Amplificado por la presencia de Jorge Bucay en el programa televisivo del viernes “Animales sueltos”, el mediático personaje logró que se sumaran más asistentes a la sala del Teatro Verdi para verlo el sábado pasado. Y el tema fue la autoayuda, un género que viene a poner paños fríos a la angustia existencial de nuestro tiempo. Tal vez durante los años 90 se haya potenciado esta tendencia, así como a las iglesias electrónicas, cuando el relato globalizante planteaba más acendradamente el individualismo, lo narcisista, la imagen exterior, el “aparecer” antes que el ser.
Hoy es un armado más virtual, que deja a los habitantes del mundo, con mucho lifting y poca profundidad.
Es así que nos encontramos con el hombre sin una brújula, un instrumento que le guíe el camino, como para aproximarse a definiciones que anteriormente se vivenciaban como ¿qué es ser feliz?, algo que nos parecía básico y que hoy en medio del “pastiche” posmoderno no tenemos muy claro para a dónde ir. Y en esta pregunta, como avezados marquetineros, aparecen como gurúes con cierto resquemor nombres como Bernardo Stamateas, Claudio María Domínguez, Pilar Sordo, Gabriel Rolón y el visitante ilustre del sábado pasado, sin olvidarnos de Pablo Coelho y otros que hicieron la punta.
Con un apunte a lo mejor importante, y es que cada uno de ellos convoca a un público de clase media, media alta, donde posiblemente las cuestiones materiales estén solucionadas y asisten a su cirujano del alma para un lifting momentáneo.
En tiempos de la practicidad, hoy se busca lo fácil y entendible, ya que la complejidad y la asistencia a una sesión terapéutica lleva mucho tiempo y dinero, pero más que todo enfrentarnos a nuestros propios fantasmas, entonces buscamos que alguien nos diga algo y nosotros nos acomodamos a nuestra conveniencia, buscando una salida rápida a nuestras angustias, hacernos un “baño polaco” a nuestras almas.
Definido con sus propias palabras como “ayudador profesional” el psicoterapeuta especializado en enfermedades mentales, descubrió hace tiempo que podía ofrecer herramientas para que cada quien sea capaz de sanarse a sí mismo.
Para ello utiliza cuentos y anécdotas con finales metafóricos, que con un lenguaje coloquial, comprensible y ligero, el asistente encuentra un horizonte de pensamiento para lograr entender mejor la vida.