Los derechos del hombre no han sido creados por gobernantes o políticos, ni son un invento de la Revolución Francesa o de las Naciones Unidas. Tampoco son un descubrimiento del Liberalismo o del Marxismo.
A lo largo de la historia los pueblos han ido lentamente comprendiendo y aceptando estos derechos y los han ido introduciendo en su legislación positiva.
Estos derechos valen para todos los hombres, no provienen de ninguna relación contractual, no pueden ser negados ni impedidos, no se pierden con el transcurso del tiempo, no se puede disponer de ellos (ceder, vender, renunciar). Todos los hombres tienen el deber de respetar el derecho que reclaman para sí.
El derecho a la vida es el primero y principal de todos los derechos ya que sin la existencia, sin la vida, no se pueden ejercer los demás derechos. Depende única y exclusivamente del hecho de ser humano y estar vivo. Comienza, cuando empieza a vivir una persona y termina cuando la persona muere.
El fenómeno de un nacimiento no marca el comienzo de una vida, sólo registra un cambio en la forma de vida.
La existencia de la vida por nacer es una certeza científica y experimental gracias a los enormes avances de la embriología y la genética durante el Siglo XX.
Carece de todo valor científico la tesis pro abortista de que el embrión y luego el feto es parte de la mujer embarazada. Cada uno tiene su propio código genético.
El nuevo ser pertenece a la especie humana, es distinto de sus progenitores, único e irrepetible, dotado de la capacidad para desarrollarse de un modo gradual, continuo y autónomo.
Es totalmente arbitrario fijar el comienzo de la vida humana en la anidación o implantación.
Esta falsa definición procura eludir toda barrera ética contra la manipulación de embriones durante ese periodo crucial antes de anidarse en el útero.
El devenir, el cambio es la actualización de lo posible, lo que en el nuevo ser fundamenta su permanencia, identidad y continuidad.
Es uno solo y el mismo el que se concibe, nace, crece, se desarrolla y muere.
“El devenir biológico del hombre no comporta etapas que sean menos humanas que otras y que se puedan sacrificar sin suprimir al hombre mismo.
Todas las etapas del hombre definen la identidad de éste. Cuando estas etapas se interrumpen se suprime al hombre, porque no son otra cosa más que el mismo hombre en su desarrollo”, (Gustave Martelet).
El doctor Tabaré Vázquez, expresaba entre otras cosas: “El verdadero grado de civilización de una nación se mide por cómo se protege a los más necesitados. Por eso se debe proteger más a los más débiles.
El criterio no es el valor del sujeto en función de los afectos que suscita en los demás o de la utilidad que presta, sino el valor que resulta de su mera existencia”.
Muchas mujeres acusan a profesionales de la salud de no haber sido informadas suficientemente sobre las consecuencias del aborto.
Al daño que sufre la mujer no lo sana ninguna ley, ni código ni protocolo.
El aborto no es un acto médico. Los principios de la medicina Hipocrática indican que el médico debe actuar a favor de la vida y de la integridad de las personas.
El diagnóstico prenatal, la medicina y la terapia fetal nos hablan de un segundo paciente, de una pediatría prenatal. El médico que atiende a una mujer embarazada, esta frente a dos pacientes, o tres si la madre espera mellizos
El aborto, además de ser una violación de los derechos humanos se ha convertido también en un gran negocio que mueve millones de dólares en el mundo beneficiando a médicos, clínicas, laboratorios y hasta el mismo estado con los impuestos que cobra.
El negocio del aborto se dedica a comercializar a los embriones y fetos humanos. Son vendidos a laboratorios farmacéuticos y biológicos para hacer experimentos. Se usan fetos vivos y se los mantiene artificialmente para experimentos o trasplante de órganos.
También los fabricantes de cosméticos femeninos los usan como materia prima para elaborar productos de belleza.
Sociológicamente, el aborto legalizado en el mundo se ha convertido en un auténtico genocidio. Es un delito no convencional, “de cuello blanco”.
Estos delitos emanan de una serie de modalidades de poder, político, financiero, ideológico o económico, donde se goza de impunidad, por ejemplo el narcotráfico, la contaminación ambiental, la falsificación de alimentos o medicamentos, la mortalidad infantil, etcétera.
El aborto es una salida que intenta eliminar responsabilidades personales y sociales haciendo que desaparezcan seres inocentes e indefensos. El llamado del “otro” es expresión de necesidades y exigencias concretas.
La respuesta no puede ser la sola compasión, la crítica o las buenas intenciones.
La lucha por la superación de la pobreza necesita estrategias de movilización social, justicia distributiva, solidaridad y autoayuda.
Fortalecer el núcleo familiar es un recurso frente a toda tendencia disgregadora que debilita la base de sus propios fundamentos.
Si las políticas sociales por sector fuesen contempladas desde una perspectiva familiar serían más eficaces.
Ante una mujer embarazada hay que hablar de los derechos de la madre, y allí incluimos a la mujer y el niño. Al derecho de ser padres nos corresponde el deber de toda la sociedad de proteger a ese niño. Qué lejos estamos de esta realidad.
En el pasado mes de junio el Ministerio de Salud de la Nación, promulgó el “Protocolo para la atención integral de las personas con derecho a la interrupción legal del embarazo”.
Este protocolo promueve el aborto, lo considera un derecho. No hay límites de tiempo para abortar. Una adolescente desde los catorce años puede solicitarlo sin el consentimiento de sus padres.
Niega la objeción de conciencia individual de los médicos.
En los casos de violación ignora la responsabilidad del violador y favorece el encubrimiento de este delito al no exigir la denuncia en la Justicia.
Prohíbe la intervención de equipos interdisciplinarios para constatar las causales que se invocan ya que esto significaría incurrir en demoras para la práctica del aborto.
En caso de realizarse la ecografía se deben tomar los recaudos necesarios para que la mujer no vea la imagen del niño o escuche los latidos del corazón si no lo desea.
La pregunta es: ¿acaso los niños en gestación no son humanos o siéndolo carecen de derechos y garantías? ¿Acaso no tienen un corazón que late?
No existe el derecho a matar, existe el derecho a vivir. La fragilidad inicial de cada hombre es lo que tenemos que aprender de nuevo, a conocer respetar, cuidar y amar.