Temple Grandin es especialista en ganadería y autista; tal vez la autista más famosa del mundo.
“Primero quiero que sepan que mi título es doctora en Ciencias Animales y soy profesora de Comportamiento Animal en la Universidad de Colorado (Estados Unidos). Eso va primero en mi identidad. Sé que ser autista es importante. Pero a mí me define como persona ser docente y científica”. Así se presentó al ser entrevistada por el Servicio de Difusión Científica de la Facultad de Agronomía de la UBA, donde fue distinguida con el título de doctora Honoris Causa, el máximo reconocimiento que ofrece esa institución académica a personas distinguidas en los ámbitos de la ciencia y de la cultura de nuestro país y del mundo.
Grandin fue diagnosticada con autismo cuando tenía sólo 3 años. Entonces no hablaba ni podía sociabilizar con las personas. Pero en su adolescencia descubrió que sentía una gran empatía por animales y que los podía comprender gracias a su condición y su manera particular de pensar en imágenes. Así logró especializarse en la materia y promover un trato más amable con los bovinos mediante el diseño de mataderos, mangas y corrales que revolucionaron la ganadería de Estados Unidos. Hoy es una autoridad mundialmente reconocida en la ciencia del bienestar animal. Cerca del 50% de los vacunos de EE.UU. se maneja con sus tecnologías.
“Los grandes errores de la ganadería tienen que ver con gritarles y pegarles a los animales. Hay muchas otras cosas que se pueden aprender para mejorar el manejo del ganado, como la manera de caminar detrás de su punto de equilibrio, pero el primer paso es dejar de gritar y pegar”, afirma en una sala reservada para recibir a periodistas en el Hotel Alvear, donde se aloja durante su estadía en Buenos Aires. Y saca de su valija una agenda repleta de tareas superpuestas. Allí muestra cómo dedica el 85% de su tiempo a viajar por el mundo difundiendo sus conocimientos. Para cuando vuelva a su país ya tiene reuniones previstas con artistas, asociaciones de equitación, empresas del Silicon Valley y la NASA: “En esos lugares, el 50% de los científicos está dentro del espectro autista”, asegura.