Señor director:
Los chicos de mi edad pueden optar por votar en las presidenciales, pero no lo pueden hacer para la Gobernación. Tengo 16 años y José de la Sota entiende que nosotros no pensamos. Pero para que vea que se equivoca, le pido me permita dar a conocer el trabajo de investigación que hice para mi colegio, a ver si le ayuda a reflexionar. Muchas gracias.
“El enfrentamiento entre los Estados Unidos y la Unión Soviética por extender cada uno sus zonas de dominio tras la Segunda Guerra Mundial, influenció fuertemente el escenario mundial en aspectos económicos, políticos y sociales.
Durante la guerra fría, cada bloque comenzó a dedicar alrededor de 85 mil millones de dólares en su presupuesto militar. Tal gasto llevó a ambos bloques a un decaimiento económico. Para aminorar los efectos sociales de la amenazante crisis, EE.UU. llevó a cabo un proyecto basado en un marcado intervencionismo estatal. Con este modelo mejoraron notablemente las condiciones de vida de las clases medias y populares. Este progreso social comenzó a reflejarse culturalmente en el país, produciendo también pensamientos alternativos en los muchos jóvenes norteamericanos nacidos luego de la Segunda Guerra Mundial (una etapa caracterizada por un incremento de la natalidad).
Muchos de esos jóvenes se manifestaron disconformes con el modo de vida que su sociedad llevaba. Los valores comenzaron a buscarse fuera de las familias, se produjeron movimientos de liberación femenina, sexual, luchas contra la discriminación racial y en contra de la guerra de Vietnam. A ello se le llamó “movimiento hippie”, en el cual esos jóvenes pretendieron crear una sociedad nueva, organizándose en comunas libres y sin jerarquías, en contraposición con la sociedad burguesa y cuyos valores básicos fueron la tolerancia y el amor.
Por el otro lado, en diciembre de 1959 triunfó la Revolución Cubana, convirtiéndose Cuba en el primer Estado socialista de América. Además, el comunismo triunfó en Vietnam del Norte e impuso su propio modelo económico luego de la retirada de los estadounidenses, que se quedan con su fuerte influencia en Vietnam del Sur.
Luego, en Francia, durante el año 1968, obreros y estudiantes lucharon por el derecho de celebrar reuniones públicas y por la modernización de los planes de estudio.
El triunfo de estos movimientos prendió una chispa y planteó todo un ejemplo en la juventud de América Latina. En Argentina, Bolivia, Uruguay, Chile, Paraguay y Brasil se iniciaron movimientos revolucionarios que criticaron los modelos económicos y culturales imperantes, demandando libertad y rechazando la dependencia de las grandes potencias mediante el reclamo de justicia social. Parte de la Iglesia acompañó los reclamos que cuestionaban el orden establecido en los países de Latinoamérica (a través de sus “curas del Tercer Mundo”).
Ante todos estos movimientos populares y el fracaso de la Alianza para el progreso -un programa de “ayuda económica, política y social” de EE.UU. para América Latina-, el país del norte mandó a Henry Kissinger, secretario de Estado para Asuntos Internacionales, a desarmar estas luchas revolucionarias y organizar dictaduras que implementaron modelos neoliberales.
Simultáneamente a la consolidación de las dictaduras se encontraba la crisis del petróleo: éste había aumentado y en ese momento era la principal fuente de energía. Por esa razón, los países exportadores aumentaron sus ganancias gracias y las depositaron en bancos privados pertenecientes al sistema financiero occidental. Estos mismos bancos se instalaron en nuestros países y comenzaron a otorgarles préstamos con bajos intereses para que pudiesen seguir consumiendo su petróleo, a cambio de establecer programas económicos que redujeran la participación del Estado, disminuyeran los salarios, eliminaran puestos de trabajo “innecesarios” y abrieran la economía al mercado y a productos extranjeros. Este modelo económico neoliberal sólo podía ser aplicado aumentando el control sobre la población mediante el terror y la represión. La ideología que inspiraba estas dictaduras era la llamada “doctrina de la seguridad nacional”, en la cual el enemigo era cualquier persona que obstaculizara aquellos cambios económicos y sociales que se proponían.
La resistencia a los golpes de Estado siguió presente y finalmente en estos países, a fines de los 70, se comenzó a producir un proceso de democratización. Pero para la desgracia de éstos, los intereses de sus préstamos habían aumentado y se encontraban todos con una deuda enorme como legado de las dictaduras, que achicó el margen de maniobra de los nuevos gobiernos, a los que comenzó a denominárselos “democracias controladas”: los EE.UU. ya no los gobernaban mediante las armas, sino económicamente.
Mientras los países latinoamericanos se endeudaban, EE.UU. y sus bancos crecían. La industria armamentista (de la que ellos mismos se nutrían) elevó su producto nacional bruto. Y la URSS, que se encontraba favorecida durante la crisis por ser proveedora de petróleo, pretendió igualar el poder armamentístico de EE.UU., algo que no estaba en condiciones de hacer (además, su producto nacional bruto era un tercio del norteamericano). Por esto, su economía comenzó a acentuar su retraso y se comenzaban a profundizar las desigualdades entre clases sociales. Debía centrarse entonces en la economía más que en la política. Así lo hizo y se debilitó el partido gobernante, que se había sostenido por la vigilancia y la coacción. Consecuentemente, la URSS colapsó y su derrota se concretó con la caída del Muro de Berlín en el 89.
El Muro había caído y EE.UU. se encontraba con un progreso económico y científico a partir del cual expandió el capitalismo como el único futuro posible. El poder de los estados nacionales quedaba debilitado por la acción de las empresas transnacionales y la globalización de la economía, debiendo convertirse -a cambio de los servicios de estos organismos internacionales- en sólo un medio a través del cual las corporaciones llevan adelante sus estrategias que siempre funcionan en base a sus intereses. El consumo -otro factor para que esta economía funcione- se incentivó mediante la publicidad dirigida (por estas empresas), que dejó atrás valores relacionados con el crecimiento espiritual e incrementó el deseo por un supuesto “mundo ideal” y una realización personal a la cual se ingresaba comprando.
Claro que simultáneamente a ese individualismo aumentaban las desigualdades. Y en los países menos desarrollados, donde la población no concordaba con ese sistema, durante la segunda mitad de los 80 fueron electos candidatos que criticaban ese modelo neoliberal, pero que finalmente lo tomaron como propio”.
Hasta ahí mi trabajo. Puedo pensar, sé lo que pasa, pero en Córdoba no puedo elegir mi propio futuro.
Carmela Las Heras
DNI 41.595.686
