Míni Guía
Ubicación:
Centro-este de la provincia de Corrientes.
Distancias:
795 kilómetros desde Villa María.
Población:
2.000 habitantes.
Escribe: Pepo Garay
ESPECIAL PARA EL DIARIO
La casa de Don José: de las bondades que Yapeyú guarda para el viajero, ninguna le llega a los talones al Templete Sanmartiniano. Y es que adentro de la generosa y bella edificación de tejados, grandes ventanales y estilo clasicista, duermen las ruinas de la casa natal de un tal José de San Martín. Sí, allí mismo pasó sus primeros años el padre de la Patria, ignorando acaso su destino de gloria. Son rígidos e inexpugnables los anchos muros del inmueble que lo recubre, sabedores del tesoro que protegen.
Las ruinas en sí no dicen mucho a los ojos, pero su carga simbólica paraliza. Ladrillo sobre ladrillo, donde habitaran Juan de San Martín, Gregoria Matorras del Ser (los restos de la pareja descansan en el lugar) y sus cinco hijos. Frente a lo poco que queda de la ilustre vivienda, un Granadero con traje bien lucido, sable a la mano y todas las de la ley, le presta mayores ínfulas al atractivo.
Otros emblemas sanmartinianos: claro que no terminan ahí los recuerdos que Yapeyú cobija de su hijo pródigo. Ya ver a granaderos a caballo vestidos en tonos de principios de Siglo XIX le hacen a uno perfilar redenciones (se los puede ver galopando por las calles antes de iniciar su guardia en el templete y una vez finalizada ésta).
Además, en el Destacamento de Granaderos local, oficiales explican al visitante algunas particularidades del oficio. En el interior, el museo sanmartiniano y sus cinco salas continúan enalteciendo la figura del prócer. Después, conviene dirigirse a la plaza central de la apacible aldea, donde aún se mantiene firme el llamado “Higuerón”, un árbol de tres siglos de andanzas donde San Martín jugara de pequeño (o al menos así lo aseguran desde la oficina de turismo).
Legado jesuita: pero además de su lazo con San Martín, Yapeyú presenta una historia que potencia el interés del foráneo. El pueblo nació a principios del Siglo XVII, cuando los jesuitas se instalaron y fundaron una de sus tantas Misiones Guaraníticas en esta parte del mundo. Cuentan los anales que, entonces, unos 10 mil indígenas (charrúas y yaros entre ellos) y algunos religiosos españoles, daban luces a la pujante reducción. Después vendría el acoso de los bandeirantes portugueses y finalmente la expulsión de la orden de todo el Continente Americano (1768).
Hoy, la localidad del oriente correntino conserva retazos de aquellos capítulos de su rica línea de vida. La mayor parte respira en el Museo Jesuítico Guillermo Furlong, en cuyo patio se exhiben las ruinas de la reducción y, a lo largo de sus salas interiores, distintos objetos pertenecientes a religiosos e indígenas.
En la iglesia (Siglo XVII), en tanto, aún habita la imagen de la Virgen Morena, Patrona de los nativos conquistados y de los actuales yapeyuanos. Las casonas Siglo XIX de los alrededores ayudan a dar esa imagen tan típica del municipio.
El precioso Uruguay: en los extremos del pueblo algunos de los dos mil paisanos que componen el padrón se pasan la tarde matándose a tereré, a la vista del precioso Uruguay. El río, que marca la frontera entre Argentina y Brasil, es otro de los llamadores, en base a unas aguas que invitan al chapuzón en primavera y verano, y a domarlas en embarcaciones o simplemente disfrutarles la abundante silueta en otoño e invierno.
Rodeado de verde mesopotámico, el afluente convida también con deliciosos surubíes, dorados y bogas. Como para tirar la caña y terminar la visita a puro banquete.