Se matan a trompadas, se tiran patadas voladoras, se hacen piquetes de ojo. No es un partido de Alem, sino del llamado Calcio Histórico. Un deporte que convoca la atención de quienes visitan Florencia (Italia), y que incluso deja muy mal parados a los defensores de Chile. Esos que se creían muy guapos por andar metiendo el índice en oscuros rincones y que viendo a estos tarados luchar como hombres de las cavernas bajan la cabeza.
El también conocido como “Fútbol Fiorentino” tiene sus orígenes en el Siglo XVI, y es una adaptación del todavía más bárbaro Fútbol de Carnaval (nacido en la Inglaterra medieval). En concreto, basa su atractivo en cotejos de 50 minutos de duración, que enfrentan a 27 jugadores por bando en búsqueda de marcar goles con la mano (“A mí que me revisen”, dijo Diego Armando) y, de ser posible, partirle la mandíbula al rival.
Tras varios siglos de parate, la modalidad resurgió en la década del 30, de la mano del Gobierno de Benito Mussolini. “Demuéstrenle a los franceses quiénes somos los verdaderos hacedores de la cultura europea, y mátense a trompadas y codazos en el tabique”, cuentan que proclamó el dictador italiano, sentado en el palco de honor con un Martini rosso.
Desde entonces, todos los junio de cada año se realizan tres encuentros (dos semifinales y una final) disputados en un estadio que se arma sobre la bellísima Piazza Santa Croce, de la capital toscana. De la competencia participan cuatro equipos, representando ellos a distintos barrios de la ciudad: Santa María Novella o “Los Rojos”, San Giovanni o “Los Verdes”, Santa Croce o “Los Azules” y Santo Spirito o “Los Blancos”. Llama la atención, en cualquier caso, que ninguna escuadra se denomine “Los Negros”. “Ah, ni idea por qué será”, responden ante la consulta desde el Instituto Musolinístico “Il Duce”.