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28 de Junio de 2015
Más de cuatro décadas con este trabajo
Elvio Bargel y el arte de devolverle la vida a las pelotas pinchadas
La historia del único hombre en la ciudad que se dedica a esto. Dice que “es un trabajo complicado”, y teme que el oficio desaparezca
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Elvio Bargel aprendió el oficio a los 29 años. Más de 45 años después, está lejos de dejarlo
Escribe Damián Stupenengo
DE NUESTRA REDACCION

“¿Sabés qué pasa? Este es un trabajo medio complicado”. Por eso cree Elvio Bargel que es el único hombre que queda en la ciudad que mantiene vivo el oficio de volver a darle vida a las pelotas pinchadas o rotas.
Busca dos, las pone sobre la mesa, y empieza a contar: “Estos fútbol son cosidos a máquina, y cuando tenés que descoserlos para poner la cámara nueva se te complica, porque tienen todo un hilo que va por dentro y se corta, cuando se corta empieza a descoserse por todos lados… Es que son fútbol baratos”.
Tenía 29 años cuando aprendió la tarea. Fue en el barrio Lamadrid, donde había una persona “con una fábrica chiquita que armaba pelotas” y le pagaba 10 centavos por cada una que armaba. “Me animé y aprendí a hacerlo de corajudo, nomás”, ríe Elvio.
De todas formas, luego de dejar ese lugar, al principio sólo le arreglaba las pelotas a los más chicos del bario. “Tiempo después ese señor murió y ahí me puse a hacerlo en serio”, recuerda. 
“Le arreglaba fútbol al AFUCO, al baby de Sarmiento y a particulares. Y después, por comprar materiales en Cycles Mundo, ellos me pidieron que deje el número porque iba mucha gente a preguntar quién arreglaba y me empezaron a mandar gente”, cuenta.
Hoy, desde su casa en barrio Mariano Moreno, con 74 años y más de 45 acumulando esta sapiencia reconoce que tiene bastante trabajo. “Tengo siempre pelotas para arreglar, tengo esa que es de handbol o aquella otra, que es de los viejos del fútbol”, señala. 
Para Elvio “nunca hubo muchos que hicieran esto, más que dos o tres”, y, sin mucha seguridad, dijo que “solía haber un muchacho que trabaja en una talabartería que sabía, pero que no se dedica a esto”.
Mientras recorre los gajos de la pelota con uno de sus dedos, estima que los remenderos como él pueden llegar a desaparecer por varios motivos. Uno, es porque “las pelotas que vienen ahora no duran nada, no son de cuero como las de antes y a veces te sale más barato comprar una nueva que hacerla arreglar”.
Pero, además, no ve sencilla la posibilidad de transmitir sus conocimientos. “Quizás le voy a enseñar a mi nieto si le gusta y tiene ganas de hacerlo, porque si no te gusta no hay que hacerlo directamente porque no te va a salir bien. Es que hay que tener una paciencia para descoser, y volver a coser”, justificó.
Elvio se levanta de la mesa y se dirige hacia una caja de herramientas de chapa, abre el candado, muestra los elementos tal como si fuera un cirujano, y explica el paso a paso para arreglar una pelota: “Se descose una parte solamente del casco donde está el pico. Se despega la cámara y se saca. Si está pinchada se emparcha y, si no, se cambia la cámara. Se vuelve a pegar el pico y se cose de nuevo. Cobro 50 pesos para arreglar una pelota, pero vale 30 la cámara”.
Cada vez que se sienta a hacer esto, este jubilado que trabajó durante siete años en la Fábrica de Pólvoras, lo hace con 2 ó 3 pelotas al mismo tiempo, y está entre una y dos horas. “Porque descoso una, le pongo el pegamento a la cámara y el casco y lo dejo un rato, entonces en ese tiempo que espero agarro otra y hago lo mismo”, detalla.
Más allá de poder considerarlo un trabajo, para Elvio, arreglar pelotas es mucho más que eso. “Nunca voy a dejar de hacerlo, porque esto es una distracción. Cuando estás haciendo esto no tenés la cabeza en otra cosa”, concluyó.
 
Alumni, un gran capítulo de su vida
Durante más de cuatro décadas Elvio formó parte del Club Atlético Alumni. Utilero hasta hace unos dos años, también fue masajista, “y hasta dirigí un equipo de reserva y fui ayudante de campo”, confía.
“Mi hermano, el más chico, jugaba ahí y mi papá era fanático, entonces ahí empezó la relación. Me alejé porque por ahí no es la misma gente la que está ahora que la que estaba antes, pienso que les interesaba más pagarles a los que venían de afuera que al que había estado toda la vida en el club. Igual, si puedo colaborar, colaboro, porque sigo siendo de Alumni”, aclaró, como si hiciera falta ratificar que los colores no se cambian.


 

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