Fue una oportunidad imperdible para hablar con él de su monumental Historia Crítica de la Literatura Argentina, 12 tomos de un valor incalculable para entender el nacimiento, desarrollo y futuro de la mayor construcción de intelectuales de los argentinos
Hay una fabulosa idea que tuvo Noé Jitrik: escribir la historia de nuestra literatura como se escriben las grandes gestas, es decir, mediante la narración épica ¿O es que Homero hubiera escrito un “manual” para contarnos la guerra de Troya? Y en este sentido, la “odisea” de nuestras letras merecía para Jitrik un texto a la altura de dicha “gesta”. Pero seamos cautos. Esto no quiere decir que el “maestro” iba a utilizar un lenguaje mítico-grandilocuente para hablar de Florida y Boedo, o hacer que nuestros autores aparecieran como héroes con una “Borgíada”. Su idea fue bastante más sencilla. Quiso que su libro, a pesar del título “técnico”, funcionara como narración llana y pura, algo así como una larga novela en 12 capítulos donde los principales protagonistas fueran los autores, los personajes y las obras de nuestro imaginario. En suma, escribir una “literatura” cuyo tema fuese también “la literatura”; en este caso la producida por un país a lo largo de sus dos siglos de vida. Y al mejor estilo de la épica, cuyo núcleo central era compuesto por un “Homero” y cantado por varios rapsodas que la iban ampliando y puliendo, Jitrik cuenta con un equipo de más de 200 críticos. Y así, entre todos, le van dando forma a un libro individual pero también colectivo, a una suerte de gran novela nacional donde las cabezas más imaginativas de la patria nos coronan de laureles que supimos conseguir. Y digo “supimos” porque aquí cada autor y cada libro, cada nueva dirección que fue tomando esa fabulosa creación de nuestro pueblo llamada “literatura argentina”, involucra y engrandece nuestro mundo interior, nuestra concepción de un “nosotros”. Y así, como en tiempo de los exploradores, cada escritor original descubre nuevas tierras que estaban esperándonos como paraísos vírgenes. De tal manera que los hombres y las mujeres de la patria como Roberto Arlt y Alejandra Pizarnik, como Jorge Luis Borges y Victoria Ocampo, Leopoldo Lugones y María Teresa Andruetto, Rodolfo Walsh y Edith Vera, Juan Filloy y Glauce Baldovin son exploradores que nos han regalado nuevos mundos. Y el libro de Jitrik es una exaltación y a la vez un tranquilo comentario de esos mundos, una valoración y un repaso de esas tierras que ahora podemos habitar con el pasaporte de la sensibilidad y la carta de residencia de la imaginación y la memoria.
De Sarmiento a Borges
-Entonces, Noé, ¿cómo nace su proyecto de historiar la literatura argentina?
-Viene de mis épocas de profesor, cuando realmente la hubiera necesitado. Pero sentí que nunca podría hacerla porque me faltaba erudición. Así que a la hora de enseñar tomé un criterio personal, el de subrayar algunos aspectos de nuestra literatura que me parecían relevantes, con la idea de que fueran como bombas expansivas. O sea que al entrar en un texto los estudiantes quisieran ir a otros por vía de un estímulo. Ese método mío implicaba una crítica a las viejas historias de la literatura y de alguna manera fue la primera semilla de este libro.
-¿Y cuándo surgió la posibilidad de escribirlo y publicarlo?
-Fue a fines de los ´90 en México. Me habían invitado a dar un seminario sobre literatura argentina y al finalizarlo se me acercó un editor y resolvió que podría ser muy viable publicar una nueva historia, ya que la última estaba lejos en el tiempo y respondía al modo tradicional. Al principio dije que no porque no me sentía capaz. Pero luego pensé en otra variante, una que no rechazaba el concepto de historia y que al mismo tiempo sería un relato: contar lo que ocurrió con la literatura de este país, pero reproduciendo el espíritu de las grandes gestas. Y en este aspecto, el libro que escribo con un grupo de investigadores busca eso, escribir una “gesta” de las letras nacionales.
-¿Cuándo empieza la literatura argentina “espiritualmente” hablando?
-Con los primitivos poemas gauchescos de Bartolomé Hidalgo, quien formado en el neoclasicismo encuentra en ese lenguaje particular un intento de nacionalizar. Pero la cosa adquiere una conciencia mayor con Esteban Echeverría, quien encara un lenguaje más elaborado, un idioma argentino embrionario. Curiosamente El matadero, su obra fundante, se conoció muchos años después; pero en La cautiva ya hay un paisaje y unas categorías propias aunque con un lenguaje todavía tributario del Romanticismo. Quien inaugura la literatura nacional es sin dudas Sarmiento.
-¿Cuál es el aporte de Sarmiento?
-La gran concentración en “lenguaje” y “referencia”. El va de una cosa a la otra con mucha más agilidad y precisión que todos. Y es gracias a él que, después de un proceso muy complejo, va tomando forma el concepto de literatura argentina. Esto llevará en los albores del Siglo XX a la noción de “escritor profesional”.
-Ya que hablamos del Siglo XX, ¿qué lugar ocupan en ese contexto las obra de Lugones, Borges y Arlt?
-Desde una perspectiva holística, Lugones y Borges son fundamentales. Ante todo porque en ellos confluyen muchas corrientes estéticas, un conocimiento muy acabado de la literatura, una reflexión filosófica muy fuerte y un manejo tremendo de la lengua junto a una imaginación muy notable. Los cuentos de Lugones, por ejemplo, son fabulosos. Ese lenguaje barroco que logró es fantástico al igual que la prosa de Borges. Con ellos estamos ante la imagen de lo que se conoce como un “gran escritor”. No pasa lo mismo con Arlt.
-¿Y qué pasa con Arlt?
-Con él estamos ante una complicada y contradictoria versión de la vanguardia, pero entendida como desafío y ruptura. Digo contradictoria porque Arlt abominaba de las vanguardias, pero a su vez su lenguaje es muy vanguardista. Desde el punto de vista clásico no es un “realista”, pero le interesa enormemente la realidad circundante. También es imaginativo y violento. O sea que tiene un montón de características muy interesantes, pero siempre dentro de un esquema de vanguardia. Mientras que Borges y Lugones tienen más que ver con el monumento literario, con esas estatuas clásicas que se ponen en las bibliotecas.
Dictadura y después
-Ya se han publicado 11 tomos de su “historia” y a fin de año saldrá el último. ¿De qué trata La literatura en la fricción?
-De lo que pasó con la dictadura desde 1976 en adelante. La dictadura implicó muchos giros en el orden imaginario y sobre todo un “parate” para el desarrollo literario que se estaba dando en la Argentina. Por eso es que en los textos de esa época aparece la idea de pérdida, de la falta, de “fricción”. Pero llega un momento en que la herida dictatorial se cierra y los escritores pasan a otra cosa. Quiero decir que las secuelas de la dictadura todavía continúan, pero ahora cambió el imaginario.
-¿Tiene que ver con la democracia, la apertura, la globalización?
-Sí, con factores que podrían resumirse en “la irrupción de nuevos estímulos”. Además, hemos tenido en los últimos años una mayor penetración de la literatura norteamericana, el mercado del libro, nuevas tecnologías... Ya no estamos ante la idea de fricción, sino ante un nuevo paradigma.
-¿Cómo han influido las nuevas tecnologías en la composición de los textos?
-Quizás no de una manera directa pero sí por impregnación. Los fenómenos sociales inciden siempre en los imaginarios. La aparición de la computadora, por ejemplo, determinó nuevos modos de escritura. Uno lo puede negar o no; pero de los laboriosos trazos de pluma de ganso en el Siglo XIX a la rapidez de la máquina de escribir en el Siglo XX hubo una revolución. Y de la máquina a la notebook hubo otra más grande aún.
-¿Cuál fue su experiencia como escritor con ese cambio tecnológico?
-Mirá, hasta no hace mucho yo me jactaba de hacer cuatro o cinco versiones a máquina de un texto. Ahora con la computadora corto y pego sobre el mismo texto y ya no sé cómo ni cuántas veces corrijo. La computadora está haciendo cambiar la escritura no sólo en lo mecánico, sino también y sobre todo en el concepto mismo de la escritura. Hay muchas preguntas al respecto. ¿El párrafo largo es remplazado por la frase corta? ¿Lo perifrástico pierde volumen y es remplazado por el enunciado directo?
-¿Y cuál es su respuesta?
-No me animaría a decir categóricamente un “sí”, pero es evidente que algo de eso está pasando y tiene que ver directamente con la tecnología. Lo mismo pasó con el “modernismo rubendariano”, que tenía una relación directa con la industrialización. A tal punto que él, Rubén Darío, empieza a producir “poemas en serie”.
-A pesar de su producción novelística y poética, Noé, usted es más conocido por sus ensayos. ¿Hay géneros más difíciles que otros?
-Para mí la escritura es lo fundamental y eso está muy por encima de los géneros. A tal punto que no existen “géneros menores” para mí; ni siquiera en las cartas que escribo. Soy exactamente el mismo cuando hago crítica que cuando escribo poemas. Las piezas periodísticas de Rubén Darío, por ejemplo, son de la misma calidad que sus poemas. Como te digo, se trata de escritura. Y la escritura está en todas partes o no está en ninguna.
-¿Tiene algunos “riesgos” el oficio de ensayista? ¿Hay escritores que no se aguantan las críticas?
-Sí. Yo he tenido un problema con Cortázar una vez, cuando escribí algo sobre un libro suyo. Tiempo después lo vi y le pregunté qué pensaba y me dijo “a veces los críticos ven más de lo que uno quiso poner en una novela”. Y yo le dije “no se trata de eso; la crítica es un ejercicio que toma como objeto la obra de otro, la tuya en este caso, y sobre eso construye algo propio”. Luego me dije que lo que quieren los novelistas es que uno bata el tambor para que vendan. Y los poetas ni hablar. No toleran que les digan nada, salvo que son el mejor poeta del mundo.
-Ya que habla de Cortázar, en Villa María hubo muchos eventos por su centenario el año pasado, pero el de Bioy pasó completamente desapercibido. ¿Piensa que esta negligencia responde a una decisión del Gobierno?
-No creo. Los homenajes a Cortázar vienen por una expresión de la izquierda argentina y este Gobierno tan sólo se ha hecho cargo de esos festejos para satisfacer ese pedido, no por hacer ideología. En cuanto a Bioy, en Buenos Aires sí hubo muchos homenajes. Si hablamos de literatura y política, este sería un capítulo muy interesante. ¿Qué hace el Estado con los escritores? ¿Tiene una estrategia o no la tiene?
-¿Y usted que piensa?
-La historia dice que tradicionalmente los gobiernos sí la tenían. Y esa estrategia iba por el lado de la enseñanza. Hasta los años 50, en las escuelas primarias no podía faltar Sarmiento, Lugones, Güiraldes y José Hernández. Pero cuando llega el peronismo eso cambia y se intenta desplazar a algunos escritores y poner en el canon a otros, más funcionales al sistema y más populares. Pero eso se termina y luego hay una exaltación de la literatura por sí misma. Este Gobierno ha protegido a los autores mediante la compra de libros. La Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip) es el mayor comprador del país y contempla a todos los autores.
-¿Qué lleva a un país a querer narrar la historia de su literatura?
-Es una idea que aparece cuando la literatura es sinónimo de su cultura más elevada. Una sociedad pareciera creerse más importante cuando ya posee una literatura propia. Y es lo que nos pasa a los argentinos y lo que me pasó a mí cuando asumí el desafío de esta historia. Por suerte tenemos autores que justifican ampliamente todos los libros de crítica que se han escrito, incluidos estos 12 que también serán parte de esta creación ficcional, colectiva y esencial que es la literatura argentina.
Iván Wielikosielek