Todos experimentamos un estado de atención plena, como cuando nos encontramos frente a un paisaje cautivante. Pero se trata de momentos fugaces, ocasionales. Esta capacidad de los seres humanos, innata y accesible, se va “diluyendo”, desvirtuando con el paso de los años, a partir de los condicionamientos de una sociedad desatenta y acelerada, como también por la carencia de un método o actitud interna que nos permita encontrar el equilibrio o bienestar interno.
A diario, sumergidos en las improntas de nuestra agenda sobrecargada de eventos y obligaciones, sucumbimos a un modo de atención denominado default o lo que comúnmente llamamos “piloto automático”. Acciones que ejecutamos sin pensar: conducir, comer, sacar conclusiones antes de que otro termine de hablar, caminar, quizás trabajar. Hacer las cosas como siempre se han hecho, sin detenernos a pensar si las podríamos hacer de manera diferente. Este modo nos lleva a vincularnos con los otros y con la realidad según lo que dice nuestra mente. Percibiéndola distorsionada por las etiquetas, anticipaciones, especulaciones, comparaciones, generadas desde nuestros pensamientos, nuestra voz interna. Al contrario de lo que debería ser, ya que la realidad está cambiando continuamente. Esto pertenece a una mente condicionada que juzga el presente con los ojos del pasado. Es probable que esta voz suela ser el peor enemigo de uno mismo, drenando energía vital causando grandes dosis de sufrimiento, infelicidad y estrés crónico.
Con la práctica de mindfulness (atención plena), basada en evidencia científica, creada en la década del 70 por Jon Kabat Zinn como programa de Medicina Complementaria del Centro Médico de la Universidad de Massachusetts, para reducir el estrés crónico, se aprende a estar presentes en el presente, en el aquí y ahora, la autorregulación intencional de la atención. Su filosofía está basada en prácticas meditativas orientales pero sacadas de contexto religioso. Es un plan para enfrentar el estrés de la vida cotidiana. Se logra a partir de ejercicios de escaneo corporal y ejercicios de meditación formal e informal.
Mindfulness logra un estado mental que puede transformarse en un patrón mental, en un estilo de vida. Implica estar física y mentalmente atentos a lo que está ocurriendo tanto en nuestra experiencia interior como en nuestro entorno. Esto lleva a entender cómo funciona el cuerpo y la mente, tomando un rol más activo en cómo llevar adelante la vida, encontrando un estado de bienestar integral.
Consiste en mantener una atención ecuánime, momento a momento, sin juzgar. No se trata de poner la mente en blanco, sino de observar nuestros pensamientos de manera atenta, libre de distracciones, presentes en el presente, reconociéndolo como único momento real.
Entrenarnos para que la mente no sea la fuente de nuestros miedos, bloqueos o estancamientos, sino una herramienta útil en el desarrollo de nuestro potencial. Observar implica un cambio de actitud, captar elementos que antes eran desapercibidos instalando un espacio para pensar, por lo tanto es probable que nuestras acciones se ajusten más a la realidad. Una mente simplificada y sabia puede diferenciar, puede decidir. Este esfuerzo repetido, a través de una práctica disciplinada, logra que nuestra atención no se desvíe de donde nos proponemos, es una forma de autocontrol.
Nos lleva a cultivar la aceptación, que no es lo mismo que la resignación, la compasión, la paciencia, que no es pasividad, a reconocer que somos seres emocionales que racionalizamos, a no agregarle carga emocional a nuestros pensamientos, a evitar la evitación.
“El tiempo es oro y sin embargo somos capaces de desperdiciarlo dejándonos llevar por pensamientos del pasado o por preocupaciones y deseos del futuro. Mientras, nuestro presente pierde protagonismo, porque sin darnos cuenta lo convertimos en un trámite”.
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Psicopedagoga. Intervención Terapéutica. Area Cognitiva - Fupron