Cientos de personas huyen cada día de la guerra, de la miseria, de la hambruna que todavía hoy deambula por el vientre de gran parte de Africa. Suben a débiles trozos de maderas atados por la esperanza y se lanzan a surfear el Mediterráneo, que engulle a unos cuantos de ellos y se vuelve otro mar Muerto. Y a nadie le importa la tragedia anónima. No hay listado de víctimas; esos cuerpos hinchados no son reclamados por nadie.
Ahora, en las últimas horas, la tragedia tiene un nombre y un apellido y entonces tuvo algún espacio más destacado en los medios europeos. Pero fundamentalmente porque se trató de una muerte distinta, llamativa. “Murió asfixiado inmigrante que intentaba llegar a España en una valija”. Un titular más atractivo que el repetido que alude a un centenar de tipos dando manotazos de ahogados hasta que llegue algún barco salvador o no.
Pero es así nomás la cosa: “Un marroquí de 27 años murió asfixiado cuando trataba de entrar de forma clandestina en España metido en una valija, en un coche a bordo de un ferry, informó la Guardia Civil”.
Resulta que su hermano mayor, de 34 años, había embarcado legalmente con el vehículo a bordo del ferry que unía Melilla (enclave español en Marruecos, Africa) y Almería (sur de España). Y quería una vida mejor para su hermano y lo metió en la valija y al resto ya se los dije. Sólo agregar que al hermano mayor fue detenido e inculpado de homicidio involuntario, qué tanto.
A nosotros no nos importan tanto sus nombres, sino más bien esta cuestión cotidiana, visible e invisibilizada, para que los poderosos no se sientan cobardes al darle vuelta la cara.
A principios de mayo, un niño ocho años de Costa de Marfil fue descubierto por la Guardia Civil escondido en otro equipaje en el puesto fronterizo entre Marruecos y Ceuta. El padre, residente en España, intentaba hacerlo llegar clandestinamente porque su salario era insuficiente para pedir el permiso de residencia para el chico. La imagen de rayos X del niño dentro de la maleta en posición fetal suscitó gran indignación en España y el pequeño obtuvo un permiso de residencia provisional.
Usted, pase. Ustedes no, ya somos muchos; el estado del bienestar y esas cosas. Como lo dijo un viejito cura italiano ya sin cúpula en Bussana Vecchia, “frenan a los pobres porque son incapaces de frenar la pobreza”.