrita en diciembre de 1891, desde Villa Nueva. Es una carta muy dramática donde el muchacho cuenta no sólo la inundación, sino también la crisis económica que se vivía en el Gobierno de Juárez Celman. Dice: “…encima de la crisis del año pasado, ha venido la langosta y, como golpe de gracia, la inundación...”. Me emocionó mucho reconstruir ese pedazo de historia desconocida”.
 
Contra el óxido que todo destruye
 
-¿Cómo es restaurar fotos deterioradas de más de un siglo?
-Es un trabajo muy lento. A veces una sola foto te lleva una semana entera porque antes de empezar la reconstrucción digital, primero hay que limpiarla de manera física; con un pincel muy delgado hasta sacarle ese óxido amarillo adherido al papel, que es el sulfito de plata. Luego hay que rehacerla grano por grano, pixel por pixel, respetando el espíritu de la foto, sin quitar ni agregar nada.
-Sin embargo, vos no te quedás en la digitalización, sino que volvés a imprimir en papel.
-Es que una fotografía no existe hasta que no se pasa al papel. La digitalización es muy volátil y no es garantía de conservar nada en el tiempo. Está probado que los CD y DVD se borran a los 10 años. No hay ningún soporte digital que sobreviva un siglo, como una foto en papel. El papel es el mejor back up posible. Por eso, a medida que uno las va restaurando va haciendo copias. Esa es la mejor forma de conservar fotos, imprimiéndolas y divulgándolas. Y también citando a qué archivo pertenecen. 
-¿El proyecto de restauración es también de recuperación de material?
-No, nosotros sólo pedimos a las familias que quieren colaborar que nos presten las fotos para escanearlas y luego se las devolvemos junto a una copia digitalizada. Cuando es necesario, vamos a la casa con el escáner. Ese es nuestro criterio de trabajo. De momento, no podríamos coleccionar fotos originales porque necesitaríamos mucho espacio e infraestructura especial.
-¿Cómo piensan socializar las imágenes restauradas?­­
-Ya hemos hecho una primera muestra en la Fotogalería del Campus en 2013. Acá podés ver algunas de esas láminas enmarcadas. También tenemos la idea de reunir todas las imágenes en un libro o en un video. 
-¿Cómo es que tu abuelo tomaba fotos de tan buena calidad hace casi cien años?
-Porque tenía una cámara muy buena con negativos que eran placas muy grandes, de 10 por 13 centímetros. A la mayoría las he “bajado” del papel y te juro que te sorprendés cuando las escaneás por la fidelidad que tienen. ¡Parecen reveladas de un negativo!
-¿Podría decirse que tu vocación viene de familia?
-Quizás, pero a mí nadie me inculcó la fotografía; sencillamente crecí con ella. Luego estudié Diseño y Producción Audiovisual en la UNVM porque me fascinaba la idea de hacer películas. Ahí descubrí el Súper 8 y con una camarita de esas pude hacer documentales y filmar un viaje al Perú. Lo de restaurar fotos vino después, aunque ya hace 17 años que me dedico a eso. Pero más que un trabajo, la restauración es una extensión de mi persona. No es una profesión, es mi  modo de existir en la Tierra.
Iván Wielikosielek

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