El Matadero Modelo de la Municipalidad de Villa María, construido en la década del 30, fue una obra casi faraónica, de elevadísimo costo económico y con fallas técnicas que llevó a que luego de su inauguración, se cerrara y se volviera a faenar en el viejo Matadero hasta que se adecuara el nuevo. Y como si todo esto fuera poco, debe recordarse que los trabajadores que lo construyeron fueron terriblemente explotados, pagándoles miseria, y reprimidos por la Policía en las protestas que realizaron demandando por sus derechos
Presupuestos municipales para el Matadero
Muchas veces se habló del alto costo del Matadero Modelo y del contraste entre la belleza arquitectónica de la obra y las deficiencias técnicas que presentaba. En pos de aportar datos, basados en documentos acerca de esas cuestiones, investigamos en la prensa de la época buscando información concreta sobre la cuestión. Es así que dimos con una edición, fechada el 17 de mayo de 1937, del diario cordobés “Lucha”. Allí se publicó un extenso informe acerca de la situación del Matadero Modelo de Villa María que fuera construido, pero no terminado, durante la Intendencia de Parajón Ortiz. Se destacan algunos de los problemas que dejó como herencia esa administración en torno a esa importante obra pública que, si bien era necesaria, se construyó sin tener en cuenta la necesaria transparencia que debiera primar en toda gestión gubernamental. Para empezar, el costo de la obra adeudado al momento de que Seydell asumió la administración local era de $1.150.000.
Pero la administración municipal que terminó en 1935 dejó una deuda total de $1.700.000. Para dimensionar estos números podemos recurrir a la nota periodística mencionada, donde se dice que los ingresos anuales del municipio alcanzaban “la suma de $600.000 y la ley fija un máximo de un 20% para empréstitos y amortizaciones”. Pero cuando Emilio Seydell llegó al poder municipal, la deuda era abultada y “...la amortización e intereses que se pagan anualmente están ya tocando la suma de 120 mil pesos, que es el máximo que permite la Ley” decía el periodista de “Lucha”. Es decir que el costo del Matadero Modelo fue de casi dos presupuestos anuales del municipio más los intereses, en tanto que la deuda total que Parajón Ortiz dejó en el municipio fue de casi tres presupuestos del Estado local.
Cuando Seydell asumió la intendencia, el Matadero aún no tenía el final de obra y le cursaron varias notas al ingeniero Francisco Salamone, director técnico de la obra, para que viniera a terminar su trabajo. Por entonces el profesional estaba trabajando en la provincia de Buenos Aires bajo las órdenes del gobernador Manuel Fresco, confeso admirador de Hitler y Mussolini. En el referido artículo de “Lucha” se dice que “además existían impedimentos legales que no permitían su funcionamiento -del Matadero-. Gracias a las diligentes gestiones del Sr. Emilio Seydell, actual intendente, se obtuvo de los acreedores que el plazo de amortización se extendiera a 33 años y la rebaja de la tasa de interés del 7% al 6%”.
Lo positivo y lo negativo
En el artículo periodístico se rescata, tal cual lo hacía la nueva administración municipal, “la idea en sí de construir un matadero modelo” señalando que se trataba de algo “altamente auspicioso” pero, sostiene, “no es posible salirse del marco realista y práctico que requieren las obras públicas para que sean verdaderamente eficaces”. Esta observación está relacionada con la desproporción del Matadero que, pensado para atender la demanda de Villa María, tenía la capacidad para producir 300 reses grandes por día. Incluso se realizó una comprobación empírica llevando adelante una prueba, con personal mediamente capacitado, lográndose un rendimiento de 30 animales cada dos horas. Estas cifras no mantenían relación con la demanda de la ciudad que por entonces consumía una media de “25 reses grandes diarias”.
El periodista que escribe la mencionada nota realiza un informe bastante detallado a partir de una visita al Matadero Modelo donde manifiesta haber constatado las condiciones del mismo. Cuenta que fue acompañado por el médico veterinario Félix Negro y el administrador del lugar de apellido Díaz. En el informe se rescata como positiva la belleza del conjunto edilicio, a la vez que se lamentan las fallas técnicas que deslucen la “admirable armonía exterior!”; habla del alto costo “de las letras que adornan la fachada del edificio principal”, que en conjunto costaron alrededor de mil pesos; del Matadero en sí le llama la atención
“el exceso de molduras y adornos que complican sus características arquitectónicas y que deben haber influido seguramente en su excesivo costo”. En relación a los corrales, marca que son de caños, pintados de color celeste, en lugar de alambres u otro sistema. Dada la rigidez del material, dice que los animales al golpearse terminan lastimándose, también señala que los corrales no poseen cobertizo en ningún sector. En relación a la sala de faenamiento se destaca que la misma es de “aspecto agradable... un amplio salón con todas las instalaciones modernas y con todos los requisitos necesarios de iluminación e higiene”. Paso siguiente, pasa a señalar que los pisos no poseían el declive necesario para el desagote y que el “escaso calibre de los caños que conducen la sangre hace que ésta se coagule y no pueda circular a través de los mismos”. Remarca que arreglar este problema demandaría la reforma de cañerías subterráneas en un tramo de entre 60 y 70 metros. Otro problema que tenían los pisos de los amplios espacios de trabajo era la falta de los espacios para su dilatación, cuestión que de no solucionarse llevaría al daño de los mismos.
Antes de terminar esta nota debemos remarcar que cuando se construyó esta fastuosa obra se vivía una situación social complicada en la cual existían sectores que no podían satisfacer sus necesidades básicas. No hacía mucho del latigazo de la denominada crisis del 30 y eran tiempos en que florecía la impunidad de los gobernantes y en el país el fraude electoral se había convertido en algo habitual. En ese marco se ideó y realizó esta bella obra arquitectónica que tuvo altos costos y problemas para su funcionamiento. El periodista de “Lucha” escribió “las construcciones en sí, por el solo prurito de dejar ligada una obra a una administración no posee valor alguno y las colectividades condenan tarde o temprano a los gobernantes que así proceden”.