Realizar ejercicios físicos en gimnasios con la atmósfera enrarecida puede ser contraproducente para la salud.
Así lo comprobaron investigadores de Eslovenia y de Argentina, quienes recomiendan que se monitoree el aire en forma sistemática, se empleen filtros adecuados y se limite la cantidad de personas que entrenan al mismo tiempo.
La atmósfera de un gimnasio sin adecuada circulación de aire podría producir riesgos a la salud, reduciendo o contrarrestando los beneficios derivados de la actividad física. Así se desprende de un estudio científico realizado en Eslovenia y del cual también participó un físico argentino.
“Los gimnasios deben estar dotados de sistemas de ventilación y filtrado de aire adecuados”, señaló a la agencia CYTA- Instituto Leloir el primer autor del trabajo, el doctor Matjaž Žitnik, del Instituto Jožef Stefan y de la Facultad de Matemática y Física de la Universidad de Liubliana, en Eslovenia. “Incluso, sería mejor realizar ejercicios físicos al aire libre, especialmente afuera de las ciudades”, añadió.
Los investigadores evaluaron la atmósfera en un gimnasio de Liubliana de 1.100 metros cuadrados (12.500 metros cúbicos), donde unos 700 estudiantes practicaron fútbol, baloncesto, voleibol, bádminton, boxeo y fitness a lo largo de un mes. Además, analizaron el ritmo cardíaco de 193 de ellos.
Los resultados fueron preocupantes: en promedio, tras realizar 90 minutos de actividad física en el lugar, una sola persona con una frecuencia cardíaca media de 143 pulsaciones por minuto (alrededor del doble del valor en reposo) libera a la atmósfera 1,5 microgramos por metro cúbico de ciertas partículas en suspensión, llamadas partículas inhalables, que son lo suficientemente pequeñas como para atravesar la nariz o la garganta y depositarse en los pulmones.
“Por cada 10 microgramos por metro cúbico de incremento en la concentración de partículas inhalables, aumenta un 1% la mortalidad por enfermedades cardiovasculares”, señaló otro de los autores, Luis Rodríguez, del Centro Atómico Bariloche (CAB), que depende de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
Rodríguez, quien estudió la composición química de esas partículas, explicó que las partículas inhalables son cuerpos microscópicos de tamaño variable. El ejercicio en lugares cerrados dispara su concentración tanto por la abrasión del revestimiento del suelo con el calzado como por la recirculación de escamas de piel muerta y restos de ácaros y moho.
En el mismo lapso de tiempo estudiado, cada deportista también aporta al ambiente casi un litro de agua por la transpiración y eleva en 0,03 °C la temperatura del establecimiento.
Dado que la ventilación pulmonar se incrementa tres veces durante las prácticas deportivas y la concentración de partículas inhalables inducida por el ejercicio es aproximadamente el doble de la presente en el aire libre, un deportista en el gimnasio recibiría una dosis seis veces mayor de esas partículas que la inhalada al aire libre en condición de reposo, destacaron los investigadores en la revista “Indoor Air”.
“Las razones exactas de por qué la exposición a estas partículas pequeñas afecta a la esperanza de vida aún no se conoce con exactitud, pero su presencia tiende a representar una carga para el sistema cardiovascular humano”, afirmó Žitnik, quien consideró que la calidad del aire interior debe monitorearse y ajustarse a niveles de temperatura y humedad apropiados. Los autores también recomendaron adecuar la cantidad de personas que practican deporte al mismo tiempo de acuerdo a las características del gimnasio y sus sistemas de filtrado y ventilación.
Fuente: Agencia CYTA-Instituto Leloir