Tras un primer año brillante en el Colegio Nacional de la ciudad, un jovencísimo René Rodríguez se ganaba una beca y pasaba sin escalas a la Ciudad Estudiantil “Eva Perón” de Buenos Aires. Corría el año 54 y, tras el discurso de bienvenida de la primera dama, el muchacho tendría al propio presidente como profesor de Historia. “De él aprendí todo lo que sé, todo lo que soy”, dice emocionadísimo don René, como si no hubieran pasado 60 años de la última clase del general, sino apenas 60 minutos. O como si aún escuchara a Evita diciendo “no se olviden que acá vienen a estudiar, a ser el orgullo de sus provincias y de sus familias”.
René está en su departamento a una cuadra del Molino Fénix, pero a punto de mudarse a su vieja casa. “Es la última vez que desarmo esta biblioteca”, me dice. “Quiero que el próximo cambio de domicilio sea directamente a La Piedad”. Y el hombre se ríe con luminosa aceptación.
Le digo a René que lo vine a entrevistar para que hablemos del significado del 9 de Julio y sus primeras palabras, como no podían ser de otra manera, son una cita del hombre cuya muerte más lloró junto a la de su padre. “Perón rescataba tres conceptos fundamentales para un país: libertad, independencia y soberanía. Y decía que los tres debían ir de la mano. Porque en un país vos podés ser libre sin ser soberano, o ser independiente sin ser libre”.
¿Esos tres valores gozan de buena salud en la Argentina de hoy?
-Se supone que sí, pero yo tengo mis serias dudas. En realidad, estamos muy condicionados por una realidad geopolítica que nos asfixia. Eso no es algo nuevo. Quiero decir que como país, en varios momentos históricos hemos dependido de Inglaterra, por ejemplo. Como durante la “década infame” cuando se firmó el “Pacto de las Carnes” entre Roca y Runciman. Nuestro vicepresidente, que se llamaba Julio Argentino como su padre, dijo en Londres “hete aquí otra ilustre perla del imperio inglés”, refiriéndose a la Argentina.
Pero pocos años después, Perón compró los ferrocarriles y se sacó de encima a los ingleses, aunque fue muy criticado.
-Eso fue en 1947 cuando el general declaró la independencia económica. Sin embargo, él no compró sólo “hierros viejos” como decían los opositores, sino que también compró miles de hectáreas de tierras; porque a diez kilómetros de cada lado de las vías era soberanía británica. Y eso fue lo más importante: la recuperación del territorio aprovechando la deuda inglesa de posguerra.
En los 90, los ferrocarriles volvieron a privatizarse y Menem habló de “relaciones carnales” con Estados Unidos.
-Fue volver al yugo de otro país o peor aún, de corporaciones más poderosas que los países. Hoy no sólo estamos a merced de Estados Unidos y los “fondos buitre”, sino también de China y de Irán.
Tucumán y después
¿Eran conscientes los congresales de Tucumán de lo que pasaba en 1816?
-No, para nada; había una gran mezcla de intereses, pero también mucha confusión. Los que sí eran conscientes eran los ingleses, que aprovecharon la ruptura de Argentina con España para hacer sus negocios.
Poco después de la independencia, Rivadavia vuelve a hacer trato con ellos.
-Sí, pidiendo un préstamo de un millón de libras esterlinas a la empresa Baring Brothers. Fue una maniobra inglesa para tenernos agarrados y no dejarnos crecer. Pero luego, con la llegada de Rosas, esa deuda se renegocia; él se resiste a pagarla con el hambre del pueblo y por primera vez pide por Malvinas. Rosas, al igual que Perón, jamás fue funcional a intereses extranjeros. Los dos estuvieron mucho tiempo en el poder y cuando se fueron, dejaron superávit.
A Perón y a Rosas se los ha llamado “tiranos”; sin embargo, por lo que usted dice, fueron los únicos presidentes que no tuvieron deuda externa.
-Absolutamente. Sólo fuimos realmente independientes en los gobiernos de Rosas y Perón. Rosas abolió la esclavitud en Argentina y por eso los brasileños se venían para acá. Luego, Brasil con Inglaterra apoyaron a Urquiza y lo derrocaron en Caseros. En tiempos de Perón hubo más independencia y soberanía que nunca y la mujer votó por primera vez. Por eso hay que revisar la historia; para entender por qué a las dos únicas presidencias donde fuimos realmente libres se las sigue llamando “tiranías”.
Iván Wielikosielek
Especial