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13 de Julio de 2015
¿Por qué el 13 de julio es el Día del Trabajador de la Electricidad?
De la desprotección y la dependencia a la sindicalización y soberanía energética
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Los acontecimientos históricos  que  definen al 13 de julio como Día del Trabajador de la Electricidad pertenecen a  una etapa que conocemos como fundacional y se extiende desde 1944, año en el que se funda el Sindicato de Luz y Fuerza, hasta 1955, cuando un golpe cívico-militar, la Revolución Libertadora, derrocó al Gobierno democrático de Juan Domingo Perón e intervino sindicatos a lo largo de todo el país e inhabilitó a miles de dirigentes.

De este período es importante recordar los enormes cambios que se produjeron en nuestro país y de los cuales no sólo el Sindicato de Luz y Fuerza, sino el conjunto de los trabajadores argentinos, fueron directos protagonistas. 
 
Tiempos magros
En 1943 asume su cargo en la Secretaría de Trabajo y Previsión Social el entonces coronel Juan Domingo Perón, desde donde impulsa un proceso de masiva sindicalización de los trabajadores, promoviendo la conformación de gremios, la firma de convenios colectivos y la sanción de leyes de protección laboral, dejando atrás progresivamente la total desprotección en la que se encontraba el movimiento obrero en la Argentina. 
Estas medidas respondían a reivindicaciones largamente postergadas, que en las décadas del 30 y el 40 fueron adquiriendo cada vez más fuerza a medida que el país progresivamente dejaba atrás una economía basada exclusivamente en la exportación de materias primas y la importación de bienes industriales producidos en las economías del primer mundo y comenzaba a industrializarse, aprovechando la gran crisis que dejaron en Europa las dos guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945). 
Ahora bien, este proceso, en manos de un proyecto político liberal-oligárquico, generó un crecimiento industrial escaso, dependiente y sin justicia social: un movimiento obrero que crecía día a día empobrecido y sin las más mínimas garantías sociales y laborales y un desarrollo económico al servicio de las necesidades de las economías del primer mundo. 
Gran parte del suministro eléctrico del interior estaba en manos de empresas británicas ligadas en un inicio a las compañías inglesas de ferrocarriles, entre 1927 y 1930 la agrupación financiera norteamericana Electric Bons and Share Company (Ebasco) se hace cargo de las usinas del interior, constituyendo cinco filiales para repartirse el territorio nacional (Los Andes, Del Norte, Del Sud, Del Este y Central, esta última para Córdoba, Santiago del Estero y La Rioja). Esta última compañía, por las iniciales de sus empresas, se denominó ANSEC. 
A pesar de prestar un servicio muy deficiente debido a las escasas inversiones, estos grupos empresarios no fueron sancionados; por el contrario, salían beneficiados con prórrogas de sus concesiones luego de pagar coimas a los políticos.  
Además del perjuicio al desarrollo del país, estas compañías mantuvieron a los trabajadores en pésimas condiciones, sin garantía de estabilidad, largas jornadas laborales y bajos sueldos.
 
Nuevos tiempos
Es a partir de 1943 cuando ambas cuestiones, la dependencia energética y el abandono del movimiento obrero, comienzan a tomar otro rumbo. 
Un informe sobre las concesiones otorgadas a las compañías eléctricas realizado durante la Revolución del 43 demostró que los argentinos habíamos sido víctimas de estafa.
Las nuevas políticas para el sector, con un claro sentido público, cristalizaron medidas concretas, sobre todo durante el Gobierno de Juan Domingo Perón, a través del Plan Nacional de Energía, el Plan de Ahorro Energético, la creación en 1943 de la Dirección Nacional de Energía y el desarrollo de nuevas fuentes de energía y sistemas de distribución, que llevó en 1946 a la nacionalización de muchas centrales y usinas del interior que dependían de la agrupación financiera norteamericana Ebasco.
Estas medidas fueron activamente apoyadas por los trabajadores de Luz y Fuerza de todo el país, que, al mismo tiempo, en muchas provincias realizaban enormes esfuerzos por lograr su sindicalización. 
En 1944, luego de años de arbitrariedades e injusticias que incluían la represión policial de toda protesta, despidos sin causa y cesantías, se logró fundar la Unión Sindical de Empleados y Obreros, verdadero antecesor de Luz y Fuerza de Córdoba. Sin embargo, la fundación del sindicato no fue suficiente para hacer aplicar las primeras mejoras. 
 
En Villa María
Acerca del anhelo de la federación, Cristóbal Sierra expresó: “En julio de 1945 se formó en la ciudad de Villa María la Federación de Trabajadores de ANSEC de quien dependíamos con la asistencia de todos los sindicatos de trabajadores de dichas empresas; por Córdoba le cupo el honor de integrar la delegación de congresales a los compañeros Atilio Borserini, Enrique Alvarez Vocos, Guillermo Barabrahm  y Cristóbal Sierra. De ese congreso surge la necesidad de hacer un petitorio de carácter económico y social y es así que en agosto del mismo año se inician las tratativas en la Capital Federal ante la Secretaría de Trabajo y Previsión, a cargo de su titular, el Coronel Don Juan Domingo Perón”. 
Luego del 17 de octubre de 1945, el fortalecimiento de la figura de Perón “dio por tierra con las pretensiones de estos patronos que no tuvieron más remedio que adaptarse a la nueva situación, pero sin dejar por ello de poner todas las trabas posibles, argumentando en todo momento que la Federación debía luchar por el aumento de las tarifas y recién entonces accedería al petitorio solicitado; pero cómo es lógico suponer, fue rechazada de plano tal pretensión y fue necesario llegar a la huelga general en todo el país que se realizó el 21 de enero de 1946; huelga que terminó con la última resistencia de los patronos, cristalizándose de ese modo nuestro primer petitorio de carácter nacional”.
 
Hace 67 años
Hubo que esperar, sin embargo, hasta 1948 para ver realizado el sueño de la unidad de todos los lucifuercistas en una entidad nacional. En esta reunión constitutiva se decidió finalmente, luego de extensos debates, adoptar la forma de federación y no de sindicato único nacional. Este punto merece ser destacado, en tanto refleja otro aspecto de la identidad de Luz y Fuerza: la apertura y el pluralismo. Cada sindicato, sin perder su autonomía, se adhería libremente a la federación, comprometiéndose solidariamente en la construcción común. 
El primer secretariado de la Federación fue elegido el 13 de julio de 1948 por los representantes de 28 sindicatos de Luz y Fuerza de todo el país, a los que se sumó Misiones al día siguiente, y fue integrado, entre otros, por José Quevedo, de la Capital Federal, como secretario general, y por Cristóbal Sierra, de Córdoba, como secretario adjunto. Se lograba así, después de largos años de trabajo, el sueño de la unidad lucifuercista. 
Un año después, el 13 de julio de 1949, se logró el primer convenio colectivo de trabajo carácter nacional, cuya aplicación también fue dificultosa por la negativa de las empresas (tanto estatales como privadas) a aceptar su aplicación general para todos los sectores en cada empresa.

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