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Los cordobeses regalaron una hora del exquisito teatro textual con mínima puesta escénica |
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Un deleite cómico con prisa y sin pausa. Un manjar de humor engullido en una hora de risas sin parar. El divertimento exquisito mixturado con filosas dosis de reflexión. La filosofía del humor o el humor de la filosofía.
Los títulos sugeridos para ilustrar esta nota podrían proseguir o derramarse como en una catarata de significados que hagan valer un verdadero hallazgo del teatro cómico de los últimos tiempos.
El dúo cordobés Los Modernos -premiado en España y Buenos Aires- brindó el domingo pasado y en el Teatro Verdi (ante considerable público) el espectáculo titulado "Fo", donde conceptos como original, humorístico, dinámico e infalible cobraron nueva dimensión.
Mediante un planteo escénico extremadamente austero (sin escenografía, sólo munido de la iluminación y un atril), los actores Alejandro Orlando y Pedro Paiva -vestidos con polleras y sacos- abonaron una fórmula de teatro textual arrollador, inteligente y preciso desde donde se lo mire.
Y se trata de sólo dos personas arriba del escenario. De nuevo: se trata de dos personas arriba del escenario, contando, relatando, rimando, haciendo muecas, gestos, voces, respetando silencios, cantando y acompañándose con pequeños accesorios de percusión. Lo que se dice, una prueba de versatilidad, complementación y experiencia sobre tablas que permite sostener una arquitectura dramatúrgica basada en: la lúcida deconstrucción del idioma y sus vericuetos, en la introducción satírica de la filosofía y en la representación paródica de los subterfugios de la vida cotidiana. Lo que se dice, ni más ni menos, el imperio del puro ingenio traducido a plan de café concert.
Aplaudidos
de pie
Es cierto, a pesar de estar enmarcado en un formato clásico y directo (ciertas reminiscencias a las primeras experiencias del teatro leído), ciertos pasajes no son del todo aprehensibles para un público poco instruido. Y la necesidad de concentración es imprescindible. De todos modos y gracias a una modalidad presta a saltar de relámpagos poéticos de deliciosa manufactura hasta guiños de picardía popular, el espectador puede cubrir los blancos y expandirse a temáticas de cultura general.
Pueden pasar de frases como "la vida es la parte permitida de la eternidad", o silogismos cómplices como "Dios ha muerto (Nietzsche), Nietzsche ha muerto (Dios)" a la canción de los y las "jeropas", el refrán "casarse es humano, divorciarse es divino", o la reflexión: "La pereza... es como la justicia... tarda... pero llega". Su técnica clásica es "instrucciones para...", donde el absurdo ancla bandera como en ejemplos de "lavado y secado de cerebros en la pareja".
El espectáculo "Fo" (devenido del "filoso-Fo" y utilizado como pequeño separador), cuenta además con algunas particularidades. Comienza y termina igual (a propósito del dicho "todo final es un comienzo" y del mito del eterno retorno), incluye una variada gama de canciones ilustrativas (desde samba brasileño, chamarrita, un cuarteto, etcétera) y hasta se da el lujo de resignificar a las "malas palabras". Aquí, el dúo rompe con el criterio dogmático de humor culto y fabrica refinados textos de comicidad donde supuestamente sólo habría chabacanería.
Tras el aplauso cerrado del público (de pie), los actores regalaron un delicioso bis sobre un atribulado Graham Bell que tras inventar el primer teléfono se preguntó: "¿Y a quién llamo ahora?". Simplemente genial.
Juan Ramón Seia
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