A comienzos de este año, un grupo de estudiantes y graduados en Sociología y en Ciencia Política de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM) conformó el Grupo de Estudios sobre Trabajos y Sexualidades, y ahora impulsaron para el próximo martes, a las 18 y en el Centro Cultural Comunitario Leonardo Favio, una charla debate sobre trata de personas y trabajo sexual, con María Eugenia Aravena, de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR), y Juan Marco Vaggione, de la Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual (RRTS), como expositores.
Precisamente con ese evento como origen de la entrevista, EL DIARIO dialogó con Matías Giletta, Jimena Peñarrieta, Agostina Arzeno y Patricia Chiavassa, miembros del citado grupo (que también integra José Canavese).
-¿Cómo surgió el encuentro del próximo martes?
-MG: Pensamos que en relación con lo que comúnmente se denomina “prostitución” (palabra que se utiliza sin ver que muchas veces hay preconceptos negativos por debajo), había distintas miradas que diferían de las dominantes y que no tenían el mismo peso en el espacio público, en medios de comunicación e instituciones oficiales.
La idea es dar mayor visibilidad a una mirada que piensa en términos del concepto de trabajo sexual autónomo y realizado por personas adultas y que, por lo tanto, exige que se respeten los derechos laborales.
-¿Por qué creen que no se le da entidad y visibilidad a quienes sostienen que se trata de un trabajo?
-MG: Esta mirada está representada por AMMAR, que existe hace 20 años en el país (y 15 en Córdoba) y en la provincia también tenemos a la Red por el Reconocimiento del Trabajo Sexual. Entendemos que existe una lucha política en la manera en que se definen estas cuestiones y creemos que las miradas abolicionistas son sostenidas hoy por hoy por instituciones que detentan poder y ese poder les sirve para imponer esas definiciones.
La mirada abolicionista la sostiene una buena parte de la Iglesia Católica, representada por el Papa y el Vaticano, y eso le da una situación de poder frente a otras. También es cierto que buena parte de los gobiernos se hace eco de las mismas, hay legislaciones en las que se imponen y hay ONG que las sostienen y que tienen cercanía con esos factores de poder. Por eso su preeminencia.
-PC: Más allá de nuestros intereses como cientistas sociales, contamos con el apoyo del Instituto de Extensión de la UNVM para este panel, que pretende debate y pluralidad de voces porque debe haber una lectura crítica sobre este fenómeno y no unicidad de voces. Es un debate que la Universidad debe propiciar porque estamos ante un fenómeno social muy presente y tan poco debatido. Como equipo, tenemos una posición tomada, los panelistas del martes responden a una línea, pero no pregonamos una cuestión unilineal.
-JP: Hay que consignar que no es que la realidad viene después de posturas tomadas. Más allá de las distintas posiciones, lo importante es dar cuenta de prácticas concretas. No podemos obviar que hay trabajadoras organizadas en sindicatos que están pidiendo que se reconozca su trabajo sexual autónomo. Lo importante son los sujetos sociales politizados y que están solicitando esto, que no podemos ignorar. Hay que dar cuenta de todas las realidades sociales, más allá de las posturas.
-PC: Una simplificación del análisis que quizás pueden tener las posturas abolicionistas es reducir el espectro de la multiplicidad de lo que es el trabajo sexual únicamente a pensarlo como trata, trabajo forzoso y esclavitud. Está claro que no avalamos ningún tipo de explotación social, menos sexual, pero estamos pensando en actores sociales que independientemente eligen el trabajo sexual, el que sostienen como digno, a la altura de cualquier otro trabajo y que piden reglamentarlo para poder tener acceso a derechos.
-MP: Muchas de las posturas prohibicionistas tienen que ver con un moralismo religioso y hay otras del feminismo que, en algún punto, son abolicionistas. Se habla de las condiciones en que esa mujer elige... Si en esta sociedad capitalista cualquier persona podría pensarse en qué condiciones elegimos lo que queremos hacer, vamos a darnos cuenta de que todos estamos condicionados y que la libertad no es absoluta en algún punto para nadie. Elegimos dentro de las posibilidades que tenemos y, dentro de las mismas, hacemos lo que nos gusta. Posiblemente podemos discutir la noción de dignidad, no sólo en lo sexual. El moralismo también tiene que ver con que está el sexo en el medio. No se genera lo mismo con otros trabajos que presentan condiciones que no están elegidas libremente por la persona que lo realiza.
-Quienes sostienen la idea del abolicionismo o prohibicionismo aseguran que quienes plantean lo que están planteando ustedes terminan haciéndole -sin intención- el juego a la trata de personas.
-MP: La idea es diferenciar los términos. El feminismo abolicionista a veces los mezcla para que parezca que es lo mismo. Suponen que cuando aparece lo sexual, tiene que ser algo placentero, con el amor de por medio; entonces cuando uno pone la palabra “trabajo” adelante, creen que no es elegido. No estamos en contra del abolicionismo fundamentalmente, sino a favor de discutir. Nadie está a favor de la explotación.
-MG: Además, estamos hablando de lo autónomo y adulto. AMMAR hace 20 años que viene luchando también contra la trata y el proxenetismo. Reconocer el trabajo autónomo y legislarlo sería un paso importante para luchar contra toda forma de explotación, incluida la trata.
-¿Por qué casi no se habla del comercio sexual llevado adelante por hombres?
-MG: No se habla del trabajo sexual masculino y tampoco del ejercicio del trabajo sexual “VIP”. Desde las miradas abolicionistas, fundamentalmente se condena el trabajo sexual porque en el medio hay una mujer que, sobre todo, sufre dos desigualdades profundas: la de género y la de clase.
-MP: Asumir que existen trabajadores sexuales masculinos implica también asumir que las mujeres pueden comprar placer, implica reconocer la dimensión placentera que tiene el sexo en la mujer, que no sólo es reproductivo. Y eso no se acepta en alguna visión social.